Neurotoxicidad y exposición laboral Por Leopoldo Ruiz, Médico del Trabajo en ACHS. Leopoldo Ruiz. La neurotoxicidad es un término que hace referencia a aquellas alteraciones funcionales, estructurales y bioquímicas producidas en el sistema nervioso y que conllevan a la manifestación de diferentes clases de efectos adversos como consecuencia de una exposición a un producto químico.
El efecto adverso producido por el neurotóxico depende de numerosos factores, como las propiedades fisicoquímicas del agente, la dosis recibida y la vía de exposición, así como de otros parámetros relacionados con los individuos expuestos (por ejemplo, edad, sexo, estado de salud general, aspectos dietéticos o sensibilidad especial a ciertos componentes). Por otra parte, la sintomatología observada puede variar dependiendo de si la exposición es aguda o crónica, siendo en este último caso más complicado detectar con cierta exactitud los síntomas que puedan producirse. Por ejemplo, el n-hexano, en exposiciones agudas a bajas dosis, es un depresor del Sistema Nervioso Central, dando lugar a dolor de cabeza y anoxia, mientras que a altas dosis, puede causar estupor, confusión y coma; sin embargo, en exposiciones crónicas, produce polineuropatías. Consecuencias en el individuo Los daños al sistema nervioso pueden ser causados por un amplio número de sustancias neurotóxicas y no se reconocen fácilmente por los métodos de diagnóstico clínico convencional, siendo sus manifestaciones la expresión de un amplio rango de disturbios de la función neuropsicológica.
Psicosis y otros desórdenes afectivos, disminución de la memoria y pérdida de atención, fatiga y disturbios visuales, forman parte de los múltiples efectos reportados. La exposición aguda a neurotóxicos genera una disminución inmediata y profunda de la función mental, fá- cilmente reconocida por el trabajador afectado y por el médico. En cambio, las exposiciones crónicas a concentraciones bajas provocan alteraciones neurotóxicas que se expresan inicialmente en cambios sutiles de la función psicológica y el comportamiento, que a pesar de ser imperceptibles para el trabajador y el médico, producen importantes trastornos funcionales que interfieren con la ejecución de tareas rutinarias e incrementan la accidentabilidad.
Niveles más elevados de exposición producen diversos cuadros de neurotoxicidad, tales como encefalopatía (plomo inorgánico o mercurio elemental), alteración de la función neurotransmisora (colinesterasa en intoxicación por plaguicidas), alteraciones de la membrana celular, alteración selectiva en funciones cerebrales (metil mercurio) o axonopatía tipo distal-proximal (disulfuro de carbono, n-hexano, metilbutilcetona). A niveles más bajos de exposición, el mecanismo de daño sería presumiblemente similar, pero (excepto en el caso de patología periférica producida por solventes hexacarbonados y disulfuro de carbono), no existen modelos experimentales claramente elaborados.
La complejidad del funcionamiento y anatomía del sistema nervioso, su interrelación con otros sistemas, y la falta de capacidad regeneradora de las neuronas, dificulta en ocasiones el poder establecer qué tipo de mecanismo de acción emplea un agente neurotóxico. No obstante, las exposiciones a sustancias neurotóxicas pueden producir tres tipos de alteraciones: sensoriales; motoras, que pueden conducir a parálisis de menor o mayor grado, y alteraciones, sobre todo en la capacidad de aprendizaje, memoria y cambios emocionales (irritabilidad, aprensión, etc.). El monóxido de carbono estaría presente en este grupo. Desafíos en la materia El diagnóstico diferencial entre un síndrome neurotóxico y una enfermedad neurológica primaria plantea un enorme reto a los médicos que trabajan en el marco laboral. La obtención de una buena historia clínica, el mantenimiento de un elevado grado de sospecha, y el seguimiento adecuado de un trabajador, así como de grupos de estos, es necesario y gratificante. El reconocimiento precoz de enfermedades relacionadas con agentes tóxicos en su medioambiente o con una exposición profesional determinada es fundamental, ya que un diagnóstico adecuado y medidas preventivas pueden conducir a la separación inmediata de un individuo de los peligros de la exposición continua a una sustancia tóxica, evitando posibles lesiones neurológicas irreversibles. Además, el reconocimiento de los primeros casos afectados en un entorno determinado puede conseguir que se produzcan cambios preventivos que protegerán a otros todavía no afectados. Durante las últimas décadas, se ha acumulado una gran cantidad de evidencias que demuestran el efecto de sustancias neurotóxicas a las que se hayan expuestos los trabajadores en forma crónica y generalmente a niveles por debajo de los límites permisibles. Dicha evidencia satisface los criterios epidemiológicos de causalidad. Se han observado alteraciones neuroconductuales en poblaciones trabajadoras de diversa edad, grupo étnico y nacionalidad, en numerosos estudios, habitualmente bien diseñados y con un adecuado control de los factores de confusión.
Asimismo, se ha observado la existencia de curvas dosis-respuesta y un mejoramiento de la función al disminuir o eliminar la exposición al neurotóxico. Sin embargo, en relación a la exposición crónica a neurotóxicos, aún persisten muchas interrogantes, tales como la forma de la curva dosis-respuesta, la reversibilidad de los efectos, existencia de umbrales, interacciones con medicamentos comunes y otras. |