Por Julio Torres, Secretario Ejecutivo del Colegio de Ingenieros Forestales.
Julio Torres.
Los incendios en la interfaz urbano- rural son aquellos originados en cualquier área donde combustibles forestales se encuentran adyacentes a las casas, poblados, granjas, construcciones y otras dependencias. Por lo general, estos incendios dan lugar a grandes pérdidas económicas y tienen graves repercusiones sociales, como fue el caso del incendio en Valparaíso. Incluso, en muchos de los casos implican altos costos de extinción, la pérdida de los recursos forestales adyacentes y un cierto nivel de inseguridad en la población.
Descartando las soluciones extremas que se han planteado, como la prohibición por ley del establecimiento de especies exóticas como pino y eucalipto en determinadas áreas de interfaz; y considerando que en la actualidad carecemos de una normativa de ordenamiento territorial que se haga cargo de estas materias en forma previa a la ocupación de los territorios; queda entonces la implementación de medidas que pudiéramos llamar “buenas prácticas de manejo de plantaciones forestales en la interfaz urbano-rural”.
El principal enfoque para reducir la ocurrencia e impacto de incendios forestales en la interfaz urbano-rural es la silvicultura preventiva. Esto es, la reducción del combustible disponible en una zona de interfaz. Esta acción, unida al establecimiento de una franja de protección de ancho variable, constituye el mejor esfuerzo para reducir los riesgos de ocurrencia de incendios. Este enfoque se basa en los antecedentes de ocurrencia de incendios alrededor del mundo que indican que, dadas ciertas condiciones ambientales (vientos fuertes, alta temperatura y baja humedad relativa) y si hay combustible, más temprano que tarde este arderá y su control será prácticamente imposible. Por lo tanto, la única forma de prevenir los grandes incendios es actuar sobre el combustible, principalmente su eliminación. Por ello, es prioritario que los privados manejen el combustible en sus propiedades.
Al manejar el combustible, a través de su reducción o eliminación, se corta la continuidad del fuego en el terreno afectado. Específicamente se logra que el fuego no suba a las copas de los árboles y la baja carga de combustible no será suficiente para mantener la combustión. El menor impacto del fuego en una franja limpia o bosque limpio se confirmó, por ejemplo, en el incendio de Quillón 2012 en la Región de Biobío. En los rodales que cumplían esta condición el fuego avanzó como un incendio superficial con escaso daño y no generó incendios de copa comparado a los bosques menos densos que sí tenían vegetación en el sotobosque, los cuales generaron incendios de copas o coronación de árboles individuales.
Plantaciones forestales
En el caso de las plantaciones forestales, la reducción de la carga de combustible se logra con esquemas silvícolas que consideren raleos y podas, de manera de bajar la densidad de árboles por hectárea y eliminar las ramas hasta los seis metros. Estas deben ser las prescripciones silvícolas en las plantaciones adyacentes a sitios poblados.
Respecto al establecimiento de una franja de protección, a diferencia de quienes señalan que esta debe contener especies nativas que son de más lenta y difícil combustión, su composición debe ser solo con especies herbáceas de baja altura. Además, la clave del éxito de esta franja de prevención, junto con su diseño, es el manejo frecuente del combustible, lo cual debe realizarse en forma periódica o, de lo contrario, en algunas zonas, en cortos períodos, acumularán suficiente combustible como para generar nuevamente un incendio de alta resistencia al control.
Finalmente, es importante destacar que los incendios de la interfaz urbano-rural se pueden originar a partir de dos fuentes de fuego distintas:
Los incendios en la interfaz que se inician en el bosque y se propagan hacia la comunidad.
Los fuegos que se inician dentro de la comunidad y se propagan a las áreas forestales adyacentes.
Por esta razón, dentro de las medidas para prevenir estos incendios no solo se deben considerar las realizadas por los dueños de las plantaciones forestales, sino todas aquellas acciones de prevención que surjan de las propias comunidades y poblados.