En nuestro país, a partir de octubre pasado, con el denominado “Estallido Social”, diversas ciudades (Antofagasta, Iquique, La Serena, Santiago, Talca, Concepción y Temuco, entre otras) fueron afectadas por desórdenes públicos, situación que no solo incidió en actividades comerciales como el transporte, comercio, hotelería y gastronómicas, sino que también en la denominada “sensación de seguridad” de ciudadanos, así como también de un sinnúmero de empresas peque- ñas, medianas y grandes cadenas comerciales. Pero estos episodios, que podrían entenderse como de exclusiva responsabilidad de las autoridades, ¿por qué generaron una gran preocupación en la industria?

Tal vez los factores para dar una respuesta a esta incógnita son variados. Desde una dimensión de seguridad, por ejemplo, quienes cometieron estos desórdenes públicos añadieron componentes a éstos a los que no estábamos familiarizados: el saqueo de tiendas y la quema de supermercados, el destrozo de estaciones de metro, así como la extrema violencia en la ejecución de estas acciones. En otras palabras, la habitualidad del delito cambió significativamente.

¿Qué se debería esperar? En este sentido, con un desempleo creciente y con la cruel recesión que se avecina, sin duda el descontento social tendrá un rebrote y los riesgos a la seguridad patrimonial aumentarán. Esto no es teoría: cabe recordar que ya hemos sido testigos de quema de camiones en el sur, de asaltos a camiones en centros urbanos, de robos violentos en centros de distribución, entre otros delitos.

Algunas recomendaciones

Estos antecedentes debieran hacernos pensar, entonces, en futuros escenarios de seguridad que minimicen los riesgos en el mediano plazo y que impactarán significativamente en el negocio, sea este del ámbito logístico, cadena de transporte y seguridad de instalaciones.

En los centros de distribución y bodegaje, aparte de los resguardos básicos de cierres perimetrales, circuitos cerrados de TV, entre otras medidas, debemos considerar, por ejemplo, el eventual ingreso de turbas que saquearán y además pueden provocar daños considerables, a través de incendios intencionales. Por ello, se supone relevante el desarrollo de planes contra incendios, planes de emergencia y, por qué no decirlo, la adecuada protección y segmentación del producto almacenado. Para esto, se recomienda implementar barreras de resistencia contra el fuego por áreas, o bien, anillos de seguridad con guardias que, por una parte, protejan nuestros activos y, por otra, dificulten notoriamente el acceso frente a un evento de esta índole.

El transporte de carga no escapa de estos fenómenos delictivos, por lo que también requiere una mirada estratégica, ya sea cambiando días, horarios y rutas de desplazamiento. Asimismo, se debe invertir en tecnología satelital de seguimiento vehicular, protección de carga, seguros asociados, cámaras de vigilancia, entre otras consideraciones.

Sin duda alguna, debiésemos preguntarnos qué puede ocurrir y, para ello, debemos identificar la probabilidad de ocurrencia de un hecho, su gravedad, y este resultado nos entregará un valor final traducido en el índice de riesgo. Dicho índice nos brindará los insumos necesarios para diseños, planes (emergencia/contingencias) y orientación estratégica de seguridad, lo que incidirá directamente en una correcta y ajustada inversión, sea esta tecnología de vigilancia o bien recursos humanos.

En la presente situación, el nivel estratégico-directivo de una organización tiene una excelente oportunidad para anticiparse a los cambios probables. Materializarlo ahora, representará una tranquilidad para el mañana en pos de la continuidad operacional y del ciclo de vida del negocio.