La conducción profesional de vehículos implica abordar algunas medidas de prevención para aminorar los factores de riesgo que generen accidentes o enfermedades laborales. Considerando que el puesto de trabajo es la cabina -con una permanencia en el asiento y frente al volante que puede sobrepasar las 4 a 5 hrs. de conducción en forma continua-, estas medidas deben ser una obligación, tanto para el trabajador como para el empresario.
En este sentido, es necesario identificar y evaluar los elementos de riesgo propios de esta tarea, donde son relevantes los factores físicos, que están relacionados con el trabajo muscular estático originado por las posturas mantenidas, donde el escaso movimiento de las extremidades inferiores y la compresión de los vasos sanguíneos provocan una deficiente irrigación a los tejidos, generando fatiga muscular. Este riesgo aumentará linealmente con el tiempo de exposición en la postura sedente, que en este caso alcanza al 80% de la jornada, al que se puede sumar un asiento o butaca con una deficiente regulación anteroposterior y escasa densidad del relleno.
Además, también se encuentran los factores mentales, representados por la exigencia mental, dado que se requiere de un alto grado de atención al tráfico y el conductor está consciente que un error puede tener efectos nocivos sobre el mismo, los pasajeros, los transeúntes y la máquina. A esto se suma la variable frustración, puesto que los resultados de su actividad no están asegurados y dependen de factores externos como las horas punta o la congestión vehicular. Por otro lado, los factores organizacionales, relacionados con la jornada de trabajo y el sistema de turno, también son una clave importante. En el caso de los buses, las horas extras están vinculadas al aumento de los recorridos, para lo cual el conductor debe ocupar sus tiempos destinados al descanso, añadiéndose la escasa previsibilidad de la tarea por los cambios en la programación de sus rutas. Ambas situaciones no contribuyen a lograr un descanso reparador a nivel físico y mental.
Accidentabilidad y enfermedades profesionales
Según un estudio de la Mutual de Seguridad CChC realizado en 2012 y enfocado en conductores del transporte público, la mayor frecuencia de accidentes del trabajo, según tipología, está representada por las caídas de distinto nivel y al mismo nivel, los que alcanzan a un 56% y 38%, respectivamente. Estos podrían estar estrechamente vinculados con el factor de riesgo ergonómico relacionado con la postura mantenida en posición sedente.
Una muestra de esta relación son las respuestas obtenidas por los conductores en la aplicación de un cuestionario, donde se les preguntó sobre la sensación en las piernas luego de estar sentados por horas.
Las respuestas evidenciaron incomodidad, adormecimiento, hormigueo, debilidad, calambres, temblor, rigidez y cansancio.
Todos estos hallazgos concuerdan con un estudio realizado en Colombia, donde exámenes de fisioterapia mostraron que el 58,7% de los conductores tenían retracciones musculares en las extremidades inferiores, el 48,4% retracciones musculares en el cuello y el 53,6% molestias en la región lumbar (Chaparro, 2001). A esto se suma el riesgo originado por la condición estructural relacionada con la altura fuera de estándar entre un escalón o pisaderas y el otro, fuera de estándar sumado al riesgo de la presencia de restos de aceite en el piso.
Con respecto a las enfermedades profesionales, éstas se relacionan con diagnósticos de patología mental desencadenadas por colisión y agresiones de pasajeros, los cuales representan el 36% de la accidentabilidad en ruta.
¿Cómo mitigar los factores de riesgo?
La primera responsabilidad en la mitigación de los riesgos -tanto en éste como en otros casos- corresponderá siempre a la empresa, la que debe garantizar las mejores condiciones ergonómicas para que el trabajador pueda ejercer su labor de la forma más segura y sana posible, en línea con una Cultura de Seguridad.
De esta manera -en el caso de los conductores de transporte público- las medidas prácticas deben incorporar un programa de mantención de las máquinas y vehículos que considere el ajuste de volante, asientos en cuanto a sus mecanismos de regulación anteroposterior, altura y sistema de suspensión. Al mismo tiempo, elaborar una guía del ajuste de asiento y volante, que permita orientar a los operadores en un acomodo apropiado a su talla, ubicación de las piernas con respecto a los pedales y la adecuada posición de los brazos.
También, revisar la factibilidad técnica de incluir nuevos asientos con soporte lumbar regulable, así como promover la realización de una rutina de ejercicios en las paradas cortas y al descender del bus, de modo de reactivar rápidamente la circulación sanguínea y evitar las caídas.
Por último, no propiciar la realización de horas extraordinarias, para lograr la reparación física y mental del conductor; integrar a la cultura de trabajo la importancia de una alimentación balanceada, que ayude al control del sobrepeso; y fomentar un programa de limpieza con el objetivo de eliminar la presencia de grasa en los escalones de los buses, que genera caídas, también son acciones clave.