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Efectos en los ojos por la exposición UV en el trabajo
Por Dr. Javier Corvalán Rinsche, Presidente de la Sociedad Chilena de Oftalmología (Sochiof).
Diversos trabajos implican una prolongada exposición a las radiaciones del sol, la que puede tener efectos adversos, no solo en la piel, sino también en los ojos.
Dr. Javier Corvalán Rinsche.

De acuerdo a la normativa vigente, es obligación del empleador conocer los riesgos que involucran las actividades que desempeñan los trabajadores, así como también conocer las formas de mitigación del riesgo que existan y poner a disposición los medios para aminorar el daño. Uno de esos riesgos es la exposición al sol sin control ni protección, pues produce efectos dañinos mediados principalmente por la presencia de los rayos ultravioleta (UV).

El riesgo para los ojos y la visión está determinado por la cantidad de horas de exposición a la luz UV, la época del año y la hora en la que se produce. Otros factores que inciden son la altura geográfica a la que se trabaja y la presencia de superficies que actúan como “multiplicadores de efecto” (como, por ejemplo, la arena, el agua y la nieve). Por lo tanto, conocer el riesgo real al que se enfrenta un trabajador es muy variable y debe ser evaluado caso a caso, a fin de generar la recomendación más adecuada al caso en particular. No es lo mismo realizar actividades de pesca en un bote al mediodía y sin protección, que realizarlas en la noche o en la madrugada.


Efectos en los ojos

La luz UV puede generar daño en la piel palpebral, la conjuntiva, la córnea, el cristalino y en la retina. A nivel de la piel palpebral, los efectos son los mismos que se pueden generar en la piel expuesta de otras partes del cuerpo, considerando además que la de los párpados es la más fina del cuerpo.

En la conjuntiva, la exposición, especialmente la que se da en relación a otros agentes irritantes como el polvo, puede producir una degeneración del tejido conocida como pinguécula o pterigion, una lesión de tipo reactiva y que genera, además de molestias de tipo cosméticas, la aparición de cuadros de tipo inflamatorio e irritativo que, en algunos casos, pueden comprometer la visión y requerir de cirugías para resecar la lesión.

A nivel de la córnea, la luz UV puede generar queratitis actínica, un efecto tóxico que se traduce en la pérdida de células superficiales del epitelio corneal, que deja expuestas las terminaciones nerviosas generando un intenso dolor. Esto es frecuente en exposiciones a gran altura, en superficies nevadas que concentran los rayos UV (“ceguera por nieve”) o en el uso de fuentes artificiales de luz UV, como la soldadura al arco (conocida entre los maestros de la construcción como “tomarse una foto”). La pérdida de células epiteliales deja, además, desprotegida la córnea ante infecciones.

Hay estudios que muestran una correlación entre la aparición de cataratas en áreas de mayor exposición solar o en territorios con mayor cantidad de días-luz, como ocurre especialmente en India. En este sentido, hay correlación entre la aparición de degeneración macular relacionada con la edad (DMRE) entre pacientes con mayor grado de exposición solar.


Mecanismos de protección

Normalmente, la naturaleza nos ha entregado mecanismos de protección ante la luz UV, tales como la posición que ocupan los ojos, las pestañas y cejas, y la capacidad de filtración y retención de estos rayos que posee el cristalino. Incluso, hay información disponible de que con los años el cristalino iría cambiando de coloración hacia una de tonalidad amarillenta en pacientes mayores, a fin de mejorar su capacidad de absorción de luz UV o de la franja azul del espectro lumínico, la que -según algunos reportes- también podría ser dañina.

Estos mecanismos propios de la evolución, resultan insuficientes para exposiciones prolongadas o frente a situaciones ambientales especialmente adversas (trabajo en altura en superficies nevadas) o para fuentes artificiales (soldadura al arco). En estos casos, se requiere protección adicional.


Mecanismos de protección para evitar la radiación UV

Horario: La primera y más evidente protección corresponde a la programación horaria de actividades de riesgo, entendiendo que algunas tareas no lo permiten. De esta forma, si la actividad permite fijar un horario de colación, este debe realizarse en las horas de mayor riesgo de exposición, es decir entre las 11 y las 15 horas. También, contribuye generar períodos de turno y descanso frecuentes. Este manejo administrativo puede resultar de mucha ayuda.

Gorros: La segunda fuente de protección es el uso de gorros, debiendo preferirse aquellos que generen la mayor área de sombra y, en lo posible, que protejan la piel del cuello, ya que esta parte del cuerpo está expuesta en aquellas actividades en las que se pasa mucho tiempo agachado, como ocurre en la agricultura. Estos gorros, de tipo “legionario”, tienen un trozo de tela que cubre el dorso del cuello y el sombrero es de ala ancha. Si bien son muy buenos, pueden resultar pesados y poco prácticos para muchas actividades y desplazamientos, a diferencia de los de tipo “jockey” que son más prácticos.

Anteojos: Se debe tener claro que la protección estará determinada por la forma y tamaño que posean los anteojos, así como también por el ajuste que entreguen al margen orbitario y la absorción de luz UV que aporten. Los materiales de los anteojos, sean de cristal o de tipo orgánico, absorben un porcentaje de luz UV por una condición propia del material, que puede incrementarse con la adición de recubrimientos absorbentes. Por ejemplo, el policarbonato absorbe hasta un 99% de luz ultravioleta. Los anteojos de tipo espejado están hechos con la adición de “películas” de metal que disminuyen el paso de luz blanca, pero que no necesariamente disminuyen el paso de luz UV. Incluso, al ser muy oscuros, pueden generar dilatación de la pupila tras el lente y aumentar el daño por el paso de luz UV a la retina. Por ello, los anteojos de tipo espejo deben ser adquiridos con garantía de absorción de luz UV.

El color del lente no guarda relación con el porcentaje de absorción de luz UV, es decir, un anteojo más oscuro no asegura una protección mayor, ya que los absorbentes de luz no tienen que ver con la coloración del lente. Los anteojos verdes son buenos al igual que los grises para el trabajo en exteriores, ya que distorsionan poco el color de las cosas. El color café genera un gran contraste, pero distorsiona mucho el color de las cosas. El color azul es el más apropiado para trabajos en nieve, ya que neutraliza el efecto de deslumbramiento, sin embargo distorsiona mucho el color, por lo que puede ser incómodo para usar en condiciones sin nieve presente.

A la hora de decidir por materiales, es mejor el uso de polímeros de tipo plástico que poseen mayor resistencia al impacto y que, en caso de romperse, lo hacen en fragmentos grandes con menor riesgo de daño a los párpados y al globo ocular. Por el contrario, el vidrio -además de ser más pesado- puede fracturarse con mayor facilidad ante golpes y lo hace en trazos o fragmentos pequeños de mayor riesgo. En cuanto al marco, lo ideal es que este sea lateral ancho o de tipo envolvente tipo “rapero”.

Noviembre 2015
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