Proyectar una imagen de responsabilidad en materia ecológica es hoy en día fundamental para mantener y aumentar la fortaleza de una marca comercial, pues el mercado lo está exigiendo cada vez más. Además, las empresas le están prestando más atención al problema del volumen y la biodegradabilidad de los desechos de sus productos, porque está claro que los gobiernos van a aplicar normativas cada vez más exigentes en estas materias. En Estados Unidos, la Federal Trade Commission (FTC) inició el 26 de noviembre pasado un proceso de revisión de sus "Guides for the Use of Environmental Marketing Claims", más conocidas como "Green Guides", que fueron revisadas por última vez en 1998. Se anticipa que este proceso de consultas de la FTC terminará no sólo con guías más estrictas y completas para regular el uso de calificativos de marketing respecto de los envases -como "biodegradable", "degradable" o "reciclable"- sino también con nuevos requerimientos ecológicos para envases y embalajes utilizables en Estados Unidos. China, un país cuyo explosivo crecimiento económico de las últimas tres décadas ha creado graves problemas de contaminación ambiental por desechos sólidos, está enfrentando este problema con decretos del gobierno central, sin mediar mayores consultas. El 9 de enero el Consejo de Estado de China emitió un decreto prohibiendo la producción y uso de bolsas de polietileno ultradelgadas (de menos de 0,025 mm de grosor) a partir de junio del 2008. El decreto específicamente prohíbe a las tiendas y supermercados utilizar bolsas plásticas no biodegradables desde esa fecha. Como resultado, Nanqiang Plastic Industrial Ltd., que emplea a 20.000 personas en la provincia de Henan y es la mayor fábrica de bolsas plásticas en China (con ventas que alcanzaron US$305 millones el 2007) suspendió sus operaciones a mediados de enero, anunciando el 26 de febrero su cierre definitivo. Las bolsas y envases plásticos, y los envoltorios de helados y golosinas que aparecen tirados por todas partes, o que son devueltos por el mar sobre nuestras playas, configuran el estereotipo clásico de la contaminación ambiental. Se trata de un problema que podría reducirse drásticamente con mayores niveles de cultura cívica y con una institucionalidad que favoreciera el reciclaje de los diversos tipos de envases y residuos. Pero está claro que las políticas públicas para este tema se orientarán también a promover el uso de materiales biodegradables en envases y embalajes. Esto va a favorecer el desarrollo del mercado de los llamados plásticos biodegradables o bioplásticos, que se conocen también por su acrónimo a partir del inglés EDPs (environmentally degradable polymers). Los plásticos degradables existen desde hace más de seis décadas. Se trata de polímeros que se fabrican en base a almidón, celulosa y aceites vegetales, y sus estructuras químicas se pueden degradar empleando varios tipos de microorganismos, incluyendo hongos y bacterias. El primero de estos polímeros artificiales fue el poliéster, que fue producido por primera vez el año 1926 en Francia por científicos del Instituto Pasteur. Desde entonces se ha creado una gran variedad de materiales que se incluyen en la categoría general de EDPs, pero que tienen características, propiedades y usos muy diferentes. Pero, un factor común a todos estos bioplásticos es su alto costo comparado con el de los plásticos derivados del petróleo. Esta relación de costos está bajando sostenidamente por el avance tecnológico y el alza de los precios del petróleo, pero sigue siendo varias veces superior. Por lo tanto, está perfectamente claro que si queremos envases y embalajes biodegradables, y un planeta más limpio, habrá que pagar más. |