Por otro lado, la energía siempre ha sido un bien escaso, con un valor asociado. Hoy en día, el mayor consumo e intensa explotación de las fuentes primarias de energía conlleva un aumento de su valor, como lo ha demostrado el petróleo: hace 50 años, el barril de crudo tenía un valor de US$2 y, actualmente, supera los US$110. La fuente de energía renovable más económica, las plantas electro hidráulicas, están llegando a un límite de explotación donde la instalación de nuevas centrales generadoras de energía eléctrica son cada vez más costosas tanto desde un punto de vista económico como social. Tabla 1. Según información de la Comisión Nacional de Energía, en Chile, desde 1990 al 2006, el consumo por energía por habitante se ha incrementado de 0,8 a 1,4 10*106 kilocalorías. Expresado en otra unidad para graficar el cambio, se aumentó de 0,8 a 1,4 toneladas equivalentes de petróleo. En la tabla 1 se muestra a nivel país por sector económico el consumo de energía en los años 1990 y 2006, para propósitos de comparación. Tabla 2. Es interesante observar la matriz energética del país, las fuentes primarias de energía y el cambio desde el año 1990 al 2006. Los datos muestran que el gas natural y la hidroelectricidad se han triplicado (el gas natural, por la oferta de insumo barato en la década del 90); el petróleo y la leña se han duplicado y el carbón ha subido 1,3 veces. Se debe recordar que el petróleo, el gas y el carbón se usan en un porcentaje importante como fuentes primarias para generar electricidad. Otro dato relevante es que el año 2006, prácticamente el 70% de la energía es importada y solamente el 30% se produce internamente. En consecuencia, se debe aumentar la eficiencia, especialmente, en petróleo, leña y carbón. El uso eficiente de la energía, es decir, usarla en las cantidades requeridas sin afectar la calidad de vida, es un mandato en todo orden de actividad humana. En cada hogar, es posible cooperar y contribuir con este uso eficiente, y la suma de todos los ahorros puede resultar en cantidades significativas. Por ejemplo, uno de los consumos de energía que se refleja de manera directa en la calidad de vida es en iluminación artificial, y el cambio de las tradicionales luminarias incandescentes por fluorescentes compactas, puede significar un ahorro sustancial para el hogar y, por ende, para una comunidad. Tabla 3. Imaginemos un hogar que tiene 4 luminarias incandescentes de 60 W que funcionan 6 horas diarias por 30 días en el mes; su consumo mensual será de 43 kWh. Si en este hogar, se cambian las ampolletas por 4 luminarias de 12 W, el consumo bajará a 8,6 kWh. Si el kWh vale $80, la cuenta mensual baja desde $3.456 a $ 691, y en un año, disminuye de $41.472 a $8.294, considerando que son 2.160 horas de uso, por lo que las incandescentes deberían ser renovadas dos veces, al menos. Adicionalmente en el hogar, es posible contribuir si usamos eficientemente los aparatos y artefactos. Para esto, es necesario conocer cuáles son los consumos promedio típicos de los equipos comunes. La tabla 3 entrega datos para tomar decisiones apropiadas, usar menos horas, o apagar cuando no sea necesario. Desde un punto de vista del comercio, los sectores público e industrial, la iluminación de recintos y calles representan un consumo importante. Para una adecuada toma de decisiones, la tabla 4 entrega propiedades de lámparas para contribuir con el uso eficiente de la electricidad. Tabla 4.
|