Rodrigo De la Fuente Ortega.

Es posible definir el trabajo humano como una actividad que realiza el hombre en pos de su supervivencia desde casi cuando apareció en la tierra. En un principio, solo se preocupaba del alimento mediante la caza, la pesca y la recolección de frutos, comenzando así como una forma de sobrevivencia.

Es difícil denominar esto como trabajo, debido que no era creativo ni productivo, sino que respondía a una necesidad básica o necesaria, tal como lo hacen los animales, sin alterar el medio o lugar.

Hasta ese momento, el uso de descansos o pausas parecía innecesario, pero, con la aparición de las vacaciones, se incorporó una nueva situación que busca establecer un principio de compensación. En este sentido, cabe preguntar si es efectiva esta forma de compensación.

A nivel mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que “las vacaciones más largas y las horas de trabajo más cortas contribuyen al bienestar, siempre y cuando no se acompañen por ingresos más bajos”, incluyendo las vacaciones como uno más de los elementos que utilizamos al hablar en nuestras empresas del bienestar.

Se estima que cerca del 40% de los chilenos experimenta sensaciones de tristeza y desasosiego una vez que culmina este período de descanso. Esto se conoce como “estrés postvacacional”, y se define como un proceso o fenómeno adaptativo que tiene como inicio el proceso de reingreso al trabajo y a las condiciones de este, luego de haber cursado las vacaciones.

Desde el punto de vista clínico, este fenómeno puede presentarse de diversas formas, siendo posible distinguir dentro de los síntomas o manifestaciones conocidas o comunes:

• Síntomas físicos, como cansancio generalizado, fatiga, falta de sueño, dolores musculares, falta de apetito o de concentración.

• Síntomas psíquicos, como irritabilidad, tristeza, falta de interés o nerviosismo.

En general, los especialistas aconsejan que las vacaciones no finalicen el día anterior al regreso al trabajo. Se sugiere volver de vacaciones 2 a 3 días al hábitat residencial antes del reintegro al lugar de trabajo, con el fin de favorecer la adaptación a las condiciones y patrones habituales del ritmo laboral, favoreciendo el proceso de sincronización de nuestro ritmo de sueño, vigilia y hábitos alimentarios.

Algunos teóricos han incorporado el desarrollo de alguna actividad de ocio que pueda desarrollarse a la par con el régimen de trabajo para disminuir el impacto del cambio de estado en el reingreso, y de esta forma, tener un punto de atención distinto, para volver a retomar sus labores habituales propias antes de finalizar las vacaciones.

Otra variable de análisis es la actitud; es necesario ser optimista y pensar positivamente, lo que favorecerá y abrirá nuevas oportunidades que permitan enfrentar este período de adaptación.

Es importante, entonces, entender el estrés postvacacional como una respuesta instantánea a una fluctuación anual y específica en la vida de un individuo. Esta debe ser integrada en las planificaciones del trabajo, equilibrando las necesidades entre el individuo y la organización, haciendo posible dejar de hablar de “estrés postvacacional” para comenzar a hablar del “regreso de vacaciones”.