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TRABAJO BAJO PRESIÓN
¿Un perfil necesario en la industria actual?

Hoy en día, es recurrente encontrar en la definición de perfiles de postulantes a un puesto laboral, la capacidad de responder al “trabajo bajo presión”. No obstante, este podría detonar estados de estrés, con el consiguiente deterioro de calidad laboral.

Considerado por muchos reclutadores como una característica propia de la mayoría de los puestos de trabajo, el concepto de “trabajo bajo presión” ha sido muy utilizado últimamente por las empresas en sus publicaciones de ofertas laborales, razón por la que se intenta buscar a candidatos que sean capaces de desarrollar sus labores bajo presión como cualidad diferenciadora que les permita adaptarse a entornos de alta exigencia psicológica.

Sin embargo, ¿resulta razonable pretender que el ser humano (trabajador) se deba adaptar a ambientes de trabajo de alta presión? ¿Será razonable mantener la alta presión en los puestos de trabajo como una condición inmodificable? La verdad es que desde la mirada de los factores humanos y organizativos, estas concepciones son totalmente erróneas y significan, a la larga, un alto costo para las compañías, por cuanto traen consigo de manera ineludible los malestares propios de los sistemas estresantes que repercuten en una alta rotación, insatisfacción laboral, conflictos interpersonales, enfermedades profesionales, ausentismo, malestar físico, psicológico y emocional; y altas y recurrentes inversiones en salud, reemplazos, procesos de selección, entre otras consecuencias.


Procesos internos

Lo primero que debemos comprender bajo esta mirada, es que el ser humano tiene características que pueden ser generalizables a todas las personas y, por consiguiente, conocidas también por todos. Por ejemplo, nuestra capacidad física es algo conocido e invariable y se sabe de antemano cuál es la carga máxima admisible para el ser humano. De igual modo, también es sabido que nuestra capacidad de atención tiene límites temporales y se requiere de espacios de descanso mental para mantener la atención en su nivel óptimo. Asimismo, el ser humano tiene un umbral de memorización de datos y/o secuencias que se conoce de antemano y sería un error pretender lo contrario.

Respecto de nuestras características sociales y emocionales, los seres humanos necesitamos contacto con otros, necesitamos socializar y un descanso físico y mental que nos permita reactivarnos. Desde el punto de vista emocional, se sabe que los seres humanos reaccionamos de modo parecido cuando recibimos un mal trato, cuando nos exponemos a frustraciones, cuando nos entregan instrucciones poco coherentes o contradictorias, o cuando nos enfrentamos a estímulos ambientales de alta presión. En este último caso, es altamente probable que si la exposición se prolonga en el tiempo, comencemos a sentir malestar en relación al trabajo, y si este síntoma se repite recurrentemente, el estrés sería una cuestión inminente.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, resulta importante considerar la ergonomía como base para el diseño de los puestos de trabajo. Esta disciplina ubica al ser humano como centro alrededor del que se debe diseñar el trabajo -esto es, espacios, mobiliario, infraestructura, condiciones ambientales, procesos, políticas, carga de trabajo, salario y todo lo que involucra al ser humano desde la ergonomía cognitiva-, con el fin de evitar el daño a los trabajadores y, al mismo tiempo, lograr la optimización de los procesos operacionales, reduciendo los costos asociados a enfermedades, accidentes y rotación de personas.


Sistemas de trabajo organizados

Retomando, entonces, el concepto de “Trabajo bajo presión”, resulta inconcebible mantener lugares de trabajo con esta cualidad, ya que nuestra naturaleza humana percibirá esta condición como amenazante para la propia sobrevivencia, reaccionando a través de diversas manifestaciones sintomáticas que buscan alejarse de la fuente amenazante y esto debe ser considerado como una condición invariable de nuestra especie.

El desafío que tienen hoy las empresas es dejar el paradigma clásico industrial y comenzar a incorporar la noción de que hacer las cosas bien desde el diseño de los puestos de trabajo y sus procesos asociados, significará una inversión que impactará positivamente en el negocio. Erradicar los procesos de trabajo bajo presión significa actuar coherentemente con la naturaleza humana, evitando especular con estrategias “innovadoras” que, de forma equivocada, buscan que el ser humano se adapte al ambiente de trabajo y a condiciones para las cuales no tiene posibilidades ni físicas, ni psicológicas.

Hoy quienes diseñan el trabajo y quienes tienen la facultad de tomar decisiones son los llamados a innovar desde un principio básico y conocido por todos: el ser humano en su condición invariable jamás será capaz de adaptarse a un ambiente de trabajo bajo presión. Por el contrario, los ambientes de trabajo deben ser diseñados de manera de optimizar las características humanas para un funcionamiento eficiente del sistema.


Artículo gentileza de Manuel Mena, Jefe de Departamento de Psicología en SST de Mutual de Seguridad CChC.
Junio 2017
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