¿Es necesario renovar una cultura de seguridad de una empresa? | | Por Janice Kerr Moran, Directora Multiversidad Corporativa IST | | | | | | El título de esta columna plantea una interrogante que a todos quienes estamos abocados al tema, nos ha surgido en algún momento. Como consultores de la Gerencia de Desarrollo Humano del IST, y tras varios años de trabajo (y con estos, distintos intentos por responder esta inquietud), nos parece fundamental no dar una respuesta única y lineal al fenómeno de la cultura de seguridad, sino más bien, optar por buscar formas que integren múltiples miradas disciplinarias desde la complejidad del fenómeno en cuestión y desde los supuestos o creencias que esto involucra. Siguiendo esta mirada, cabe preguntarse entonces: ¿desde qué supuestos pudiera estar planteada esta interrogante, respecto de la necesidad de renovar la cultura de seguridad de una empresa? Dentro de los supuestos que aquí encontramos está la existencia de algo así como una cultura de seguridad, y que esta influye sobre los resultados de la salud y la seguridad de las organizaciones. Estamos de acuerdo con este supuesto, siempre y cuando esta se considere como un componente de un sistema más amplio representado por la cultura organizacional. De lo contrario, se corre el riesgo de desconocer la complejidad de este fenómeno y generar acciones aisladas que pueden tener impactos incluso no deseados. Un segundo aspecto en el que vale la pena detenerse, es la idea de renovación cultural. Desde nuestra perspectiva, la cultura se renueva permanentemente, lo que no significa que no pueda direccionarse un cambio dentro de ciertos límites y sin nunca perder de vista la mirada del sistema completo. Entonces, ¿qué implicancias tiene para la gestión en seguridad entender la cultura como un fenómeno de continua y permanente transformación? Proceso dinámico La cultura es un proceso dinámico de identificación. Afirmamos que es ella quien imprime un sello a la concepción de vida de la empresa y de las personas que la configuran. La cultura implica manifestaciones consecuentes de los actores de una organización, principalmente las de sus líderes. Como dijimos anteriormente, una cultura de seguridad está en constante transformación, con una velocidad tal que hace muy difícil apreciar las modificaciones que están generándose en el proceso vertiginoso que la caracteriza. Y lo que está en permanente cambio es, nada más y nada menos, que una red de significados, disposiciones emocionales y habitualidades que configuran un fondo compartido, desde el cual las personas que pertenecen a esta, interpretan la realidad, generan acciones y plantean opciones en las decisiones por adoptar (entre ellas, las decisiones frente a los riesgos). Un segundo supuesto que surge, se basa en la premisa de sostener que es posible llegar a un determinado nivel de desarrollo ideal, de una cultura de seguridad. Desde nuestra propuesta, dado el carácter dinámico de la cultura, ese estado ideal, lejos de ser estático, coincide con la idea de permanente renovación, es decir, en un proceso que es dirigido y a la vez respetuoso de los procesos y dinámicas propias de la organización y su cultura. En el plano de la cultura de seguridad, creemos que hay dos grandes ámbitos sobre los cuales podemos intencionar acciones que, de alguna forma, repercuten en ella: el de las acciones y condiciones de riesgo; y el de las conversaciones que ocurren en la organización. Ambas son vías de acceso a la cultura de seguridad y a su vez, ellas son formas en que se expresa la cultura de una organización. Conocimiento a través de la conversación La importancia de considerar las conversaciones en el quehacer preventivo y en los procesos de cambios culturales, tiene que ver con que es en ellas donde nacen y se transforman las interacciones entre las personas, generando desde allí distintos comportamientos. Proponemos una concepción de conversación como proceso activo y generativo de acciones, alejándonos de la postura tradicional de la conversación como acción pasiva, lineal y unidireccional, que implica solo un emisor, un receptor y un mensaje. Los temas a asumir sobre una cultura de seguridad, requieren ser tópicos con un sentido valórico profundo y amplio, que sean relevantes, que permitan desarrollar procesos de interrelación, que contemplen la participación, las predisposiciones emocionales, y potencialmente, integrables a los hábitos y creencias. Por esto, el desafío es aún mayor. No basta con llegar a una situación supuestamente ideal, sino que esta, que en algún momento fue ideal, deja de serlo en otro. El mundo de la seguridad es un mundo complejo; detrás de cada acción hay un ser humano, cuyo comportamiento, también, es complejo, transferido y aprendido en la trama social del contexto de desarrollo. | |