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Conciencia logística en ecosistemas urbanos
Por Julio Villalobos Contreras, Director Centro del Transporte y Logística Universidad Andrés Bello. / jvillalobosc@unab.cl
Según las Naciones Unidas (2014), más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas, y se espera que aumente a un 70% en 2050. Latinoamérica, la Región más urbanizada del planeta, se acerca a un 80%. Durante los últimos 20 años se ha evidenciado una transformación radical en las ciudades y la urbanización se ha posicionado como una de las tendencias más significativas que proporciona los cimientos y el impulso para el cambio global en el siglo XXI.

Como señala ONU-Habitat el cambio hacia un mundo cada vez más urbanizado significa una fuerza transformadora que puede ser aprovechada para una trayectoria de desarrollo sostenible. Las ciudades se han convertido en un pilar potente y positivo para enfocar el crecimiento económico sustentable, el desarrollo, la prosperidad y el impulso de la innovación y la inversión, tanto en los países desarrollados, como en los países en desarrollo. Sin embargo, este dramático giro hacia la vida urbana también tiene implicaciones profundas en el consumo de energía, la política, la seguridad alimentaria y el progreso humano.

En este contexto, la pregunta que nos surge es: ¿están las ciudades preparadas para integrar y absorber un flujo creciente de mercancías que acompañan al crecimiento económico y al fenómeno de la urbanización?

La entrega de los bienes necesarios para sostener las grandes poblaciones en ciudades densas e inorgánicamente desarrolladas es un reto. Esto es particularmente cierto para las grandes ciudades en mercados emergentes, donde las operaciones logísticas necesitan hacer frente a problemas como la extrema densidad urbana, congestión, crecimiento poblacional, exclusión social, seguridad, déficit de infraestructura urbana, canales minoristas altamente fragmentados, innovaciones disruptivas en las entregas de última milla, y generalmente, con regulaciones locales ajenas e ignorantes de toda esta diná- mica.

Con desazón hemos visto que quienes diseñan y planifican la ciudad, piensan muy poco en los comportamientos económicos de quienes habitan o producen en ellas, quienes además, deben abastecerse y consumir todo tipo de productos y bienes, con patrones cambiantes y con crecientes exigencias en los niveles de servicio. Quienes diseñan y planifican las ciudades dan por sentado que ello sucede de forma eficiente por ser resuelto por contratos libres y privados, sin mayores desafíos de proyección y sin impactos relevantes sobre la calidad de vida y los objetivos sociales. Al parecer no hemos tomado conciencia que los miles de vehículos comerciales e industriales que a diario circulan por nuestras ciudades, a la vez de responder a una necesidad social fundamental, generan impactos negativos en congestión, contaminación, emisiones, ocupación del espacio público, ruido y accidentabilidad, por mencionar los más evidentes.

Basta leer las principales iniciativas que piensan las ciudades y sus transportes, no solo en Chile, para evidenciar que adolecen de lo aquí planteado: una pobre incorporación o derechamente una ausencia de un diagnóstico que incorpore e integre los desafíos y complejidades que la logística urbana, como respuesta a tendencias estructurales de consumo y estilos de vida, supone para las ciudades en su conjunto. Desconocemos las características básicas del fenómeno y a partir de ello ignoramos su dinámica.

Queda entonces planteado el primer desafío para avanzar hacia una real conciencia logística en los ecosistemas urbanos: comprender de forma integral la dinámica del sistema de transporte y distribución de carga en la ciudad, tanto en su capacidad de responder a las necesidades de consumo a través de servicios logísticos que viabilizan la respuesta a dichas necesidades, así como comprender la dinámica y tendencia de sus impactos sociales y ambientales.


La respuesta está en la integración

La conciencia sobre el sistema de distribución urbana de mercancías se complejiza mucho más al incorporar, a esta aparente indiferencia, los diversos intereses de quienes participan directamente en dicho sistema, todos legítimos aunque muy particulares.

En el sector público, tanto quienes gestionan el tráfico de la ciudad, como los responsables municipales por regular los flujos de carga en su territorio, casi exclusivamente ven consecuencias, diseñan y discuten instrumentos de polí- tica pública sin antecedentes ciertos que reflejen los reales impactos de su eventual aplicación. Por ejemplo ¿cuál es el impacto sobre las cadenas de distribución urbana (en servicio, costo, emisiones y congestión) al aplicar tarificación vial en zonas congestionadas, en relación a restringir el acceso a dichas zonas o derechamente incrementar la restricción a la circulación vehicular?

Por otro lado, en el sector privado, quienes comercializan sus productos en las ciudades (proveedores y canales) piensan principalmente en reducir el stock inmovilizado y a la vez sofisticar su oferta de servicios de entrega. El resultado: avanzan al diseño de redes que priorizan reducir tiempos de respuesta, a la vez de minimizar inventarios en la cadena: es decir, más transporte, más congestión y menos entregas por kilómetro rodado. Los proveedores de servicios de transporte y distribución buscan afanosamente reflejar en tarifas las crecientes dificultades y pérdida de productividad producto de los efectos que la complejidad urbana supone.

Por último, los consumidores y sus exigencias en la forma de acceder a estos productos, la necesidad de respuestas personalizadas, así como los estilos de vida y los perfiles de vivienda, suponen el marco en el cual la logística urbana se despliega y transforma en estos días. El camino que se propone ante este escenario es el de la integración; integración que creemos se debe abordar en dos dimensiones como un primer paso hacia la conciencia logística.

Por un lado, la integración del sistema de transporte urbano de carga a la mirada de ciudad que tenemos y queremos. Comprender que, por muy compleja que sea la dinámica del movimiento de carga en territorios particulares, no podremos dar respuesta a los desafíos econó- micos, sociales y ambientales, de vivir en ciudades sin su incorporación.

La segunda dimensión de la integración viene de la mano de la transformación digital. Esto consiste en la captura de forma masiva de datos presentes en gran cantidad de sensores que acompañan el desarrollo de los procesos de transporte y distribución de carga en entornos urbanos: su integración y transformación en información, permiten un mayor conocimiento de su trayectoria y tendencias para la toma de decisiones, tanto públicas como privadas.

Para quienes ejecutan las operaciones de distribución urbana, vemos que, la incorporación de TIC’s y modelos de análisis de información que apunten a una gestión dinámica de flotas, son el camino diferenciador y, quizás, la principal vía de construcción de un servicio sustentable.

La integración, como primer paso para luego comprender la dimensión logística que las ciudades suponen, y así llegar a decir que existe una conciencia logística en ecosistemas urbanos, supone una mirada que va más allá de la logística en sí, porque esta es más parte de nuestras vidas de lo que normalmente pensamos.


Una historia de toma de conciencia logística...

Sebastián camino a su departamento, a la salida de su estación habitual de metro recuerda que debe comprar un nuevo disco duro externo, afortunadamente a su paso hay una tienda y al pagar el vendedor dice:

- No damos bolsas, debemos cuidar el medioambiente.

Sebastián quien no tuvo un buen día, indeciso y algo incómodo, decide no comprar y sigue a su hogar. Sube a su departamento y se sienta a revisar en su teléfono inteligente, quién sabe qué.

A los 15 minutos Sebastián recuerda el disco duro y en la infinita oferta que el e-commerce le dispone, encuentra el mismo producto a igual precio. Sebastián decide comprarlo. Esta vez el disco duro llegará a Sebastián ya no en una bolsa, sino en un camión, con una huella ambiental y de congestión significativa y con un embalaje plástico lo suficientemente abundante para preservar el cuidado del producto. Ojalá Sebastián se encuentre el día de la entrega, si no esa huella será el doble.

Mayo 2019
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