Parece ser que el diseño está de moda en la industria
Ha ocurrido un fenómeno interesante desde el punto de vista del diseño. Hasta hace un tiempo la industria lo había visto sólo como el merengue de la torta, sin tenerlo en cuenta en el desarrollo de productos. Pero algunos resultados relevantes, sobre todo desde el punto de vista del boom de los envases, han transformado al diseño en un elemento de gran valor para la gestión de las compañías. ¿Cómo ha logrado el diseño convertirse en una herramienta poderosa dentro de la industria? Poco a poco, a medida que los empresarios se han dado cuenta que los diseñadores no hacen dibujos solamente y que desde su conocimiento pueden aportar al principal valor de las empresas: su identidad y su producto. Pero por décadas no ha sido visto así, a pesar de que hoy hay empresas que usan el diseño como una herramienta de poder, exitosamente. Hay más conciencia de la importancia del diseño en los resultados del negocio
Sí. Y es que el diseño es además un motor de desarrollo. Pequeños países han alcanzado el desarrollo teniéndolo como uno de los pilares de su estrategia-país. Ejemplos de eso son España, Finlandia, Corea y Singapur, países que han sabido aplicar el diseño en lo que los clientes quieren. Hoy día el diseño es relevante para satisfacer las necesidades de las personas y los mercados, y desde el punto de vista de la construcción de la identidad de las empresas. Entonces, el diseño pasa a ser el producto
Así es. Todo pasa por el diseño. Las mujeres no se compran un vestido, se compran una forma de verse bien. Por eso es que el diseño está íntimamente vinculado al negocio y es mucho más que un look de marca. Por lo tanto, el negocio puede crecer o caer a través del diseño. El problema es que esta reflexión todavía no está en todas las empresas; de hecho está en muy pocas de ellas, pero es necesario llevar a la industria hacia esa conversación. ¿En las empresas exportadoras eso tampoco se discute? Un poco más que en el resto. Ahí el diseño está recién partiendo y desarrollándose, aunque todavía a nivel muy básico. Si queremos imponer nuestro salmón, nuestro vino y productos del cobre, entre otros, es necesario diseñar desde el cliente, desde su punto de vista, porque lo que la gente compra en definitiva no son productos, son estados de ánimo y esto no es fácil de comprender y luego aplicarlo a las ofertas exportadoras. ¿Por ejemplo? El salero de Sal Lobos es un producto desarrollado a partir del problema de las personas con los saleros tradicionales, que se tapan y se derraman. Eso nos llevó a crear un salero que la gente pudiera llevar a la mesa y que tuvo tal éxito que mejoró la rentabilidad de la compañía notablemente, cerca del 28% dentro de la facturación total. Entonces, a través de un envase distinto, mejoramos el margen de un producto commodity como es la sal. Pusimos en el mercado un producto que no existía, pero que la gente necesitaba y mejoramos los resultados del negocio. Sin duda, un ejercicio perfecto. ¿Qué otros casos son dignos de destacarse? Savia Grapes es uno muy reciente. Ocurre que cuando la uva se corta de la parra, a las dos horas ha perdido el 5% de su peso. Eso en Chile, un mercado de US$2.000 millones significa una pérdida de US$100 millones. Entonces inventamos un gancho que se coloca como manilla del racimo y que permite alimentar el escobajo (tallo de la uva) para que no pierda ni su color ni su peso. De esta manera, cuando la uva llega a puerto, el escobajo es revisado y evaluado -porque mientras más café y seco, el precio es menor- y gracias a la utilización de Savia Grapes la uva está como recién cortada, incluso hasta 90 días después. Eso implica ganancias millonarias
Si pensamos que perdemos US$100 millones sólo por cortarla, pero además otros US$4 millones por el castigo que sufre su precio si empieza a envejecer, el resultado es un mejoramiento del margen de la uva cercano a los US$200 millones. Es ahí cuando el diseño agrega valor a la empresa. Junto con eso, hoy podemos exportar uva a Asia, lo que antes no era posible porque llegaba demasiado madura. ¿Cuál es la moraleja para las empresas entonces? Invertir en diseño, probar, investigar y diseñar incansablemente. Y resideñar después. A mayor diseño, mejor producto; la ecuación es así. Las empresas que han ido por el camino del diseño lo han comprobado. Toda inversión vale la pena si el retorno es mejorar el margen del negocio. |
Chile, país de diseño Este es otro de los grandes desafíos de Rodrigo Walker. Hace un par de años decidió que debía iniciar el camino para convertir a Chile en un país de ofertas de diseño. ¿Cómo? Reconociendo la necesidad de promover un diseño competitivo para la empresa, mediante profesionales de excelencia que sean garantía para la industria nacional y global a la hora de construir sus ofertas. "Chile, país de diseño" partió como una empresa de postgrados, pero fruto de un joint venture con la Universidad San Sebastián se dará a partir de este año a través de la universidad, que en conjunto con Rodrigo Walker creó además la carrera de pregrado Diseño y Empresa. Todo apunta a que este diseñador industrial dará que hablar también por ser pionero de la otra educación, como él le llama a esta aventura de enseñar el diseño como una herramienta de negocio. |