Por Rodrigo Vera Martínez, Subgerente HSEC de Nexxo S.A. rvera@nexxo.cl
Rodrigo Vera Martínez.
Generalmente, cuando ocurre un accidente, se analizan las causas y, a partir de ello, las medidas de control -correctivas y/o preventivas-, apareciendo en una gran cantidad de casos un común denominador: falta de autocuidado al realizar la tarea. Pero, ¿qué es el autocuidado?
Una primera definición corresponde a la enfermera norteamericana Dorothea Orem, creadora del concepto, quien lo define como “un conjunto de acciones intencionadas que realiza o realizaría la persona para controlar los factores internos o externos que pueden comprometer su vida y desarrollo posterior”, para luego agregar que “una persona cuida de sí misma cuando toma decisiones teniendo en cuenta qué es lo que le conviene”.
Otras definiciones, ya más ligadas al ámbito de la seguridad laboral, las encontramos en la Fundación Iberoamericana de Seguridad y Salud Ocupacional (FISO):
“El Autocuidado en el ambiente de trabajo es la capacidad de las personas para elegir libremente la forma segura de trabajar; se relaciona con el conocimiento de los Factores de Riesgo que puedan afectar su desempeño y/o producir accidentes de trabajo o enfermedades profesionales”, para luego concluir con otra definición entregada por la misma organización, que nos dice lo siguiente: “el Autocuidado es el conjunto de habilidades y competencias a las que recurre el individuo para establecer procesos y manejos desde y hacia sí mismo, hacia el grupo, hacia la comunidad o hacia la empresa, con el objeto de gestionar y resolver sus propios procesos y su necesidad de desarrollarse como ser humano y frente a los desafíos del diario vivir”.
Una vez leídas las definiciones podemos plantear algunos elementos que resaltan con nitidez y que nos permiten abordar el tema de fondo que nos convoca. La definición de Orem plantea como elemento central la intención, o mejor dicho “la buena intención”, de poder efectuar una tarea sin afectar el entorno o a sí mismo. De esta definición, podemos rescatar la idea fuerza “el conjunto de habilidades y competencias para elegir libremente la forma segura de trabajar” y, para finalizar, recogemos como relevante “gestionar y resolver sus propios procesos”. Todas estas aseveraciones tienen como centro de su discurso que es la persona, en su diversidad natural y esencial, la que determina qué es lo correcto o incorrecto y, en consecuencia, el camino a seguir.
Para ello, si bien puede verse impactada por elementos externos como normas, estándares, procedimientos, elementos del entorno ambiental, no son decidores a la hora de llevar a cabo la tarea, como lo es la propia percepción de cómo debe ejecutarse la misma. Indicado esto, es dable plantear que el autocuidado tiene tantas definiciones y aplicaciones como personas existen, siendo, por ello, su aporte a la prevención limitado e imposible su seguimiento sistémico.
Como conclusión, podemos decir que el aporte del autocuidado es de índole emocional. Entonces, mientras las motivaciones no estén vinculadas a un proceso sistémico, solo serán buenas intenciones, siendo, en consecuencia, su contribución marginal, en la medida que no se transforma en una conducta responsable, primer eslabón de una cultura responsable.