Por Luis Salamanca, Director Area Ingeniería Carreras de Prevención de Riesgos del IP-CFT Santo Tomás Santiago Centro.
La mayoría de los estudiantes de prevención de riesgos ha visto seguramente alguna versión del Triángulo (o Pirámide) de Heinrich, un modelo estadístico enfocado en cómo analizar y predecir la accidentabilidad dentro de una empresa, basado en la cantidad y gravedad de los accidentes registrados en un tiempo determinado. Esta herramienta establece que, por cada accidente de trabajo que produce una lesión grave o una muerte, se producen 29 accidentes con lesiones leves y 300 incidentes, que según definición, son accidentes sin daños personales.
Esta proporción ha sido largamente estudiada en muchos textos específicos de la prevención de riesgos, pero el origen fundamental del planteamiento de la Pirámide de Heinrich se basa en el mismo principio básico: cuantificar los accidentes no visibles, es decir, aquellos que no son registrados, con los accidentes con daños a la propiedad, y asimismo, registrar minuciosamente aquellos que producen lesiones menores, los que finalmente conllevarían a un accidente con resultado fatal o con lesiones incapacitantes graves.
Revisando el método
En la última edición de 1959 del libro “Prevención de accidentes Industriales: Un enfoque científico”, de Herbert William Heinrich, se analizan las causas de los accidentes y se contrastan con la gravedad, determinando que en el 2% de los casos, son accidentes inevitables; en un 10%, producto de condiciones inseguras, y nada menos que el 88% son productos de acciones inseguras por parte de las mismas personas accidentadas. En este desglose, llama la atención el concepto de inevitable asociado al 2% de accidentes que “no pudiesen ser identificados o controlados oportunamente”, circunstancia que actualmente es, por lo menos, cuestionable por las nuevas directrices y manejo de información que plantean los sistemas de gestión.
La evolución del modelo que plantea la Pirámide de Heinrich ha sido usado como base en el desarrollo de muchos sistemas de gestión orientados al control de pérdidas, control de la accidentabilidad y, finalmente, en el diseño de sistemas de gestión en la administración del riesgo, lo que con el tiempo, ha demostrado que el modelo de análisis sigue siendo tan válido desde los años 50 hasta nuestros días.
En otras palabras, debemos dejar de pensar que la ejecución de un proyecto que considera un gran número de trabajadores es sinónimo de la existencia de accidentes mortales, sino que considerar desde los orígenes del proyecto un exhaustivo control de los incidentes menores, para que en efecto nunca lleguemos a lamentar un accidente de características graves.
El desafío que el Triángulo de Heinrich plantea sobre el control de la accidentabilidad se basa fundamentalmente en registrar cada uno de los incidentes que se produzcan en la empresa, sin dejar pasar ni el más mínimo. Para que el modelo funcione, es fundamental contabilizar cada evento que pueda suceder de manera de establecer una cadena de hechos que puedan dilatar antes, o lo más posible, la consecuencia de un accidente grave.
El modelo se complica a medida que se empiezan a definir los conceptos básicos del incidente sin daños personales, que son aquellos que no se denuncian ni se registran por considerarlos poco importantes o rutinarios dentro de algunos procesos. Sin embargo, en aquellas áreas industriales con una conciencia más profunda de la accidentabilidad, como es el caso de algunas faenas mineras, cada incidente es registrado e investigado, y se consideran como oportunidad de mejora, basándose indirectamente en el modelo de proyección de la accidentabilidad de Heinrich.
¿Qué se entiende por incidente sin daños personales?
Es aquí donde cada interpretación es tan diferente como la empresa que usa este modelo: desde pequeños golpes con herramientas o caídas, hasta definir la hemorragia o moretones. Como referencia, la sola presentación del trabajador a algún policlínico sería suficiente.
El modelo, si es que se logra su cabal entendimiento, plantea la reducción de la base del triángulo (cuasi accidentes) para ir sistemáticamente reduciendo la posibilidad de llegar al número superior basado en el análisis de 2%-10%-88%, es decir, trabajando principalmente en la persona, dando paso a los procesos psicológicos de intervención, entendiéndose como psicología laboral, el rol principal en el control de la accidentabilidad. Existen muchos detractores del modelo, basándose en que la tecnología y el cambio de los procesos industriales han dejado obsoleta la metodología de cálculo de las posibilidades, llegando a proyectar la cantidad de muertes que puedan producirse en la construcción de un edificio de gran altura.
No obstante, si analizamos más de cerca las definiciones de incidentes, su frecuencia y gravedad, nos podemos dar cuenta de la vigencia tácita del modelo. Como un ejemplo práctico, y es mí opinión, solo basta con estudiar la cantidad de incidentes deterioradores del Metro de Santiago en los últimos cinco años, para poder, por lo menos, anticipar el eventual escenario crítico del sistema de transporte del tren subterráneo de nuestra capital.