Si bien Chile ha logrado posicionarse en Asia y cuenta actualmente con acuerdos comerciales con las cuatro principales potencias de dicha región, hay una serie de precauciones que se deben tener en cuenta a la hora de decidir si ingresar o no a dicho mercado. En primer lugar, y por una cuestión simplemente demográfica, los volúmenes de bienes y servicios requeridos son bastante mayores en el caso del mercado asiático. Una población creciente, y hoy en día cercana a cuatro veces Estados Unidos, o el equivalente a dos y media veces la Unión Europea, plantea un problema, o más bien un desafío, para las empresas que a menudo no son capaces de responder frente a la alta demanda de productos que se presenta. En este escenario, cobra alta relevancia la posibilidad y oportunidad de establecer acuerdos entre empresas -que pueden implicar desde una simple consolidación de exportaciones para hacer frente a los costes logísticos, hasta acuerdos comerciales- de manera de ingresar a dichos mercados como una sola gran industria y no como compañías que actúen por separado. En el caso de exportaciones de bienes, hay que sumar el complicado factor de la logística, donde los considerables tiempos de entrega imposibilitan, dificultan o al menos encarecen la exportación de determinados productos, principalmente por vía marítima. Esto, sin considerar los ajustes en materias tales como embalaje, empaque, almacenamiento y distribución que deben realizarse. Chile: País vínculo A pesar de que se trata de mercados de grandes dimensiones y capaces de generar beneficios económicos importantes, en determinados países de la región asiática -cuyo caso más conocido es China- hay una escasa e ineficiente protección a los derechos de propiedad industrial, lo que constituye un evidente riesgo y factor que debe ser considerado al momento de realizar transacciones comerciales. En este sentido, diferentes informes y estudios provenientes de Estados Unidos y la Unión Europea han evidenciado y denunciado la constante trasgresión de los derechos de propiedad industrial en China, lo que ha impulsado incluso a que Estados Unidos haya presentado una queja ante la Organización Mundial de Comercio. A lo dicho, hay que agregar las evidentes barreras idiomáticas y culturales, que llevan necesariamente a distintos estilos y tiempos de negociación. En relación a lo anterior, las estructuras empresariales distintas y complejas plantean el desafío de entender la manera en que funcionan y las jerarquías internas. Así, modelos empresariales como los Keiretsu en Japón constituyen un claro ejemplo de las diferencias estructurales corporativas y culturales en modelos de negocios entre el mercado latinoamericano en general y el asiático. Si bien es cierto que la mayoría de las transacciones con este mercado se han basado en el intercambio de bienes, debe prestarse especial atención a la posibilidad de ampliar y diversificar la actual oferta nacional "exportable" a los servicios. En este sentido, Chile tiene una gran oportunidad para sacar máximo provecho de los acuerdos y tratados comerciales que ya se encuentran suscritos y en vigencia con los países asiáticos y que hoy en día marcan una ventaja en relación al resto de los países latinoamericanos que no se encuentran en la misma situación. Resulta interesante que Chile se constituya como un país atractivo para servir de unión entre la región latinoamericana y asiática, consolidándose como un país vínculo en cuanto a posibles modelos de triangulación comercial con otras naciones. La decisión de ingresar o invertir en el mercado asiático, sin duda alguna, debe considerar todos los factores mencionados, para así prever y sobre todo aminorar los riesgos que pueden surgir. Aún así, el mercado asiático es sumamente atrayente y altamente desafiante, y resulta especialmente necesario contar con una asesoría tanto jurídica como comercial adecuada, con la finalidad de sacar el máximo provecho a la gama de beneficios e incentivos establecidos en los tratados y acuerdos comerciales suscritos |