Existe en Chile un consenso general respecto a que a todos nos gustaría que Chile fuera un país plataforma desde el punto de vista comercial y logístico, porque efectivamente está hoy en una posición privilegiada. Sin embargo, esta es una ventaja competitiva que no va a perdurar en el tiempo, porque está sustentada en los TLCs firmados, que posicionan a Chile como el país latinoamericano con mayores accesos a los mercados internacionales. Y obviamente con aranceles preferenciales; lo que cualquiera de nuestros vecinos quisiera. Entonces, considerando esta situación histórica y única, pero insisto transitoria, habría que aprovecharla fuertemente y dar el siguiente paso, que es precisamente convertirse en país plataforma. Es sólo una cuestión de tiempo que las demás naciones latinoamericanas que aún no tienen desarrollada su apertura al mundo lo hagan. Tenemos cinco o quizás ocho años de ventaja en ese sentido; años que hay que aprovechar al máximo para expandir esa ventaja competitiva y robustecerla. Las barreras Reconocer las limitaciones de Chile y a partir de ellas crear estrategias para consolidar su imagen en la Región y en el mundo, es uno de los primeros pasos para convertirnos después en país plataforma. Una de ellas es el tamaño de mercado, muy pequeño en comparación a gigantes como Brasil, México y Colombia. Es necesario apuntar, precisamente, a que reconociendo nuestra limitación de mercado, seamos capaces de convertir eso en una fortaleza. Antes de promocionar a Chile como país plataforma, deben cumplirse varias etapas, circunstancias endógenas y exógenas a resolver que se presentan como importantes barreras que derribar. Los factores exógenos están dados por la naturaleza de nuestros vecinos, porque para que un país pueda convertirse en país plataforma, su entorno regional inmediato también tiene que ser suficientemente atractivo para los inversionistas extranjeros. En este sentido, si ciertos países de la Región dan señales confusas al mercado internacional, como por ejemplo poca claridad en los temas de seguridad jurídica de las inversiones extranjeras o inestabilidad política, lo más lógico es que las multinacionales se alejen. ¿Cómo resolver este detalle? Sólo a través de una adecuada política de integración regional entre los países vecinos de Chile. Los factores internos, en todo caso, se presentan como escollos mucho más complejos de superar. Algunos de ellos tienen que ver netamente con temas de índole macroeconómica, como por ejemplo que la opinión pública está comenzando a asustarse porque cada mes se recortan las proyecciones de crecimiento de Chile para el próximo año. Y el gran debate nacional es por qué no crecemos más y qué tenemos que hacer para que el país recupere la senda del crecimiento de 6% ó 7% anual que se había proyectado. Otro factor endógeno son las rígidas leyes que existen en el mundo de las relaciones laborales, lo que a mi juicio juega en contra de un modelo de crecimiento. Está demostrado que aquellos países que más crecen, entre otras cosas, cuentan con una legislación laboral tremendamente flexible y favorecedora, para que la Pyme sea un gran motor de crecimiento y no sólo la gran empresa. Hoy, ocurre que por la baja flexibilidad laboral y por una gran cantidad de trabas burocráticas para los emprendedores y empresarios la inversión se desincentiva muchísimo. Eso se ha convertido en un freno, el que obviamente atenta contra el proyecto Chile, País Plataforma. Diploma de honor Recientemente, la ALOG dio a conocer la Agenda Logística País, un documento que pretende invitar a la reflexión y lanzar una discusión a nivel nacional, que concite a todos los actores involucrados, desde el sector público al sector privado. En este documento, se plasman los principales desafíos que se deben concretar en el sector logístico, para sentar las bases que permitirán a Chile convertirse en el trampolín de América Latina hacia el mundo. Si trabajamos una agenda logística país, automáticamente estaremos en condiciones de convertirnos en plataforma regional, resolviendo los problemas que aquí se plantean. Entre ellos está la política de inversión en infraestructura, la adecuación de nuestro marco legal a las exigencias y mejores prácticas internacionales, la implementación del transporte multimodal y la capacitación del capital humano. Pero, ¿qué significa en términos logísticos que Chile logre convertirse en un país plataforma? Significa que el país cuente con la capacidad de infraestructura vial, portuaria, aeroportuaria, ferroviaria y con la capacidad humana en términos de know how logístico, y que sea posible entregar soluciones para grandes volúmenes de importaciones y exportaciones. La meta es que Chile se transforme en una especie de hub logístico. Y para lograrlo juega a nuestro favor, en términos de infraestructura portuaria, que los puertos más importantes de nuestro país están certificados bajo el estándar ISPS y que los buques chilenos son reconocidos a nivel mundial por cumplir altos estándares de seguridad. Confabulan positivamente también, los tratados de libre comercio firmados, que podrían permitir a Chile convertirse en un país armador de productos, hasta el que llegaran partes y piezas y desde donde salieran artículos terminados, agregando la maquila necesaria para ello. Podrían ser reexportados amparados bajo los TLCs, con denominación de origen chileno hacia mercados internacionales. "Esta es una posibilidad que no hemos explorado exhaustivamente, pero que le da más importancia aún a la posibilidad de que Chile logre ser algún día un país plataforma. Suenan fuerte también otras ideas brillantes en torno a la consolidación de la imagen de Chile como país plataforma. Se podrían crear zonas de actividad logística en los hinterland de los puertos, y así crear polos de desarrollo a nivel regional. Y es que la presunción de imaginar a Chile efectivamente como un país plataforma parece ser la solución a muchos de los problemas que enfrenta el país; una especie de diploma de honor que nos permitiría estar cada vez más cerca del desarrollo. |