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ANÁLISIS DE CICLO DE VIDA
Una valiosa oportunidad para mejorar la gestión minera
Por Andrés Pica Téllez, Gerente Control de Gestión, Unidad GreenLabUC - Gestión y Política Ambiental de DICTUC.

El siglo XXI nos presenta consumidores más exigentes e informados en todo ámbito y todo indica que esta tendencia va en alza. Las exigencias en lo que respecta al impacto ambiental son un excelente ejemplo de esto y en la última década, conceptos que eran conocidos solo en el ámbito académico, como la Huella de Carbono, resultan familiares para el ciudadano común y corriente.

El nuevo escenario que enfrentan las empresas es más desafiante que nunca, ya que no basta con cumplir con la normativa ambiental, ni tampoco con competir en precios y en la calidad del producto en sí mismo. Los consumidores paulatinamente han empezado a demandar productos más sustentables a nivel ambiental, lo que ha impulsado el nacimiento de diversas metodologías, indicadores y certificaciones, que buscan ayudar a los consumidores a tomar decisiones más informadas, abriendo a la vez un nuevo espacio donde las empresas deben competir. Hoy quien hace las cosas bien, desde un punto de vista ambiental, está incentivado a comunicarlo y quien no, debe ponerse el día.

En este contexto, el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) es una metodología de evaluación de impactos ambientales, que busca describir todos los impactos asociados a la extracción de materias primas, producción, transporte, uso y disposición final de un producto (ver Figura 1). En otras palabras, busca estimar todos los impactos ambientales desde su “cuna” (utilización de recursos naturales) hasta su “tumba” (disposición final del producto).

El ACV es más conocido por sus herederos: diversas metodologías que buscan medir el impacto en un indicador ambiental en particular, asociado a la producción de un bien o servicio, como lo son la huella de carbono, la cual estima el impacto ambiental a través de la cuantificación de las emisiones de gases de efecto invernadero; la huella hídrica, que cuantifica el impacto según la cantidad de agua que se utiliza; o la huella ecológica, la cual representa el área de tierra productiva utilizada. Cada uno de estos métodos utiliza un enfoque de Ciclo de Vida, pero enfocándose en un solo impacto.

El desafío de realizar un ACV de un producto, actividad o servicio, se descompone en dos partes. La primera no se limita a un tipo de impacto, sino que considera varios (Emisiones de Gases de Efecto Invernadero, Consumo de Energía, Consumo de Agua, Contaminación Atmosférica Local, Eutrofización del Agua, etc.). La segunda parte no se limita a la esfera de control directo del fabricante, dado que un producto no solo emite contaminantes y consume recursos durante su operación, sino que en toda su vida: de materias primas, producción, transporte, uso y disposición final. Además, durante su vida el producto utiliza otros insumos (materiales, químicos, energéticos etc.), que a su vez también tienen impactos ambientales. Un ACV acabado considera todo esto.

El procedimiento que debe realizar cualquier ACV consta de cuatro pasos (ver Figura 2): (1) Definición de Metas y Objetivos, (2) Análisis de Inventario del Ciclo de Vidas, (3) Cuantificación de Impactos e (4) Interpretación y Mejoras del Ciclo de Vida. Cuantificar el impacto ambiental a través de este tipo de metodologías sirve para comparar correctamente los efectos entre distintas actividades y productos, y también para identificar en qué etapas de la vida del producto se utiliza la mayor cantidad de recursos o se emite la mayor cantidad de contaminantes, determinando dónde es más efectivo implementar mejoras o innovaciones a los procesos existentes. Esto último tiene que verse como una oportunidad para las compañías, ya que también puede traer consigo beneficios económicos y grandes oportunidades de innovación.


ACV en la minería

La industria minera nacional tiene más de una década de experiencia realizando ACV, lo que se ha generado a partir de una exigencia por parte de sus clientes, que necesitan realizar los ACV de sus productos. A su vez, esto ha significado una oportunidad de aminorar costos y mejorar la relación con el entorno, dado que parte central de cualquier ACV consiste en interpretar los resultados, buscando cómo se pueden realizar mejoras.

Este desafío se acrecentará en los próximos años, ya que la Minería nacional enfrenta una Ley de Mineral decreciente, escasez hídrica y un nuevo contexto energético. A esto se agregan las mayores exigencias de la comunidad por proyectos más amigables con el medioambiente, por lo que evidentemente el ACV representa una herramienta extremadamente útil para abordar los nuevos escenarios que enfrenta la Industria Minera nacional.

Abril 2014
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