Investigación, innovación, nuevas tecnologías...son conceptos cuya aplicación implica necesariamente riesgos asociados, que en la mayoría de los casos son imposibles de eliminar fácilmente en las primeras etapas de desarrollo. Sin embargo, no sólo es posible sino necesario identificar el mayor número de puntos críticos, cuantificar el riesgo que suponen, valorar las soluciones alternativas (si existen) y, si es posible, hacer verificaciones iniciales que permitan acotar el riesgo a partir de algunas pruebas previas realizadas, a costos razonables. Muy posiblemente, el producto innovador que se aborda esté basado en alguna posibilidad tecnológica emergente y, por lo tanto, todavía bastante desconocida. Ello es el mayor capital del producto en cuanto al valor agregado que aporta, pero también el mayor riesgo y el más difícil de prever y acotar. Un análisis detallado, realizado con tranquilidad por un experto (preferiblemente, ajeno totalmente al consorcio), es normalmente la mejor solución. Conclusiones A pesar de que los párrafos anteriores puedan parecer catastrofistas, simplemente intentan llamar la atención sobre algunos puntos muy conocidos, pero muchas veces olvidados en el momento de armar el rompecabezas del que dependerán las posibilidades de éxito. En este sentido, la primera de las conclusiones a extraer es que, a pesar de todo, la posibilidad de innovar existe aún en nuestros países. Y no sólo existe, sino que es totalmente imprescindible si queremos mantener y mejorar el tejido industrial. La realidad de nuestro entorno impone la necesidad de colaboración para innovar y salir airosos del reto que nos viene impuesto por la sociedad global en que necesariamente nos desenvolvemos. Colaboración entre empresas y entre éstas y los centros de investigación, son principios que han de formar parte necesariamente de este proceso. Y ello es extensivo no sólo a los ámbitos nacionales, sino también a los internacionales. Es responsabilidad de empresas e investigadores, junto con la actuación proactiva de los gobiernos o instituciones públicas correspondientes, el forzar si es necesario este diálogo y la colaboración para definir, elaborar, seguir y respetar líneas de trabajo comunes que a medio y largo plazo permitirán abordar con éxito el futuro industrial. El pequeño tamaño relativo de nuestra población hace inútil pensar en mercados locales. Debemos pensar en dar respuesta a necesidades globales, aunque la estrategia de implantación pueda iniciarse desde el mercado local pero nunca restringirse a éste. En el mismo sentido, debe huirse de las propuestas de soluciones industriales que tienden a promover un abaratamiento del producto en el mercado local, normalmente sobre la base de un relativamente menor nivel salarial y de un incumplimiento quizá no explícito de las normas de calidad y de trazabilidad exigibles. Por el contrario, seamos conscientes de que el nivel de preparación de nuestros ingenieros y científicos es igual o superior al de los países llamados "del primer mundo". Que es posible superar las deficiencias en nuestras infraestructuras, aunque ello exija un esfuerzo adicional. Que nuestras economías no permiten abordar todos y cada uno de los temas abiertos, pero que focalizando el esfuerzo en los sectores en los que ya existe una cierta posición en el mercado o que sean considerados estratégicos, es posible la innovación y con ello el adquirir y consolidar una presencia firme de nuestras empresas en el mercado. |