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Chile, gran productor de residuos mineros
Por Jacques Wiertz, Coordinador Técnico de Gecamin. www.gecamin.com

La constante y marcada disminución de la ley media de los minerales extraídos y procesados, tanto en las minas actualmente en operación como en los nuevos proyectos mineros, junto con el envejecimiento y la consecuente profundización de las grandes minas, han provocado un aumento muy importante en la generación de residuos mineros masivos que deben ser manejados y dispuestos responsablemente.

Considerando que la ley media de cobre de los minerales explotados hoy en Chile es inferior a 1% y que para cada tonelada de mineral extraído, es necesario remover entre 2 y 3 toneladas de material estéril, se deduce que para cada tonelada equivalente de cobre producida, sea como cátodo o como concentrado, se generan del orden de 300 a 400 toneladas de residuos mineros. En otras palabras, se producen diariamente en Chile más de un millón de toneladas de relaves y más de dos millones de toneladas de estéril.

De allí que la minería se ha transformado en el mayor generador de residuos; por ello, algunos expertos no dudan en decir que, hoy, un proyecto minero es antes de todo un proyecto de manejo de residuos mineros masivos. Estos residuos son principalmente los materiales estériles que deben ser removidos para acceder a los minerales, los ripios que resultan de los procesos de lixiviación y los relaves que son la pulpa de descarte que resulta de la separación por flotación de los sulfuros que contienen los metales de interés, recuperados en el concentrado sulfurado. Otro residuo minero masivo de menor cantidad lo constituye la escoria de fundición.


Regulaciones ambientales


En Chile no existen aún regulaciones ambientales específicas que establezcan exigencias claras relativas al manejo y la disposición final de estos residuos. El Reglamento Sanitario sobre el Manejo de Residuos Peligrosos (DS 148 de 2003), en su artículo 23, establece que los residuos mineros masivos, definidos como estériles, minerales de baja ley, residuos de minerales tratados por lixiviación, relaves y escorias, no serán considerados peligrosos y, por lo tanto, no están sujetos a las exigencias de manejo y disposición que establece dicho reglamento.

Por otro lado, en un dictamen emitido en diciembre de 2009, la Contraloría General de la República establece que no resulta procedente que la Superintendencia de Servicios Sanitarios califique las aguas de contacto mineras como residuos líquidos industriales y aplique a los respectivos flujos la norma de emisión para la regulación de contaminantes asociados a las descargas de residuos líquidos a aguas marinas y continentales superficiales contenida en el decreto Nº 90, de 2000. Estas aguas de contacto son las escorrentías y flujos superficiales y/o subterráneos, de origen natural, que entran en contacto con materiales que pueden lixiviarse o ser arrastrados, afectando su calidad, pero cuya existencia y características -especialmente su volumen-, no pueden ser previstas con certeza. A pesar de la ausencia de regulaciones ambientales específicas, existe un conjunto de regulaciones generales y de exigencia sectoriales que rigen el manejo y la disposición de los residuos mineros masivos. El Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, al cual deben someterse todos los proyectos mineros, sea a través de un estudio o de una declaración de impacto ambiental, según corresponde, la reciente aprobada Ley de cierre de faenas mineras (Ley 20.551 de 2011), el Reglamento de Seguridad Minera o el Reglamento de Depósitos de Relaves (DS 248 de 2007), son algunas de las regulaciones relevantes en la materia.


Manejo responsable e integrado

Más allá de las exigencias regulatorias, la creciente preocupación de las comunidades por el cuidado y la protección de su entorno ha generado un escenario complejo que obliga a las empresas mineras a adoptar medidas que aseguren la estabilidad e inocuidad de sus principales residuos. Los residuos constituyen generalmente la cara más visible del proyecto minero y están en el centro de la atención y, en algunos casos, del rechazo de la comunidad cercana.

En este contexto, el éxito de un proyecto puede depender de su capacidad de resolver adecuadamente el problema de la gestión de sus residuos. Este debe ser abordado en una etapa muy temprana y, desde el inicio de la exploración, es necesario levantar la información indispensable para caracterizar adecuadamente los futuros residuos y su entorno, para llevar una gestión eficiente de éstos.

Más allá de la gran extensión de terreno que pueden requerir los depósitos de residuos y de su indudable impacto paisajístico, los principales impactos ambientales asociados son las emisiones de material particulado, que pueden afectar la calidad del aire en una extensa área, y el deterioro de la calidad de las aguas superficiales y subterráneas por drenajes o infiltraciones de las aguas de contacto o de las mismas soluciones presentes en los residuos al momento de su disposición, como sería el caso para los relaves o para los ripios de lixiviación.

La gestión de los residuos debe considerar, además, una visión de muy largo plazo, con miras al cierre del proyecto, considerando que estos residuos constituirán el principal legado ambiental del proyecto y que no deben transformarse en un pasivo que genere permanentes gastos que podrían hacer inviable el proyecto en su integralidad.

Noviembre 2012
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