Invertir en diseño supone asumir riesgos. Todo lanzamiento de un nuevo producto o de una nueva actividad implica la posibilidad de equivocarse o de triunfar, y en la medida que se analicen todos los factores que amenazan el resultado, disminuiremos el riesgo al fracaso que ello supone. Mercado El mercado está colmado por un gran número de objetos y productos similares que crean ciertas confusiones ante los consumidores. Darle a un nuevo producto un perfil competitivo se ha hecho cada vez más difícil, y es aquí donde el diseño juega un papel muy importante y le corresponde a la empresa asumirlo. El diseño abarca la globalidad de la estrategia de la empresa tanto a nivel corporativo y de gestión como de producto/servicio, debiendo funcionar entonces como eje central inte-grador entre las diferentes áreas de la empresa, por lo que el trabajo debe ser multidisciplinario y en equipo. El diseñador debe desempeñar un papel de coordinador y gestor en todo el proceso, por lo que su actividad debe ser Integradora, colaborando en todos los niveles de decisión de la organización. Una empresa que invierte en desarrollo de producto no sólo apuesta por el aumento de ventas, la disminución de la cantidad de devoluciones y errores en los productos y por el reconocimiento en un mercado donde el cliente es cada vez más exigente, sino que por aumentar la capacidad organizativa, diferenciadora e innovadora que se refleja en la competitividad y continuidad de la empresa. ¿Cómo lograr un producto de éxito? El diseño, como elemento clave en la gestión de una empresa, no es una estrategia de marketing o de venta, sino una herramienta de mejora continua que apoya el camino hacia el éxito y que no es resultado de la casualidad. Como herramienta, el diseño cubre las necesidades y perspectivas externas (usuario) e internas de la empresa, generando una unión entre las dos. El diseño es más que estética; es funcionalidad e inte-racción entre las personas y los productos, así como también entre las diferentes disciplinas. Algunos aspectos importantes que se tienen en cuenta por parte de los diseñadores y que el empresario debe entender para una buena gestión de producto consisten en: Estar predispuestos a la innovación. Generar políticas internas de gestión y comunicación. Pensar en el usuario final. Introducir tecnología y elementos de calidad. Racionalizar y sistematizar el proceso de desarrollo de nuevos productos. Investigar sobre nuevos recursos productivos. Optimizar e individualizar la comunicación del producto. Dar fluidez a la red comercial del producto. Optimizar los sistemas de distribución. Minimizar el impacto ambiental. Innovar en las categorías de productos. Esto se verá reflejado tanto internamente, al ahorrar tiempo, energía y dinero, y en el producto mismo, a través de la facilidad de uso, la seguridad y, lo más importante, las ventas. El diseño del producto parte y se desarrolla basándose en dos grandes condicionantes o presupuestos: La realidad externa: Marco socioeconómico y cultural en que debe diseñarse. La realidad interna: Objetivos y recursos concretos de la empresa. Ambas realidades exigen un conocimiento profundo previo a la configuración del objeto. De aquí que la asociación del Diseño al Marketing sitúe ambas disciplinas como puente entre la empresa y el mercado. El marketing realiza esta labor desde el campo de la investigación; el diseño, como traductor-intérprete de los resultados de la investigación al objeto industrial. Pero, más allá de esa aproximación, es relevante considerar cuál puede ser el papel que ejerce el diseño industrial en los procesos de innovación: un elemento integrador entre la industria y el consumidor.
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