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10/01/2017
Expertos apuestan por desarrollar una silvicultura preventiva para atacar incendios forestales
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¿Es la tala de eucaliptus la solución a los devastadores incendios forestales que han afectado a los cerros de Valparaíso? La interrogante quedó abierta luego que el alcalde porteño, Jorge Sharp, planteara la implementación de la medida para evitar nuevos incendios y, paralelamente, propiciar una reforestación con ejemplares nativos.

Para la autoridad comunal, los eucaliptus han transformado el ecosistema de los sectores altos de la ciudad haciéndolos secos y vulnerables a la acción del fuego, opinión no compartida por la mayoría de los expertos. Coinciden en que iniciar una política de eliminación de estas especies sería una medida inadecuada, ineficaz e irresponsable con la comunidad.

Julio Torres, Secretario Ejecutivo del Colegio de Ingenieros Forestales, explica que la propuesta es peligrosa debido a que genera una percepción errada de que existirían algunas especies arbóreas causantes de incendios mientras que otras no.

“Observo un riesgo en este discurso, no hay que ponerle apellido a la vegetación porque ésta se quema siendo nativa, exótica, arbustiva o arbórea. Si tú no entiendes eso, la gente puede desarrollar una falsa sensación de confianza al estar rodeada de vegetación nativa, creyendo que no debe cortarla en el entorno inmediato de sus viviendas.”, dijo Torres.

Guillermo Julio, profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Chile y Director del Laboratorio de Incendios Forestales, coincide en este punto y explica que “es errado pensar que una eventual reforestación con especies nativas para reemplazar a las plantaciones de eucaliptos podría generar un ambiente más húmedo en la zona, el que permitiría mitigar la propagación de incendios”.

Menciona que la vegetación nativa de esta zona es del tipo esclerófilo, que crece en climas semiáridos, y está conformada por pastizales, matorrales y arbolado, con diversas especies que poseen un poder calorífico y potenciales de ignición e inflamabilidad tan altos o superiores al del eucalipto. Por otra parte, la gran mayoría de los incendios en la provincia de Valparaíso se inician y se propagan a una alta velocidad por estratos de matorrales y pastizales, antes de afectar arbolados nativos, plantaciones forestales y sectores poblacionales.

Eduardo Peña, profesor de Ecología e Incendios Forestales de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, derriba el mito de que las especies nativas son prácticamente incombustibles ante la acción del fuego, en comparación a otros ejemplares arbóreos. Recuerda que los incendios que afectaron al Parque Nacional Torres del Paine y al Parque Nacional Conguillío, arrasaron con miles de hectáreas de ejemplares que precisamente no eran eucaliptus, sino especies nativas.

“La vegetación nativa se quema igual que las especies introducidas e incluso algunas de ellas se pueden inflamar más rápido que el eucaliptus, tal como lo muestra el tiempo de ignición de 8 especies nativas de la zona de Concepción que fueron comparadas y donde se encontró que el maqui tiene un tiempo de ignición menor que el eucaliptus y otras como peumo, litre y olivillo presentan un comportamiento similar”, señala Peña.


Reforestación y silvicultura preventiva

Otra de las complejidades que genera la propuesta del alcalde de Valparaíso son los tiempos de crecimiento de las especies nativas. Se trata de procesos lentos, que ante la ausencia de una adecuada cobertura, podría generar la erosión de los suelos y la vulnerabilidad ante las lluvias en invierno, propiciando otro tipo de desastres como aluviones o deslizamientos de tierra.

Uriel Padilla, profesor de la escuela de construcción civil de la Universidad de Valparaíso explicó que “en el invierno vienen las precipitaciones copiosas e intensas y si no están las laderas y las mesetas de los cerros con vegetación, el suelo no tiene la capacidad de amortiguar la cantidad de agua que cae en un periodo tan corto de tiempo. Por tanto en el invierno podríamos tener derrumbes”.

Agregó que esto es “generado por un aumento considerable de la escorrentía superficial, y de hecho en términos estadísticos son más numerosos estos fenómenos que los incendios. La indicación del alcalde es una medida cortoplacista y tomada con la premura de una emergencia, donde sabemos que ello no siempre es positivo”.

Más que una poda de eucaliptus, Pablo Honeyman, ingeniero forestal y académico investigador de la Universidad Mayor, apunta a una solución de fondo de la problemática. Señala que como país debemos profundizar una política de silvicultura preventiva, propiciando una serie de acciones que permitan disminuir la velocidad del fuego y la destrucción en caso de ocurrencia de una emergencia como la sufrida en Valparaíso el 1 de enero pasado.

El académico de la Universidad Mayor, plantea que “la silvicultura preventiva es una técnica en que se aplica al bosque una serie de medidas de acción, como podas de levantamiento de las copas, reducción de su volumen, reducir el sotobosque (vegetación superficial o del primer estrato). Es decir, técnicas silviculturales que lo que buscan es reducir la velocidad del fuego cuando el incendio llega a ese lugar y facilitar su combate”.

En la práctica el desarrollo de estas técnicas permite a los habitantes de cerros, quebradas y sectores cercanos a plantaciones forestales asumir un rol más activo en la prevención de incendios. Según cifras de Conaf, el desarrollo de la silvicultura preventiva realizada en una hectárea impacta en la protección de otras 50 hectáreas que estaban en riesgo de incendio.

Eduardo Peña, profesor de Ecología e Incendios Forestales de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, agrega que la recomendación internacional es que las viviendas en zona de riesgo, como son las ubicadas en los cerros de Valparaíso, presenten una franja despejada de vegetación de 30 a 50 metros. Dejando una zona de pasto corto que haría controlable la acción del fuego ante la eventualidad de un siniestro y además evita la erosión.

“Ahora si uno además en los próximos 30 metros reduce la densidad de árboles, entonces tendrías 60 metros en que el incendio sería superficial, con baja altura de llamas fuego y sería fácil de controlar”, dijo Peña.

Pero para el secretario ejecutivo del Colegio de ingenieros forestales, esta solución debe estar integrada a una estrategia más amplia, como es una gestión territorial de los cerros de Valparaíso. Es decir, determinar dónde pueden establecerse casas aisladas rodeadas de vegetación y dónde la vegetación puede interactuar de manera segura con una franja de protección.

“Hay una interacción negativa entre las casas, sus habitantes y la vegetación circundante y la solución es enfrentar esa relación. Sacar las casas desde donde no deberían estar por situación de riesgo y generar franjas descubiertas de vegetación en el entorno de las viviendas que si pueden permanecer en estas zonas”, dijo el personero.

El éxito de este tipo de políticas preventivas requiere que cada habitante de estos sectores se haga responsable del propio combustible que genera, lo que implica una preocupación permanente por controlar la presencia de vegetación, limpieza de basura en quebradas y realizar cortafuegos.

Esta realidad, por ejemplo, fue asumida por el gobierno australiano, que tras el megaincendio de 2009 en que murieron más de un centenar de personas y más de 700 casas fueron destruidas en el estado de Victoria, se potenció una política de silvicultura responsable en que cada habitante debía hacerse responsable del combustible que generaba, arriesgando incluso sanciones penales si incumplía esta medida.

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