 |
|
|
|
|
La inclusión, según la Unesco, es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad. En Chile se ha avanzado en ese tema, ya no se considera, como hace 30 años, que las personas con discapacidad están enfermas. Pero, los expertos y las tendencias mundiales señalan que aún queda mucho por hacer. Existen leyes, vigentes y en proceso, que no se cumplen a cabalidad y una postura generalizada en el mundo empresarial que impide que las personas con discapacidad tengan las mismas oportunidades.
Para Fundación Ronda, cuya misión es transformar a las empresas en inclusivas, es clave comenzar comprender los estereotipos que como sociedad Chile ha construido respecto de la discapacidad. “Hoy si vemos a una persona ciega que necesita trabajo automáticamente buscamos encasillarlo en roles que para nosotros son perfectos para ellos, como telemarketing o masajistas ¿Por qué no primero nos preguntamos quién es esa persona, cuál es su sueño, cuáles son sus talentos, sus habilidades?”, comenta María José Escudero, Directora Ejecutiva y co fundadora de Fundación Ronda.
En Chile, según los expertos de Ronda, los procesos parecen ser a la inversa. En marzo de 2016 entró en vigencia la normativa de accesibilidad universal para personas que va en directo beneficio de personas con discapacidad o movilidad reducida, un año después, gran parte de las constructoras no la han aplicado todavía o las empresas y organismos públicos aún no comienzan a realizar los ajustes razonables a sus instalaciones para poder entregar espacios accesibles para todos.
Asimismo, se aprobó por unanimidad en Comisión Mixta de la Cámara Alta el proyecto de la Ley de Cuotas, que obliga a los organismos públicos civiles y militares, y a las grandes empresas privadas, a reservar una cuota mínima del 1% para personas con discapacidad. “Pero nuestra sociedad no está educada respecto a estas materias. No hay un real criterio o mentalidad abierta a una cultura inclusiva”, explica Escudero. Y agrega, “¿Qué tipo de inclusión real existe si es que aún no se deroga de forma inmediata el artículo 16 de la ley 18.600 que dice que a las personas con discapacidad mental se les puede pagar menos del sueldo mínimo?. Contratar a una persona con discapacidad para trabajar en una organización sólo por cumplir no es inclusión, es maquillaje”.
En el marco de la celebración mundial del Día del Síndrome de Down, Ronda invita a reflexionar sobre de qué forma la sociedad “busca mantener el formato de caridad y asistencialismo. Generan procesos de inclusión laboral por exigencia no por filosofía, en la que contratan personas que no son idóneas o no están calificadas. Y por otra parte, sin darse cuenta, discriminan positivamente, porque la persona que tiene discapacidad y trabaja es un héroe o es intocable y aunque falte o no haga bien su trabajo, nadie le dice nada. En Chile, en 2015 se tituló como técnico agrícola Felipe Belmar, convirtiéndose en la primera persona con Síndrome de Down en recibir un grado académico de esa categoría. A eso estamos apuntando, a aplanar la cancha y mirarnos por lo que somos, personas. Como país tenemos que aprender a valorar las diferencias y comprender que es en ellas es donde nos enriquecemos como sociedad. Y esto no es sólo para ser observado en la discapacidad, sino también en migrantes, personas mayores, pueblos originarios o diversidad sexual”, detalla la profesional.
|
