El informe de la OMC sobre el Comercio Mundial en el 2008 apunta a evitar el potencialmente desastroso fracaso de la Ronda Doha de negociaciones comerciales multilaterales, que comenzó en Noviembre del 2001 y que debería culminar pronto.

El objetivo de Doha es liberalizar el comercio global de productos agrícolas y bienes industriales, y lograr algún grado de reducción de las trabas al comercio de servicios.

Pero los crecientes sentimientos aislacionistas y proteccionistas, especialmente en algunos países de Europa y en partes de Estados Unidos, hacen difícil que se logre un paso adelante significativo, lo que puede ser muy dañino para la economía mundial.

El informe recuerda que el comercio internacional ha permitido a muchas naciones obtener los beneficios de la especialización y lograr economías de escala para producir de manera más eficiente.

Ha incrementado la productividad, impulsado la difusión del conocimiento y de nuevas tecnologías, y aumentado la posibilidad de elección de los consumidores.

Pero hace notar que la opción de una mayor integración en la economía mundial no siempre ha gozado de popularidad, y señala que esto ocurre especialmente en países que carecen de políticas públicas que faciliten la adaptabilidad económica y reduzcan el temor al cambio.

"Pocos pondrían en duda los beneficios que han producido la globalización y el comercio en forma de una mayor prosperidad para centenares de millones de personas y una mayor estabilidad entre los países. Sin embargo, muchas personas de diferentes sociedades de todo el mundo han disfrutado poco o nada de los beneficios de la globalización. Los retos a los que se enfrentan los gobiernos nacionales para administrar la globalización son formidables, y para que se extienda la prosperidad se requiere una decidida unidad de miras", dice Pascal Lamy, Director General de la OMC, en un prefacio al Informe.

Y en la presentación del informe, Lamy instó a todas las partes a dar "el empujón fundamental" a las negociaciones comerciales de Doha teniendo presentes los archi-probados beneficios del comercio que están siendo amenazados, así como "los nubarrones que se ciernen sobre el horizonte económico mundial".

Dijo que esas negociaciones han llegado a su fase decisiva, y ahora la comunidad internacional será juzgada por su voluntad y capacidad para participar en la conducción de la globalización de una manera efectiva y justa.

Según Lamy, lo que está en juego en la ronda de Doha no son sólo los beneficios compartidos que se derivarían de un buen acuerdo.

También hay que preguntarse qué va a llenar el vacío que se produciría si estas negociaciones multilaterales se rompen y no se logra un acuerdo mutuamente beneficioso para todas las partes.

Según él la globalización no se va a detener, puesto que ella es el resultado del progreso tecnológico. Sin embargo, lo que se decida en Doha puede ayudar o perjudicar de muchas maneras el desarrollo armónico de estas tendencias.

En las últimas décadas se ha acumulado una enorme cantidad de evidencia que demuestra la contribución del comercio internacional al bienestar, la prosperidad y la aceleración del desarrollo en el mundo.

Por esto, no es de extrañar que estudios de opinión recientes realizados en casi 50 países desarrollados y en desarrollo demuestren que grandes mayorías de personas siguen creyendo que el comercio internacional beneficia sus países.

Sin embargo, esta aceptación de las ventajas de la globalización coexiste con temores a los aspectos negativos involucrados en los mayores niveles de competencia, incluyendo quiebras de empresas, pérdidas de puestos de trabajo, desigualdad y marginalización.

El informe de la OMC reúne la evidencia que existe sobre estos problemas, y concluye que aunque todos los países ganan con la globalización, los que más se han favorecido son aquéllos que han implementado políticas para hacer sus economías menos rígidas y más adaptables a cambios que a la larga son inevitables.

La reducción de la resistencia al cambio la logran a través de programas que ayudan a quienes trabajan en sectores que no son competitivos para cambiarse a sectores que sí lo son, y aseguran que estos cambios no les resulten traumáticos.

Lo central de la globalización es una integración más profunda de los mercados de productos, capitales y trabajo a nivel mundial para el logro de una asignación más eficiente de los recursos económicos.

Esta integración es impulsada por la innovación tecnológica, que tiende a fragmentar los procesos de producción entre múltiples jurisdicciones.

Dado que el avance tecnológico es cada vez más rápido, los países que cuentan con estructuras de protección social que favorecen la innovación y la adaptabilidad, en lugar de proteger el inmovilismo, son los que más se benefician.

La adaptabilidad implica liberalización económica, comercial y financiera, y también requiere de una mayor flexibilidad para el desplazamiento de trabajadores a través de las fronteras nacionales, aunque esto sólo pueda avanzar en base a un amplio consenso social, y de una manera gradual.

Esto último permite resolver la escasez de personal calificado en países en desarrollo, y la falta de trabajadores de menor calificación en sociedades con poblaciones en rápido proceso de envejecimiento.