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EMPRESA Y MEDIOAMBIENTE
Una relación compleja
Por Claudio Huepe, Coordinador del Centro de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Diego Portales.
La relación entre la empresa y el medioambiente presenta una cierta tensión permanente. Una de las claves es encontrar el equilibro que permita una producción industrial y la reducción de los impactos posibles.
Claudio Huepe.

Como los componentes del ambiente (incluyendo los recursos naturales) son un sustento fundamental de toda actividad económica, y la actividad económica impacta de diversas formas al medioambiente (muchas veces, de forma acumulativa), la relación puede tomar múltiples formas y grados de complejidad según la situación particular de esta interacción. Lo que es más complejo es que no existen “recetas simples” para hacerse cargo de este vínculo.

Durante gran parte del siglo pasado, esta tensión no fue tomada mayormente en cuenta. De hecho, los impactos ambientales eran vistos a menudo como una demostración de “progreso” (como se entendía, por ejemplo, el humo de las chimeneas de las fábricas en muchas partes del mundo) y en la medida que la escala de los impactos fue creciendo, la relación evolucionó hacia una creciente conflictividad. El impacto negativo de una parte significativa de la actividad industrial sobre el medio ambiente generó una fuerte presión desde la sociedad civil sobre las autoridades y también sobre las empresas, lo cual condujo a hacer esfuerzos importantes por encontrar formas de desarrollo económico que tuvieran menor impacto ambiental, haciéndose cargo también del desafío económico que implicaba cambiar formas de producción establecidas por décadas, lo cual se veía como una carga enorme sobre las empresas.


Sustentabilidad ambiental

Hacia fines de la década de los ‘80, la Comisión Brundtland (así nombrada porque fue dirigida por la ex-primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland), se planteó la necesidad de revisar el modelo de desarrollo económico imperante dado el alto impacto ambiental que estaba produciendo. En ese marco, acuñó el concepto de “desarrollo sostenible” (un desarrollo que permite a las generaciones presentes satisfacer sus necesidades sin afectar la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las propias), argumentando que es posible encontrar formas de desarrollo económico que tengan una relación más virtuosa con el medioambiente. Con el tiempo, esta idea se expandiría hacia el ámbito social y económico del entorno, pero fue en materia de medioambiente donde el concepto tuvo su origen y su primer fuerte impulso (hasta el punto en que, aún hoy, al hablar de sustentabilidad, se piensa a menudo exclusivamente en temas ambientales).

En la actualidad, la idea de “sustentabilidad ambiental” ha ido tomando forma en el mundo de la empresa como un principio fundamental para su actividad. Ya no se trata solo de reaccionar a políticas públicas o regulaciones, sino que también de un tema de responsabilidad de la empresa. En efecto, la responsabilidad social empresarial ha evolucionado fuertemente desde la filantropía (si bien aún sigue teniendo un rol) hacia un compromiso con el desarrollo sostenible (tanto a nivel corporativo como de las instalaciones o proyectos en los territorios específicos).

Esta responsabilidad está cimentada tanto en una creciente conciencia de los ciudadanos que están en las empresas sobre el rol del medioambiente, como en el reconocimiento del impacto que no toma en cuenta los temas ambientales, puede tener sobre la empresa en el largo plazo. En efecto, incorporar consideraciones de sustentabilidad ambiental puede reducir el riesgo de impactos posteriores sobre las actividades de la empresa, reducir costos de futuros cumplimientos de regulaciones, mejorar la imagen frente a consumidores y, además, pueden generar ahorros directos al hacer más eficiente la operación. Más aún, las prácticas ambientales pueden hacer una diferencia en un mercado cada vez más competitivo. Adicionalmente, se abre la puerta a la innovación y el desarrollo de mercados.

No obstante, sería un error pensar que incorporar un principio de “sustentabilidad ambiental” en la organización basta para que la tensión quede automáticamente resuelta, al crear una especie de “círculo virtuoso” perfecto, creado por regulaciones eficaces, empresas atentas y desarrollo tecnológico. La realidad es que, aun si estos tres aspectos funcionan efectivamente, la tensión existe siempre, y se debe trabajar permanentemente para articular modelos y gestión de negocios que permitan maximizar las oportunidades de “ganancia mutua” entre la empresa y el medioambiente. Pero aceptando que en ocasiones eso no es posible y que es necesario ceder en algunos aspectos de los proyectos económicos y aceptar algún grado de impacto ambiental.


Más allá de las normas

Lo que hace particularmente complejo encontrar ese equilibrio, es que se requiere mucho más que el cumplimiento de normas. Como se señaló, la sustentabilidad ambiental surge de la idea de “desarrollo sostenible”, concepto esencialmente cambiante, que encierra un aspecto dinámico crucial, pues el desarrollo (más que un estado como habitualmente se presenta), es un proceso constante de avanzar hacia mejores condiciones, por lo que requiere una mirada amplia y profunda proyectada al largo plazo. Por supuesto, el cumplimiento de normas es fundamental y es el piso desde el cual se parte. Hoy en día, el correcto cumplimiento de la normativa está incorporado en la gestión de las empresas, sobre todo las grandes; pero no hay aún una visión generalizada de que es necesario ir hacia ambiciones mayores que den sentido al rol que ocupa la empresa en la sociedad. Esto se ve agudizado porque a menudo la acción de una sola empresa no es suficiente para lograr esas ambiciones y se requiere una acción concertada de varios actores (públicos y privados) para alcanzar los objetivos que se plantee la sociedad.

El desafío de la sustentabilidad ambiental de la empresa llegó para quedarse y aún hay mucho trabajo, tanto en las políticas públicas como para el sector privado, para transformarlo en una oportunidad virtuosa para nuestro desarrollo global.

Agosto 2017
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