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SISTEMAS DE EXTINCIÓN
Lecciones de un caso
Por Rodrigo Aravena, Gerente de la unidad Ingeniería de Protección contra el Fuego de DICTUC. www.dictuc.cl/fuego
Un caso ocurrido en EE.UU. en 2001, deja varias lecciones en torno a la protección contra incendios. Las investigaciones posteriores dejaron al descubierto las fallas ocurridas, las que se detallan a continuación.
Rodrigo Aravena,

En febrero de 2001, en Davenport (en el estado de Iowa, EE.UU.), se declaró un incendio en una gran bodega (90.000 m²) en el centro industrial “River Cities Business Park”, construida a mediados de los ‘70 y que contaba con un extenso sistema de extinción de incendios, que incluía una completa red de rociadores automáticos, con bombas y estanques de agua con más de 2.000 m³ de capacidad. Sin embargo, el fuego creció rápidamente, consumió todo el edificio y sus contenidos, dejando pérdidas estimadas en más de US$ 40 millones. Durante el análisis de este siniestro, se descubrió que el sistema de rociadores no fue eficaz en controlar el incendio, y los bomberos indicaron que se les acabó el agua de los estanques al poco tiempo de iniciar sus trabajos de extinción. En este escenario, la interrogante principal es entender qué ocurrió en este caso, lo que puede ser de gran utilidad para evaluar la efectividad de los sistemas de extinción de cualquier edificación.


Lo que descubrió la investigación

Entre los resultados de la investigación, sobresale el hecho que el sistema de rociadores había sido diseñado y construido cuando esa parte de la bodega se utilizaba para el almacenamiento de motores de equipos, almacenados en alturas menores a 3,7 m. Ese uso cambió posteriormente, y al momento del incendio se almacenaban estanques plásticos en alturas mayores a 4,5 m. No hubo ningún cambio en el sistema de rociadores asociado al cambio de uso.

Una vez que se inició el incendio, este creció de tal manera (dados los contenidos existentes) que al momento de activarse los rociadores, la superficie cubierta por las llamas era demasiado extensa para que estos pudiesen controlar el crecimiento. Esto originó una cadena secuencial de activación de rociadores, lo que implicó que apenas dos minutos después de la activación de la bomba, se hubiesen activado más de 50 rociadores, y que tras 10 minutos, más de 320 rociadores se habían activado (una superficie del orden de 20 mil m2).

En circunstancias normales, lo que se espera de este sistema es que mediante la activación de un conjunto pequeño de rociadores (asociado a una superficie pequeña en llamas), se logre controlar el incendio. Esta superficie pequeña, a su vez, controla tanto la demanda de la bomba de incendio (caudal, presión) como el dimensionamiento de los estanques de agua (sostener la apertura de algunos pocos rociadores por un cierto periodo de tiempo).

En la medida que se activan más rociadores, la presión de agua del sistema cae (hay más salidas de agua), la bomba es incapaz de suministrar la presión requerida, el agua proyectada por cada rociador cubre una superficie menor, el incendio crece sin control, aumenta la superficie afectada y luego se activan más rociadores con una presión aún menor, en un ciclo continuo y con un consumo global de agua en aumento. Para cuando llegan los bomberos, ya no queda agua en los estanques, se ocupó en demasiados rociadores abiertos (al final del incendio, había más de 300 rociadores operando en simultáneo; no hay bomba ni estanque que soporte una operación de tal magnitud).

El origen del problema: el cambio de uso de la bodega. El diseño de la red sí servía para almacenar motores, pero no para guardar estanques plásticos de mayor envergadura (y que era la realidad de esa bodega al momento del incendio).


¿Qué se puede concluir de este caso?

1. Los sistemas de extinción son esencialmente “a medida”. Los requerimientos de tipo de rociador, de bomba, de estanques,entre otros, dependen específicamente de los contenidos y de su modo de acumulación. No existe una solución estandarizada única y un sistema no adecuado no entrega protección real.

2. La estrategia entera de protección contra incendios debe ser tan dinámica como sea la realidad. Un cambio de uso (o una ampliación o una modificación de la techumbre, entre otros ejemplos) eventualmente comprometen los supuestos a partir de los que la estrategia fue diseñada. Este último enfoque necesariamente nos lleva a la necesidad inicial de: (a) comprender los riesgos y escenarios de incendio, y (b) definir una estrategia y camino de acción dados esos riesgos.

El objetivo de una evaluación de riesgos es tener un juicio técnico y real de los distintos escenarios de incendio que pueda haber en una instalación. Se logra identificar los riesgos tanto de inicio como de crecimiento y propagación del incendio, así como racionalizar, priorizar y dirigir las medidas de prevención/control/mitigación, de modo de tener una protección adecuada.


¿Qué requiere la seguridad contra incendios?

Normalmente, la seguridad contra incendios requiere de un conjunto de medidas combinadas, que actúan de manera simultánea (alarmas, extinción automática, bomberos, evacuación, control de humos, protección pasiva); las aristas involucradas son bastantes, todas con alto nivel de complejidad, y es necesario asesorarse con profesionales expertos que puedan integrar la globalidad del problema del incendio, que nunca puede reducirse a un solo parámetro o número.

Si se realizó una alta inversión en un sistema automático de extinción, ¿qué tan razonable es que no dispongan recursos adecuados para su mantención? Lo importante no es la actividad de mantención en sí misma, sino el ejercicio que permite distinguir que esa es una actividad crítica y fundamental, y que no hacerla equivale a no tener sistema de extinción confiable, del mismo modo que un diseño inadecuado a la condición real no sirve para proteger, tal como el ejemplo analizado. Ese mismo ejercicio permite priorizar las actividades, mitigar los riesgos y racionalizar el uso de recursos.

No existe una medida única de protección que resuelva todo el problema. La tendencia actual apunta a aumentar los esfuerzos para dar coherencia a las medidas existentes respecto a los riesgos reales. Para lograr un sistema eficaz es necesario que los recintos (y sus usuarios) puedan asesorarse con organismos especialistas, que cuenten con el conocimiento y experiencia para desarrollar esta clase de evaluaciones y con ello definir un camino de acción que proteja prioritariamente a los ocupantes, luego los contenidos y la continuidad de operaciones y al mismo tiempo sea eficiente en términos de alcance/costos.

Marzo 2017
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Comentarios acerca de este artículo
Patricio Particular (31/03/2017)

Comparto los comentarios del señor Rodrigo Aravena.

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