No son pocos los estudios e investigaciones que destacan la importancia de la alimentación al momento de enfrentar una jornada laboral, poniendo énfasis en los beneficios y consecuencias de llevar una dieta adecuada.

Cifras entregadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han comprobado que una nutrición deficiente puede llevar a una merma de la productividad laboral de hasta un 20%. En tanto, estudios recientes realizados en el país precisan cómo los buenos hábitos en este sentido pueden incidir en las cifras económicas, mejorando incluso el Producto Interno Bruto (PIB) nacional en hasta un 0,3% en un período de cinco años.

Por otra parte, en Chile enfermedades como la obesidad, hipertensión arterial, diabetes y el cáncer son los mayores desafíos de salud pública, con efectos directos en el ausentismo laboral. Es por esto que la correcta alimentación en el trabajo es un tema de todos. Y aunque esta no dista mucho de lo que ya sabemos sobre alimentación saludable en general, es importante tener en cuenta que existen ciertos matices que considerar.

Así como no todos los trabajos son iguales, tampoco lo son las necesidades nutricionales. El consumo de energía diaria dependerá directamente del rol que ejerzamos en nuestra jornada laboral y cada uno debiese conocer cuál es su consumo ideal. Por ejemplo, una persona que está todo el día sentada en un lugar cerrado frente al computador no necesitará el mismo aporte nutricional que un minero o un trabajador en condiciones climáticas extremas.

En promedio, una persona que trabaja en una oficina no debería superar las 1.800 calorías diarias en la ingesta de sus alimentos, mientras que alguien en faenas en altura o a la intemperie puede llegar a necesitar hasta 3.000. En el primer caso, por ejemplo, es bueno evitar el consumo de carbohidratos al almuerzo, ya que no habrá mayor gasto y la somnolencia producida por la digestión puede afectar nuestro rendimiento. Mientras, en un trabajo expuesto a climas adversos, sí es recomendable complementar con una porción de alimentos almidonados. Un trabajador de la minería, en tanto, debiera reforzar su consumo de agua, dada la tendencia a la deshidratación que genera la vida en altura.

Ejemplos como los anteriores hay cientos y, sin embargo, en el mundo laboral no está del todo interiorizada la importancia de este tema.

Es por eso que son las empresas las que deben cumplir un rol educativo con sus trabajadores, orientando y explicando cómo incide la alimentación en el rendimiento, cuánto se necesita para estar bien y cómo tener una vida saludable dentro y fuera del trabajo. Algo compartido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que ha señalado que el lugar de trabajo es un entorno prioritario para la promoción de la salud en el siglo XXI.

Asimismo, cada empleador debiese informar a sus trabajadores lo que requiere consumir diariamente según la exigencia de su trabajo. Incluso, ir más allá y tratar de proporcionarle esta alimentación, convirtiéndolo en un tema fundamental para su operación diaria.

Una empresa saludable y responsable es aquella que protege a sus trabajadores frente a todos los riesgos de la actividad laboral. La alimentación puede influir fuertemente en nuestra capacidad productiva, favoreciéndonos o perjudicándonos. Hoy, ya no es factible creer que una dieta balanceada solo es necesaria para mantener la figura. Muy por el contrario, esta visión se irá posicionando cada vez más como un elemento fundamental en la discusión sobre productividad.