En algunos casos, la ventana se transformó en fachada hasta sustituir completamente el muro. La Revolución Industrial facilitó su producción y costo mediante la estandarización, hasta llegar al ícono de lo que se conoce como “estilo internacional”: una torre genérica de vidrio que se replica de la misma manera, independientemente de las características de su contexto.

Este deseo de “modernidad” impuso la estética sobre la lógica y estos verdaderos edificios “invernadero” debieron, porfiadamente, desarrollar tecnología para que fueran menos caros de enfriar y calentar.

Hoy experimentamos un retorno al sentido común y se habla, por ejemplo, de algo tan elemental y arcaico como la “ventilación cruzada” como novedad.

Por su parte, la importancia funcional de las ventanas es evidente: mayor luz natural, mejores vistas, mejor ventilación. Sin embargo, el diseño de las mismas debe estar determinado por el sentido común y no por el capricho, a veces absurdo.

Respecto de la demanda en oficinas, la mayoría de estas busca generar un clima artificial de 20º de temperatura estable, lo que se logra de forma mecánica a un alto costo.

Además, la mayoría de los edificios de oficina utiliza fachadas de muro cortina estancos, para que los usuarios no puedan manipular las ventanas. Lo más usado es perfilería de aluminio, por su costo e industrialización, y existen de diversas calidades.

Por otra parte, para las viviendas hay de madera, aluminio y PVC, siendo las primeras las más caras, pues es madera compuesta con otros materiales. Luego PVC, y finalmente de aluminio, como regla general.

Las ventanas de PVC son muy eficientes pues no generan puentes térmicos y generalmente no tienen uniones visibles, pues son termo-fusionadas, sin embargo, tienen limitaciones en la expresión arquitectónica por los límites de sus tamaños y porque generalmente sus componentes son menos esbeltos.

Actualmente, el uso de termopaneles (vidrios dobles separados por una cámara de aire) es cada vez más frecuente, pues su producción se ha masificado y los costos se han reducido, y, asimismo, las ventajas térmicas y acústicas que tienen sobre un vidrio monolítico, hacen que la inversión inicial se amortice rápidamente en el tiempo.

Existen también vidrios tecnológicos con filtro UV (conocidos como “low-e”, por ejemplo, que tienen una menor absorción de calor), pero ¿para qué poner un vidrio expuesto a la radiación si va a hacer que un recinto no sea confortable? En mi opinión, un buen diseño arquitectónico va a funcionar mil veces mejor que el vidrio más tecnológico.

El enfoque de hoy y de siempre es ser sensible con el entorno y, en ese sentido, la ventana como elemento mediador entre el exterior y el interior va a determinar su forma, tamaño y materialidad; según una serie de variables que tienen que ver con el programa, el clima, el entorno, el costo, etc. No me parece que las ventanas deban responder a “tendencias” ni a modas.