Hoy ya no hablamos de resistencia al cambio, sino de resistencia a la pérdida, a la pérdida de la comodidad y el confort a la que nos acostumbramos en el día a día en el trabajo.
Las personas no quieren asumir un cambio, porque eso genera nuevos aprendizajes, adaptaciones e incomodidad, y ¡eso no les agrada!
Sin embargo, esto está totalmente alejado de lo que está sucediendo y de lo que están requiriendo las empresas. La necesidad de cambio es hoy un imperativo, que puede definir el futuro de una organización.
El cambio de conducta, por ejemplo, en el caso de la Seguridad y Salud Laboral, es un aspecto en que me ha tocado trabajar en distintas organizaciones. Las estadísticas señalan que el 80% de los accidentes se generan a causa de acciones inseguras y no de condiciones inseguras. Cambiar la conducta de un trabajador en su día a día, en donde tiene que generar otra forma de hacer las cosas para disminuir la accidentalidad, no es sencillo, pero es más efectivo.
¿Y cómo aporta la Comunicación Interna en este desafío? La Comunicación es un proceso intrínseco al trabajo de Gestión de Cambio. Si los trabajadores no saben qué cambiar y -aún más importante- por qué cambiar, ¿cómo contaremos con su compromiso para llevar a cabo grandes cambios organizacionales?
John Kotter, en su libro Nuestro Tempano se Derrite, plantea ocho pasos para llevar adelante un proceso de cambio:
1. Crear un sentido de urgencia
2. Crear equipos guía
3. Crear una visión y estrategia
4. Comunicar la visión
5. Habilitar/capacitar
6. Generar éxitos a corto plazo
7. Consolidar logros/persistencia
8. Anclar la cultura
Desde el punto de vista de la Comunicación Interna, estas etapas hacen mucho sentido, ya que van generando en cada una de ellas la urgente necesidad de compartir los desafíos, decisiones, éxitos y beneficios con los trabajadores, que son quiénes deben llevar a cabo el cambio. Sin la complicidad de sus colaboradores, el cambio se queda estancado. Por ello, es tan fundamental escuchar y comunicar, con un tremendo compromiso del líder, que debe ser además un vocero respetado por los equipos.
Estos pasos además son apoyados por tres bases inconfundibles de la comunicación para el cambio:
Conocer: primero, nuestros trabajadores deben conocer el proceso cambio, cuál es su objetivo, qué gano yo, qué gana la empresa, cuáles son los plazos, porqué es necesario cambiar, cuál es el sentido de urgencia, quién es el líder, quiénes son los embajadores que acompañan y adhieren al proceso, qué piensa la gerencia.
Creer: Cuando ya hemos entregado los detalles del proceso, necesitamos que nuestros colaboradores crean y se conviertan en parte promotora del proceso. Que crean en los beneficios, en los líderes y que cambiar -pese a la pérdida de comodidad- es una excelente idea.
Querer: Aquí nuestros colaboradores ya son activistas, porque ya conocen y ya creen y ahora están en la etapa del querer: Quiero ir a la capacitación, porque me ayudará a llevar adelante este cambio; quiero ser parte de los equipos que promueven el cambio; quiero ser parte de los logros, que ya visualizo.
La necesidad de cambio es parte del horizonte de todas las empresas, y no he conocido ninguna que no haya enfrentado o esté enfrentando un proceso de cambio -ya sea de un sistema computacional, un nuevo modelo operativo, un cambio de edificio o una gran implementación de Calidad Total (TPM, LEAN Thinking, 5S, etc.). No obstante, sí he visto procesos de cambios que no han sido del todo exitosos, porque no se ha involucrado a todos los trabajadores.
Escuchar a los colaboradores, dar respuesta a sus inquietudes sobre el cambio y generar un plan de comunicaciones internas que acompañe todo el proceso, le garantiza una evolución más corta y más efectiva. No significa que todo está resuelto con la comunicación, pero si logramos que las personas conozcan, crean y quieran, el impacto del cambio será mucho menor.