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Buenas prácticas en prevención de riesgos:
La importancia del reconocimiento
Por Daniela Campos, Jefa Departamento de Riesgos Psicosociales de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS).

Parte esencial de todo ejercicio conductual es reconocer las buenas acciones. Es por ello que, mediante relaciones interpersonales cercanas que destaquen aspectos positivos, se pueden fortalecer los mensajes relativos a la prevención de riesgos.

Gran parte del tiempo diario de las personas, y una buena cantidad de sus años de vida, se dedica a las actividades relacionadas con el trabajo, por lo que su influencia sobre la salud debe considerarse como un factor crítico. De este modo, preguntarse por el bienestar de nuestros trabajadores es un tema tanto ético como económico, al abarcar dimensiones que van desde la dignidad en el trabajo y la calidad de vida que éste determina, hasta la eficacia, eficiencia y ganancias asociadas al proceso productivo.

Fenómenos como la cantidad y calidad de la producción, las tasas de rotación de personal y ausentismo, y las tasas de incapacidad por enfermedad y accidentes del trabajo, además de la desmotivación e insatisfacción en el personal y salud y calidad de vida en la empresa, reflejan la relación trabajo-salud. En este sentido, está demostrado que cualquier iniciativa relativa a la prevención y promoción de la salud ocupacional que no tome en cuenta los factores psicológicos, conductuales y situacionales, está condenada al fracaso.


El liderazgo en salud y seguridad


Las jefaturas juegan un rol preponderante, pues son las encargadas de generar compromisos parar asegurar la motivación de las personas a hacer lo que se espera que hagan: distinto es realizar algo por obligación que por un genuino interés propio. Esto adquiere especial relevancia si pensamos que la conducta de los trabajadores es la causa directa del 90% de los accidentes laborales. Es decir, los actos inseguros de las personas son mucho más gravitantes que las condiciones inseguras del trabajo.

Sin embargo, esto no implica un juicio de responsabilidad individual para cada trabajador, sino que se entienden estas conductas como comportamientos organizacionales; que los accidentes son una consecuencia del sistema organizacional en tanto éste sustenta las condiciones que permiten, favorecen o impiden estos acontecimientos.


Refuerzo positivo y retroalimentación


Los resultados en el ámbito de la intervención en seguridad a partir de la psicología demuestran la eficacia de los procedimientos basados en la retroalimentación y el refuerzo positivo, como las mejores prácticas para aumentar las conductas seguras. Esta práctica arroja como consecuencia un ambiente reforzador que prefiere y ofrece refuerzos y recompensas por sobre castigos, ya que un ambiente punitivo gatilla conductas de distanciamiento del trabajo, generando el “cumplir por cumplir” sin mayor motivación o compromiso.

Los métodos coercitivos o castigos tienen varios efectos secundarios negativos en la empresa. Entre éstos, destacan el aumento de la evasión y escape; que las personas se focalicen en no equivocarse, en lugar de en hacerlo bien; el hacer lo menos posible para evitar equivocarse, y la disminución de la comunicación e individualización de los errores, dificultando el trabajo en equipo y las relaciones en general.

Por el contrario, un ambiente reforzador involucra más a los trabajadores, aumenta su rapidez de respuesta ante eventos nuevos y expande el repertorio de conductas que están dirigidas a una meta en particular. Los métodos reforzadores tienen efectos secundarios positivos, mejorando el desempeño de la organización en general: se orientan las conductas hacia metas; se responde más rápido al ambiente; aumenta el compromiso de los trabajadores con la organización, y se generan conductas que van más allá del mínimo necesario.

En este sentido, el reconocimiento de los esfuerzos de los trabajadores en materia de prevención de accidentes es quizá una de las mejores maneras que existen para reforzar las conductas seguras. Más que los incentivos económicos, son estos refuerzos sociales (felicitación personal, reconocimiento grupal, etc.) los que tienen un impacto más grande y duradero en el trabajador al percibir y sentir el reconocimiento y valoración de sus acciones.

De este modo, resulta imposible concebir el desarrollo y el perfeccionamiento de los sistemas preventivos sin que todos y cada uno de los niveles de la organización hagan propio este objetivo, empoderando a cada instancia y actor involucrado en el tema, instándolos a ser partícipes y artífices de un proyecto que es por ellos y para ellos. En esta tarea, juega un papel preponderante el rol del liderazgo en la promoción de las mejoras prácticas de refuerzo y retroalimentación conductual en materia de seguridad, en donde el reconocimiento de los trabajadores asoma como una forma de incentivar su participación y aumentar su compromiso con el bienestar personal y el de sus colegas.

Diciembre 2012
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