La técnica holográfica, que permite almacenar y luego reconstruir una imagen de manera que parezca tridimensional, fue inventada en 1947 en Inglaterra por el físico húngaro Dennis Gabor (lo que le valió el Premio Nobel de Física en 1971). El potencial que encerraba ese genial descubrimiento ha venido desenvolviéndose a un ritmo acelerado desde 1960, cuando se inició el desarrollo del láser, y sus aplicaciones prácticas se han multiplicado rápidamente en las últimas décadas. Ellas se han centrado especialmente en materia de seguridad, pero están creciendo también con enormes perspectivas en el campo del almacenamiento masivo de información.  La razón por la cual los hologramas resultan tan efectivos desde el punto de vista de la seguridad contra falsificaciones es que están gobernados por propiedades físicas diferentes a los medios impresos: a diferencia de estos últimos, que reflejan la luz, ellos la difractan.
Por esto, enfrentados a los hologramas, de poco les sirven a los falsificadores sus sofisticados dibujantes, scanners, copiadoras y equipos de impresión convencionales. Las etiquetas holográficas son producidas a partir de un holograma maestro, cuyo diseño y producción requiere de equipos ópticos sofisticados y de alta precisión. Estos, además de ser extremadamente caros, son difíciles de adquirir, sin pasar inadvertido. Para colmo, además de las imágenes tridimensionales que muestran a simple vista, estas etiquetas suelen incluir una variedad de mecanismos de seguridad ocultos. Por esto, el uso de hologramas de seguridad tiende a ser un disuasivo eficaz contra los falsificadores, quienes tienden a optar por objetivos más fáciles de atacar.
Hologramas para la seguridad
Los pioneros en el uso de hologramas de seguridad fueron la industria financiera y los gobiernos, pues ellos deben buscar constantemente mecanismos para evitar la falsificación de documentos y valores. De ahí que hoy en día la mayor parte de los pasaportes en el mundo estén confeccionados con hologramas, y algo similar ocurre con las tarjetas de crédito y con una proporción importante de los billetes en circulación (incluyendo los euros, las libras esterlinas, los dólares canadienses, los yenes japoneses y los billetes de 20 reales en Brasil). Muchos países confeccionan sus pasaportes con pegamentos especiales que destruyen los hologramas por completo en caso de que se intente removerlos de su posición original.  Pero también las diversas ramas industriales están debiendo recurrir crecientemente a sellos holográficos para proteger sus productos de la falsificación y la piratería a escala industrial.
Estos incluyen desde el software y las micro-procesadoras hasta los DVDs y los CDs, pasando por los medicamentos y una amplia gama de otros productos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cifra de ventas mundiales de medicinas falsificadas y de bajo estándar, incluyendo a las que son derechamente un peligro para la salud de quienes las consumen, alcanza nada menos que 32.000 millones de dólares por año. Los envases sellados con autoadhesivos holográficos son apreciados por los consumidores porque aseguran que el producto adquirido sea genuino; que esté completo; que no ha sido violado ni adulterado en su contenido; y que cumpla con lo garantizado. Otro factor que está contribuyendo a la generalización creciente de los sellos holográficos es que, con los avances tecnológicos y los incrementos en las escalas de producción, sus costos unitarios están bajando con rapidez. Actualmente, alcanzan niveles que suelen resultar rentables para uso en una gran variedad de productos, dado el valor que les adicionan al garantizar al usuario final una compra segura.
En Internet pueden encontrarse proveedores de sellos holográficos sencillos de hasta 0,625 x 0,74 pulgadas (algo menos de 1,6 x 1,9 cm) por 10 centavos de dólar por unidad para tirajes de 50.000 unidades, y de 19 centavos por unidad para igual tiraje de sellos holográficos de hasta 1 x 1,25 pulgadas (2,54 x 3,175 cm). Y los costos unitarios bajan sustancialmente conforme aumenta el orden de magnitud de los volúmenes requeridos. | 
