Los productores de vino nacional se esfuerzan de sobremanera por desarrollar y producir productos de una alta calidad. La elaboración de esta bebida ha conservado en su esencia los mismos pasos para su preparación, tratándose de un proceso delicado, donde los detalles hacen las grandes diferencias. Sin embargo, uno de los grandes desafíos con los que se encuentran los exportadores de vino es que el consumidor final reciba el producto con las mismas cualidades organolépticas con las que contaba al momento de salir de la viña, siendo la temperatura y humedad, dos de los factores más importantes para su óptima conservación durante el transporte y almacenaje en destino.

Las fluctuaciones de temperatura afectan a todos los tipos de vino, si esta sube aumenta la oxidación y la evolución del producto. Durante el tránsito marítimo las altas temperaturas pueden afectar el vino de una manera severa, y estos riesgos, han ido en aumento debido al crecimiento de nuevos mercados de exportación, tales como son China, Brasil, México, Corea del Sur, entre otros. Es importante destacar que solo estos cuatro mercados significan hoy en torno a un 35% del valor de la exportación de vino embotellado nacional. Todos estos destinos, junto a otros ya conocidos como Canadá o Países Nórdicos, generan diversos desafíos en lo referente al control de la temperatura y humedad.

Además de nuevos y lejanos mercados, el transporte del vino debe sortear otros desafíos, tales como: puertos congestionados, lo que conlleva a una mayor estadía de los contenedores a la intemperie en las terminales portuarias de destino o trasbordo, incrementando así el riesgo asociado a los factores climáticos; reducción de las velocidades de los buques para bajar el consumo de combustible y por ende, la emisión de CO2; y la existencia, en muchos casos, de tramos de conexión terrestre, lo que aumenta estos peligros.

La solución para minimizar la evolución prematura y la alteración del vino es controlar la temperatura durante toda la cadena logística. En el mercado existen básicamente dos alternativas para regular las desviaciones de temperatura y sus consecuencias sobre las mercaderías. La alternativa de menor costo y más simple: los liners (cobertores o protectores térmicos de aluminio que se instalan en el interior de los contenedores dry o carga seca), y los equipos con sistema de refrigeración instalado (contenedores reefer).

En más detalle, los liners son fundas térmicas que actúan como aislantes y se instalan dentro del contenedor cubriendo el piso, paredes, techo, puerta y fondo.

Su función es mantener la temperatura en los parámetros adecuados con oscilaciones de hasta 10ºC por sobre o bajo lo recomendado. En consecuencia, los liners reducen drásticamente el impacto de choques térmicos durante el día y la noche, y protegen de la radiación y las fuerzas de conducción térmica que ocurren a bordo del buque y en los puertos de carga, transbordo y descarga. Además, al cubrir todas las superficies del contenedor, lo protegen de la lluvia (y sus posibles filtraciones y consecuentes efectos de condensación) y de los daños de la humedad a las cajas de cartón y/o etiquetas de las botellas. Asimismo, resguardan las mercaderías de riesgos de contaminación cruzada y malos olores. Estas mantas térmicas vienen en dimensiones que se ajustan a contenedores de 20 y 40 pies, y a los de 40 pies HC o High Cube. También existen liners que se adecuan al tamaño de un pallet, convirtiéndose en una opción muy flexible y fácil de usar.

La segunda alternativa corresponde a la utilización de contenedores reefer, seteados para lograr una estabilización de las temperaturas de alrededor de 15/16°C.

Esta solución es muy utilizada en climas extremos como el de Canadá durante el otoño e invierno, donde el vino nacional que llega a la Región de Ontario, solo es transportado en contenedores reefer durante estas estaciones.

Cabe destacar que Canadá es un mercado tradicional para el vino embotellado chileno, donde se envían del orden de 2,3 M de cajas por un valor de casi USD 85 M, según los datos de Wines of Chile.

Entre las diferencias que tienen ambas soluciones, además de su valor monetario, es que los contenedores convencionales revestidos con liners no consumen energía extra durante el transporte en comparación con el equipo refrigerado. De esta manera el liner, si bien no garantiza una temperatura exacta durante todo el trayecto logístico, proporciona una solución simple, de bajo costo y de menor impacto ambiental.

Es por ello que hoy en día la manta térmica se presenta como una gran solución para reducir los efectos térmicos en las cargas de estas bebidas, siendo cada vez la solución más elegida por muchos clientes alrededor del mundo.

Otra herramienta que puede apoyar el uso de los liners, es la implementación de dispositivos o sensores que registren la temperatura a lo largo del viaje, posibilitando medidas para que la temperatura se mantenga dentro de la zona de confort térmica para el vino.

Por estas razones es que los exportadores deberían intensificar el uso de sistemas de insulado térmico para el transporte de sus productos, dado que son su prestigio, marca e imagen, los que están en juego al llegar a los mercados con productos que pueden estar alterados respecto de su condición ideal y original.