Los desafíos de la logística Por Carlos Cruz, Director Ejecutivo del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI). La economía mundial atraviesa por un difícil momento. Da la impresión que el conflicto entre China y USA no terminará pronto; Alemania muestra una tendencia decreciente en su tasa de crecimiento y el futuro del BREXIT provocará algún daño adicional a la Unión Europea y, por supuesto, al Reino Unido. Estas no son buenas noticias para los países de América Latina, tal como quedó demostrado en el 2º Foro Latinoamericano de Infraestructura organizado por el CPI con el MOP y el BID, a mediados de agosto de este año. En efecto, la mayoría de las naciones de la Región han apostado por el dinamismo de la economía mundial en el diseño de su estrategia de desarrollo, el que se debería expresar en un alza de los precios de sus productos exportables. Lo cierto es que hoy es muy poco probable que estos aumenten significativamente, lo cual permite suponer que la tasas de crecimiento de las economías de esta parte del mundo serán menores que en el pasado y que lo esperado. La pregunta entonces es: ¿cuánto durará esta situación? Por lo que se ha podido leer en la prensa internacional y por lo que los expertos han anunciado, da la impresión que es para largo. El problema es que nuestros países no pueden esperar: sus niveles de pobreza, de necesidades insatisfechas y de demandas sociales crecientes deben ser abordadas desde la posibilidad de incrementar el PIB para evitar grandes colapsos. No hacerlo puede generar un estado de cosas que se transformen en un detonante político que nos lleve a procesos de inmediatez en el diseño de soluciones que, a la larga, tienen costos demasiados altos. La necesidad de infraestructura de calidad Dado el esfuerzo hecho por la mayoría de los países de la Región de abrirse al mundo, lo que corresponde ahora es ver la forma de aprovechar las ventajas que se han logrado en su posicionamiento en los mercados mundiales y encontrar la manera de contrarrestar las caídas en los precios con una fuerte ganancia en competitividad. Esta pasa fundamentalmente por reducir los costos de la cadena logística, aspecto en el que nos encontramos sumamente rezagados.
Uno de los grandes consensos que se logró en el Foro Latinoamericano de Infraestructura es reconocer el escaso aporte de la logística a la capacidad de competir de nuestros países en los mercados mundiales. Si bien Chile ocupa el primer lugar en la Región en el Índice de Competitividad Global del World Economic Forum -es el Nº33 en el mundo, seguido por México (46) y Uruguay (53)- el mayor costo de la logística en nuestra cadena de exportaciones, casi el doble que el costo logístico en los países de OECD, es un escollo que hay que abordar.
Un factor determinante en el mayor costo logístico es la menor posición relativa de la infraestructura, la que en Chile se ubica en el lugar Nº 41 de 140 países encuestados. Si aspiramos a recuperar una tasa de crecimiento más cercana al 4% que al 3% de nuestro PIB -condición necesaria para alcanzar el desarrollo en los próximos 10 años, sin alterar mayormente nuestra estrategia productiva-, será necesario mejorar nuestra capacidad logística.
Son varias las medidas que se deben adoptar para este efecto, entre las que cabe mencionar la creación de un ecosistema logístico que se adecúe a la exigencias de los mercados mundiales, entre los que habría que mencionar procesos orientados a la facilitación del comercio, con un fuerte apoyo de las nuevas tecnologías de la información y perfeccionando la conectividad física. El “Internet de las Cosas” debiera constituirse en un soporte fundamental para el intercambio de información que resuelva en buena medida las trabas en los diferentes eslabones de la cadena logística.
No obstante, el gran aporte que se puede hacer desde esta disciplina no es suficiente para soslayar las inversiones necesarias para dotar al proceso logístico de la infraestructura de calidad que necesita para asegurar la expedición y el bajo costo de los procesos. Es así como los puertos o aeropuertos deben “conversar” con sus abastecedores de carga; estos, a su vez, deben poder escoger el modo que más se adapte a las condiciones de su carga en sistemas multimodales que se interconecten en lugares apropiados para ello, hasta llegar al destino final.
Todo ello es infraestructura que hay que diseñar, financiar y ejecutar como inversión física que debe adaptarse a las nuevas exigencias ambientales y sociales que se imponen en la actualidad a los proyectos de estas características.
Avanzar en conectividad digital y física es la forma a través de la cual se podrá revertir la falta de dinamismos de los precios de nuestras exportaciones. La pregunta es entonces de dónde se sacarán los recursos para ello. Está claro que los gobiernos de nuestros países cada vez disponen de menos recursos para inversión directa y las tasas de endeudamiento público restringen el acceso a créditos. El BID ha señalado con toda claridad que la tendencia en el gasto público a nivel de la Región es que este se concentre crecientemente en el gasto corriente en desmedro de la inversión en capital físico. Chile no se exime de este comportamiento.
Sin embargo, la fuerte expansión que ha tenido el ahorro privado en nuestro país en los últimos 40 años, especialmente en fondos de pensiones y compañías de seguros de vida, ha generado una disponibilidad de recursos que se hace necesario saber aprovechar. Como país estamos en muy buenas condiciones para generar una asociación entre el sector público y privado que asuma como tarea principal la modernización de nuestra cadena logística y nos vuelva a situar en los lugares de avanzada en competitividad a nivel mundial. Tal vez esta es la forma de contribuir con los países de la Región a generar un puente efectivo con los mercados mundiales. |