En nuestro último informe “De la confiabilidad a la resiliencia: enfrentando los desafíos del clima extremo”, surge que el 87% de los ejecutivos del sector, a nivel mundial, considera que huracanes, inundaciones, sequías, incendios, tormentas fuertes y otros eventos climáticos extremos crecieron de manera moderada a considerable durante los últimos diez años en los sitios donde se ubican las redes eléctricas, mientras que un 92% estima que la tendencia creciente continuará durante la próxima década. Además, un 90% afirma que el clima extremo plantea un riesgo financiero para su negocio, pero solo un 24% considera que está “muy bien preparado” para esta circunstancia.

Ya no se trata de abordar solo fallas predecibles, sino también las que ocurren ante eventos ocasionales y específicos. El enfoque histórico en la confiabilidad de la red es inadecuado en este escenario: la clave del éxito es considerar una nueva estrategia basada en la resiliencia. Esto implica un importante cambio cultural, que abarca desde el desarrollo de métricas y modelización apropiadas, hasta nuevos modelos colaborativos entre los entes reguladores, las organizaciones y los clientes. La transformación digital agrega la posibilidad de poner la mirada sobre la eficiencia energética y los recursos renovables.

La resiliencia exige un enfoque estratégico, que permita a la organización recuperarse rápidamente tras eventos importantes e incluso múltiples, y respalde el argumento de realizar inversiones y mantenimiento proactivo. No se trata de un camino sencillo: hasta el momento no existe ninguna definición estándar y ampliamente aceptada de “resiliencia” en el sector.

En nuestra visión, una red resiliente minimiza el impacto del evento extremo en el rendimiento de los sistemas y reduce la cantidad de clientes afectados antes, durante y después de ocurrido. Además, se adapta al suceso a medida que ocurre para mantener la seguridad y limitar efectos posteriores. Al mismo tiempo, restaura la cadena de abastecimiento rápida y efectivamente, minimiza la duración de cualquier corte de suministro y vuelven el sistema a los niveles de resiliencia anteriores al hecho.

El primer imperativo estratégico es establecer los cimientos de la resiliencia: asumir el liderazgo no sólo en cómo debe definirse, sino también en los mecanismos para monitorearla y evaluarla. Luego, llegará el turno de construir una red resiliente, con sistemas flexibles apoyados en soluciones digitales y el uso de inteligencia artificial y tecnologías emergentes para predecir cortes de suministro y restauración de los servicios. El tercer paso es explorar servicios emergentes de resiliencia: colaborar con clientes para identificar nuevas soluciones para satisfacer anticipadamente necesidades de resiliencia.

En general, cuando una industria enfrenta un dilema de gran magnitud que cambia las reglas del juego del negocio, decimos que debe “prepararse para la tormenta”. En el caso de las utilities esta expresión alcanza niveles literales.