El desafío de industrias sin malos olores Por Ernesto Sánchez, Air Quality SUEZ, Gerente General de Serpram. / ernesto.sanchez@suez.com Ernesto Sánchez. Alo largo del país, hay diversas ciudades que sufren por los altos índices de contaminación atmosférica. Como si eso fuera poco, es frecuente que los vecinos y comunidades reclamen por los malos olores que emanan de diversas industrias. Cualquier contaminación afecta negativamente la calidad de vida y la percepción de bienestar que tienen las personas. Solo en lo que va del año, ha habido acusaciones en diversas regiones contra lecheras, avícolas, sanitarias, forestales, pesqueras, entre otras empresas productivas, debido a olores que expelen sus procesos y que, en muchas ocasiones incomodan a quienes viven, estudian o trabajan en esos sitios.
Lamentablemente, esta problemática no es una novedad y, a nivel país, hay casos célebres que han generado un antes y un después en torno al manejo de olores por parte de diversas compañías. Aún está en la memoria de muchos el caso de la comunidad de Freirina, en la Región de Atacama, que terminó por cerrar una planta faenadora de cerdos por causa de las emanaciones que generaba. Su cierre provocó un impacto económico negativo para la zona, pues recortó importantes puestos de trabajo que eran anhelados por la comunidad, sumado a la pérdida de la inversión por parte de la empresa. A pesar de esta lección, todavía hay tareas por hacer en otras industrias que deben incorporar el tratamiento de olores a sus procesos. Abordando la problemática La generación de olores en la industria representa hoy un problema complejo que requiere de la integración de diferentes metodologías de trabajo, entre las que se incluyen la adopción de buenas prácticas en los procesos productivos, el estudio y diagnóstico de los principales focos generadores de olor, el confinamiento, canalización y extracción de las emisiones odoríferas y, en última instancia, el tratamiento fin de línea más adecuado a la naturaleza de los compuestos a tratar. No hay una receta universal y, por tanto, cada problema requiere de una solución específica definida e implementada por empresas de solvencia demostrable.
Como ejemplo de buenas prácticas en la gestión del impacto por olores, ya existen experiencias en el país que han obtenido buenos resultados en ciertos sectores, como en los que hay tratamiento de RILES, cría intensiva de aves y cerdos y empresas de alimentación o rendering (aprovechamiento de subproductos animales). En ellas se han considerado tanto medidas encaminadas a actuar sobre el origen del olor y los procesos generadores, como a reducir el impacto al programar determinadas operaciones.
Esto teniendo en cuenta los períodos de menos impacto al entorno (horarios escolares, dirección de los vientos, etc.), ubicar los procesos generadores de olores en los espacios más alejados de los receptores sensibles, y aprovechar la orografía y barreras naturales del entorno como medida de contención de la dispersión de olor. Todo lo anterior se lleva a cabo en el marco de un plan de gestión de olores que debe considerar, al menos, programas educativos y formativos de todo el personal operacional, planes de limpieza y aseo frecuente de instalaciones y vehículos, y procedimientos de actuación ante eventuales emergencias para tratar emisiones imprevistas o accidentes.
En Chile, existe el talento, la experiencia y tecnología probada a nivel global para gestionar de manera eficiente y sostenible los malos olores, ofreciendo soluciones integrales que permitan a la industria centrar sus esfuerzos en el desarrollo sostenible de su actividad productiva, en armonía con su entorno. |