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Del conductor profesional al Ingeniero en Conducción
Por Diego Bozzano, consultor en Logística y Transporte. Diplomado en Gestión de Operaciones y Logística, IEDE Escuela Española de Negocios (2011). Diplomado en Logística Estratégica Universidad de Chile (2012). Profesor Auxiliar Duoc UC en las carreras Comercio Internacional e Ingeniería en Gestión Logística. / diego@dbozzano.cl
La innovación no se detiene. Al ya conocido Internet de las Cosas (IoT), al Big Data y a la Inteligencia Artificial se le vienen dando diferentes usos en la Industria del Transporte. Sin embargo, nada genera más resquemor en el mercado que los vehículos autónomos. ¿Viene esta innovación a cambiar el mercado para siempre? ¿Es la gestión sobre el conductor un proceso en salida?

Los conductores profesionales son, sin duda, el mayor patrimonio que una empresa de Transporte y Distribución pueda tener en su haber, siendo incluso mayor que la tecnología incluida en sus vehículos o en sus procesos. Su capacitación constante en aspectos de eficiencia, seguridad, mecánica y atención al cliente, han generado toda una industria de soporte a las operaciones de transporte. No obstante, todo lo anterior se pone en entredicho por la aparición de vehículos autónomos, que vienen avanzando a pasos agigantados con pruebas reales tanto en EE.UU. como Europa.

El concepto de vehículo autónomo hace referencia a la capacidad de un vehículo a conducirse por sí mismo, a través del uso de diferentes tecnologías (sensores y software) que le permiten identificar no solo la ruta óptima a seguir, sino además cómo convivir con el resto del tráfico sin tener accidentes; reconocer señales de tránsito; maniobrar para evitar accidentes; entre otras situaciones y sin la ayuda de un humano.

Habiendo aclarado esto, lo primero a comentar es que existen diferentes niveles de conducción autónoma. La estadounidense NHTSA (Administración Nacional de Seguridad en Tráfico en Autopistas, según sus siglas en inglés) establece una clasificación en seis niveles de Autonomía por parte del vehí- culo, yendo desde el “Nivel 0”, dónde el conductor debe operar todo el vehículo, hasta el “Nivel 5”, en el que el vehículo se opera autónomamente en un 100%. Por ejemplo, podríamos decir que en Chile y, sobre todo en el caso de los vehículos mayores, nos encontramos recién en el “Nivel 1” de conducción autó- noma, pues esta categoría es la que hace referencia a la capacidad del vehículo de mantener una velocidad crucero sin ayuda del conductor.

Para que un vehículo pueda estar clasificado como “Nivel 2”, este debe tener la capacidad de poder movilizarse durante un tiempo determinado sin que el conductor deba operar el volante, la caja de cambios o los pedales. Este tipo de vehículos no se encuentran disponibles actualmente en el país, al menos para vehículos mayores. Muchos dirán que ya se encuentran vehículos en Chile que cuentan con más ayuda que la velocidad crucero, pero sistemas -como los sensores de acercamiento o de mantenimiento de carril-, son independientes entre sí. Adicionalmente, no tienen la capacidad de conducir el vehículo el 100% del tiempo, sino que son sistemas de apoyo al conductor, colaborando con la conducción en situaciones puntuales como, por ejemplo, la necesidad de una frenada de emergencia por acercamiento, o la corrección de la dirección del vehículo ante una salida de carril.

Entonces, podemos concluir que, en la actualidad, el promedio de los conductores profesionales que trabajan en nuestro país deben operar el vehículo en un 90% o más, lo que nos muestra que aún estamos bastante lejos de la autonomía total del vehículo, sobre todo en el transporte carretero de carga.


El futuro de la conducción profesional

Ante este escenario, varios actores de la industria se plantean qué deberemos hacer con los Conductores Profesionales, ya que estos -en algún momentoperderán sus trabajos a raíz de los vehículos autónomos. Ante esta situación, debemos aclarar primeramente que los proyectos que hoy se encuentran desarrollando algunas de las principales empresas de innovación tecnológica del mundo (como Uber, Tesla, Google, entre otras), no buscan reemplazar al conductor, sino que aumentar el apoyo que las tecnologías aportan para una conducción más segura.

Analizando los avances que estas compañías han logrado en los últimos tiempos, podemos entender que el futuro de la conducción profesional incluirá una serie de innovaciones tecnológicas que el conductor deberá reconocer, entender y controlar, requiriendo que este ya no solo comprenda aspectos básicos de conducción, seguridad o incluso mecá- nica, sino que también tendrá que ser un usuario experto de las tecnologías disponibles, pudiendo operar no solo un vehículo, sino también la serie de programas informáticos que le ayudarán a controlarlo.

Esto implica un desafío tremendo para nuestra industria del Transporte en Chile. En numerosas ocasiones, la industria ha padecido la falta de conductores y muchas veces los procesos de certificación de las empresas mandantes más rigurosas en aspectos de seguridad, salud y medioambiente, provocan que muchos queden fuera de procesos de reclutamiento por no contar con las competencias necesarias. De esto se desprende que, si la tecnología de los vehículos continúa avanzando, pero nuestros conductores siguen sin desarrollar las competencias necesarias para poder operarlas, entonces estaremos entregando una ventaja competitiva a otros mercados con mayores niveles de capacitación.

Aquí es donde entra en juego el título de esta columna, ya que la posta debe ser tomada por las instituciones de educación superior, principalmente los centros de formación técnica o los institutos profesionales, con el correspondiente apoyo de las autoridades gubernamentales, que permitan desarrollar programas de capacitación que apunten hacia una conducción profesional completa, que incorpore aspectos de eficiencia, seguridad en la conducción, atención al cliente y, obviamente, el desarrollo de las competencias necesarias para operar estas tecnologías, permitiendo contar con un profesional que comprenda su función de manera cabal. La presencia de estas instituciones permitirá emplear herramientas más avanzadas para la capacitación, incluyendo plataformas metodológicas y tecnológicas que complementen la capacitación práctica del conductor, a cargo de las empresas, con conceptos teóricos entregados dentro de una sala de clases.

Sin duda, el aspecto del costo de estas capacitaciones estará en entredicho. No obstante, es mucho mayor el costo por ineficiencias en la conducción o por el no uso de las nuevas tecnologías que el que podamos asumir por tener conductores más desarrollados.

Septiembre 2017
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