Cristóbal Mena.

La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) puede encontrar sus orígenes en la Antigua Persia, en las enseñanzas del filósofo Zarathustra (“buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones”), y ha evolucionado hasta convertirse en una parte central de la forma en que entendemos la ética de los negocios (Abreu & Badii, 2007). Este término, usualmente mal entendido, se ha transformado en un lugar común para depositar cualquier acción que debe ser “buena” en una compañía.

Un error común es considerar la RSE como filantropía, concibiendo a las compañías del sector privado como caridades y donde se cuestionan sus ganancias. En mi opinión, ser socialmente responsable como compañía es producto de ser exitoso, rentable, pues la RSE no es más que una postura activa hacia ser responsable del impacto de la operaciones en la comunidad y, por ende, desarrollar procesos más sostenibles.

En vista de lo anterior, la RSE debe ser entendida como un rol que las empresas deben ejercer con el objetivo de obtener un equilibrio entre el desarrollo económico, el bienestar social y la explotación de recursos naturales. Aún más, las compañías deben ser parte activa de las soluciones que nuestra sociedad requiere para reducir el riesgo, por el bien de ellas y de la comunidad en que se desarrollan.

Invertir en Reducción del Riesgo de Desastres es simplemente buen negocio. Esta frase clara y directa resume las razones del porqué las compañías e industrias se debieran involucrar en programas que gestionen y reduzcan el riesgo. Pero, ¿por qué es un buen negocio? Tomemos el ejemplo de Toyota, empresa que perdió más de 1 billón de dólares en pérdidas indirectas tras el terremoto de Tohoku y posterior tsunami en las costas de Japón en 2011. Ahora bien, no digo que no hubiesen planes implementados, pero cuando visualizamos el potencial de daño que tiene un evento natural o antrópico, queda en evidencia la necesidad de generar planes que gestionen el riesgo y permitan disminuir los daños.

Lamentablemente, los programas de RSE que aborden la Reducción del Riesgo de Desastres son escasos, y existe escasa investigación al respecto. Una razón probable para esto, puede radicar en la falta de conciencia que tienen los altos ejecutivos y tomadores de decisión respecto de los impactos; pero, a mi parecer, es la falta de conciencia del entorno, lo que significa que no existe en materia de riesgo el “ustedes y nosotros”.

La erupción de un volcán en Islandia causó en el año 2010 severas alteraciones al tráfico aéreo europeo, lo que provocó una serie de efectos en cadena, como pérdidas en el comercio por envíos no concretados y una alteración mundial en los itinerarios de vuelo, lo que demuestra que los desastres hoy en día no afectan solo a una empresa, sino a toda la comunidad, sociedad, país o región, dependiendo de la escala del evento. En este sentido, no olvidemos nuestro propio desastre del 27 de Febrero de 2010, cuando hubo pérdidas por cerca del 17% de nuestro PIB (o 30 billones de dólares), de los cuales solo el 27% estaba asegurado.

El sector privado necesita comunidades sanas y resilientes donde coexistir, por lo que es esencial la RSE como un medio para alcanzar este objetivo.

1. Transparencia: Usualmente las empresas desarrollan evaluaciones de riesgo, siendo algunas muy útiles para la comunidad en la que operan. Por lo mismo, sugiero perder el miedo a compartir esa información, pues en estos tiempos de hiperconectividad es mejor que lo sepan de Ud. (la empresa) que desde las redes sociales o los medios.

2. Conocimiento: Comparta el problema y la solución, y destine recursos a la formación. Si provee, por ejemplo, un servicio básico y posee el conocimiento para enfrentar una emergencia relacionada con su producto, genere las instancias para educar a los miembros de la sociedad que potencialmente tengan que enfrentarla, como los cuerpos de bomberos. Ofrézcales un taller u otra instancia educacional que considere apropiada, pues lo más probable es que ellos estén agradecidos de la nueva información y, de paso, estará avanzando hacia convertirse en una empresa sostenible.

3. Planificación: Una compañía preparada es una compañía responsable. Si desarrolla e implementa un plan de continuidad de negocios, será una organización que no distraerá recursos de la comunidad en caso de desastres y, más aún, es probable que pueda contribuir a la respuesta y recuperación de ésta.

4. Coordinación: ¿Recuerda la conciencia del entorno? Su empresa no está sola, por lo que debe ser proactiva y crear alianzas con otras organizaciones públicas y privadas, así como con grupos de interés en su área de influencia, de modo que puedan estar mejor preparados y unidos.

En mi opinión, estas pocas buenas prácticas para RSE pueden ponerlo en vías de contribuir activamente al desarrollo de comunidades más conscientes y resilientes, generando una cultura de prevención que reduzca el riesgo de desastres.