"Para saber, hay que medir" es la máxima que se aplica a este caso. La GE tiene por objetivo reducir el Indice Energético, que es la energía usada por unidad de producto (IE=Energía/Producto), y se calcula para los procesos de transformación energética. Se necesita una medida inicial, que se hace mediante la AE, para poder cuantificar los mejoramientos. Sin embargo, esta medida inicial es recelada cuando se buscan culpables, en vez de destacar que es el inicio de un mejoramiento continuo del IE. Barreras a remover En primer lugar, el problema más recurrente es que las empresas y los profesionales no creen que las auditorías energéticas sean el inicio indispensable para mejorar el IE, sino que se está en la búsqueda de culpables. Esto impide la obtención de valores de referencia reales para un mejoramiento. El segundo factor es que, aunque se logren encontrar los IE por procesos, por plantas y por equipos, hay una incapacidad de poner metas alcanzables, con plazos realistas, y de asignar los recursos para tal efecto. En ese sentido, se fijan metas utópicas que desincentivan el mejoramiento continuo. En tercer lugar, y con mayor frecuencia de lo que se cree, no se consideran todas las formas de energía. Adicionalmente, existen a lo menos 15 barreras adicionales: 1. Hay más preocupación por los servicios que presta la energía que por la optimización de su uso (la producción por sobre todo). 2. Los beneficios de los mejoramientos no son visibles y los incentivos poco relevantes. 3. Hay dificultades para verificar el cumplimiento de los ahorros de energía previstos, ya que no se está habituado a medir y no se compran los instrumentos adecuados. 4. La EE no se reconoce como una actividad relevante y que debe ser encarada por todos, y no sólo por las áreas de uso intensivo de la energía. 5. Los mecanismos para aprobar las inversiones son engorrosos y cuantificar los beneficios lo es todavía más, ya que los métodos de financiamiento existentes se diseñan y adaptan casi exclusivamente a los procesos productivos o "del negocio". 6. No se le asigna prioridad a la EE, porque el cumplimiento de las metas de producción lo es todo. 7. Los esporádicos planes de UEE que se realizan son discontinuos en el tiempo. Se hacen algunos esfuerzos iniciales, se deja de medir y luego se adoptan nuevas prioridades. 8. No hay un ente que haga seguimiento y control de la EE, y tampoco forma parte de las evaluaciones de desempeño en aquellas empresas donde se evalúa a los trabajadores. 9. Los estándares energéticos a los que se puede llegar no son del dominio público; se detectan insuficiencias. 10. No hay una definición de metas a conseguir en relación con el UEE ni de los indicadores que se emplearán para su verificación. 11. Faltan planes de capacitación y asesorías especializadas. 12. Hay escasa y ocasional difusión de la actividad. 13. El registro de la vida de los equipos es parcial e incompleto, especialmente en relación a los rendimientos energéticos. 14. No hay una política explícita de EE conocida por todos. 15. En la evaluación de las alternativas de equipamiento, no se incluye el costo energético durante toda su vida útil. Los ejecutivos de las empresas pueden mostrar su compromiso medioambiental mediante una política de UEE, inserta en la política global de la gestión empresarial, ya que apunta a aumentar la productividad y competitividad, reduciendo los costos. Ella implica menores costos por consumo de energía y responde a los desafíos medioambientales vinculados al uso de ésta. Los objetivos específicos pueden resumirse en identificación e implantación de mecanismos, incentivos y procedimientos destinados a superar las barreras que impiden concretar las significativas potencialidades de mejoramiento de la eficiencia con que se usa la energía en la empresa. El éxito de una política de UEE dependerá del compromiso con ella de los altos ejecutivos de la empresa mediante instructivos que no sólo impliquen a las áreas productivas o de servicios, sino también a las administrativas, por sus consecuencias en los criterios de diseño, selección y reparación de equipos como de adquisición de los mismos o asignación de presupuestos. En ese sentido, se debe preparar un plan maestro: un conjunto de mecanismos e incentivos, y la implementación de sistemas de control, seguimiento y evaluación. Este plan debe ser plenamente reconocible por todos los actores relevantes de la empresa; actualizable anualmente; controlable en lo que respecta a sus metas, objetivos, acciones e inversiones; y ser capaz de guiar las acciones concretas.
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