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El fuerte remezón que ha sacudido al comercio internacional comenzó en abril pasado, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impuso un alza generalizada del 10% en los aranceles fiscales, afectando los términos negociados en acuerdos comerciales. En algunos casos, los incrementos fueron aún mayores para ciertos países.
Durante este período -y antes de que finalice la pausa de 90 días para la aplicación de aranceles más elevados, momento en que podrán evaluarse con mayor claridad sus efectos- surge la pregunta sobre cuál ha sido el impacto en Chile en materia de importaciones, exportaciones y mercado interno.
Estas implicancias fueron analizadas por Rodolfo Valenzuela, director académico del diplomado en Comercio Internacional dictado por la unidad de Educación Ejecutiva (UEjecutivos) de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, en el encuentro “Guerra de Aranceles: Una mirada estratégica y con oportunidades”, realizado el 25 de junio.
“Chile contaba con el mejor arancel promedio que pagan las importaciones, en relación a todos los países del mundo: 0,8%”, destacó Valenzuela. Esto previo al alza decretada en abril. Con el alza arancelaria aplicada ya es posible ver algunos de sus efectos. El docente señaló que los productos no afectos sí pueden verse afectados. “El precio del cobre ha caído 2,6%. Eso significa que el precio que nos van a pagar en el futuro va a ser menor, con impacto en la recaudación para el fisco”.
Para graficarlo, Valenzuela explicó que, por ejemplo, Chile exporta alambre de cobre a China y este país lo incorpora en productos tecnológicos, que luego vende a Estados Unidos. Cuando estos ingresen a dicho país van a pagar un arancel más alto, teniendo un alza en sus precios. En este caso, no hay ninguna empresa que no traspase esta alza arancelaria al precio local. Por lo tanto, ese producto va a ser más caro en Estados Unidos, lo que debería provocar una baja en la demanda, lo que terminará afectando a nuestro país.
“Se debe entender que los productos hoy día pertenecen a una cadena global de suministro y existe una presencia completa en el abastecimiento y en el retorno de nuestros productos transformados en otros”, destacó.
Si bien esta caída del cobre no es menor, la peor ha sido la disminución de las exportaciones chilenas. “En este periodo, las exportaciones han caído un 6% a Estados Unidos. Por lo tanto, nuestros productos, por este 10% adicional, se han vuelto menos atractivos para ese país”.
Este impacto para la economía chilena, se verá reflejado en los estados de resultados de las empresas exportadoras y todo lo que implica la economía agregada. “Si caen las exportaciones chilenas, baja la producción de cajas para exportar y muchos servicios que están en torno a las exportaciones: Certificaciones, agenciamientos de aduana, transportes, entre otros”.
Ante este escenario, Valenzuela dijo que los países comienzan a buscar mercados alternativos. El problema que se genera es que este nuevo mercado que puede surgir sabe que existe una producción supeditada de este otro mercado que ya cuenta con contratos anuales, semestrales, con Estados Unidos. Con el alza de aranceles, este nuevo mercado lo va a comprar, pero más barato. “Esto afectaría inmediatamente nuestra balanza comercial, impactando en los ingresos. Entonces hay que recalcular toda la cadena de suministro”.
Otro riesgo importante de impacto en la economía local, es que, si aumentan los precios de los productos importados y aumentan los fletes, podría haber presiones inflacionarias.
La guerra de aranceles también ha provocado un aumento de tarifas y tiempos de espera para las embarcaciones. Antes de que comience a aplicarse el alza comprometida, tras la pausa de 90 días, los países “están acelerando sus importaciones o su movimiento de comercio internacional, pasando la presión a los transportes y eso ha provocado congestión en los puertos y aumento en los tiempos de espera”. Esto repercute también en un alza en las tarifas.
“En el puerto de Bremerhaven, el tiempo de espera de los barcos subió un 67%, pasando de 30 a 53 horas. Eso significa que los costos para las navieras también van a subir por permanecer más tiempo en los puertos, y eso va a ser traspasado al flete. En Hamburgo, se subió el plazo un 49%, pasamos de 34 a 50 horas de espera. En Amberes, 37%, pasamos a 44 horas de espera”, ejemplificó.
Asimismo, ante los conflictos bélicos, como el de Israel e Irán, las navieras se están viendo enfrentadas a buscar itinerarios, aumentando los días de viaje para buscar rutas más seguras. En este ámbito, Valenzuela señaló que las aseguradoras están “súper atentas” a lo que podría estar ocurriendo. “Ante toda esta incertidumbre y estos tiempos de espera en los puertos, las compañías de seguro están atentas, porque la exposición al riesgo podría subir. No creo que hoy día se produzca un alza importante en las primas de seguro, pero sí podrían subir los requisitos de reciprocidad al aumento de la preocupación de que nuestro producto esté lo menos expuesto posible”.
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