Diversos estudios científicos han demostrado que los aerosoles son una de las principales vías de transmisión de los virus, entre otros el SARS-CoV2 (Covid-19). Las partículas virales activas pueden flotar más tiempo y más lejos de lo que se pensaba originalmente y presentar un peligro potencial. El riesgo de infección en ambientes cerrados suele ser mucho más alto que en el exterior, donde el viento suele dispersar las partículas.

En espacios cerrados (escuelas, guarderías, oficinas, salas de seminarios, talleres, transporte público, hospitales, etc.), el distanciamiento físico por sí solo podría no ser suficiente. El posible riesgo de infección por aerosoles existe principalmente en ambientes que no están suficientemente ventilados o en los que no es posible un flujo adecuado de aire.

Como primera medida, es aconsejable medir la velocidad o el flujo del aire en la salida del dispositivo por el que fluye, recircula o se extrae, y comprobar los niveles requeridos. En este sentido, las recomendaciones tienen por objeto reunir las medidas de precaución que deben aplicarse en el ámbito de la ventilación, en torno a los siguientes principios fundamentales:

• Incrementar el suministro y la extracción de aire.

• Limitar la recirculación del aire interior y favorecer la entrada de aire “nuevo”.

• Favorecer la ventilación natural abriendo las ventanas.


El aumento de la ventilación puede reducir la concentración de aerosoles contaminados que pueden estar presentes en el aire del ambiente. El aumento de la ventilación es posible, por ejemplo, incrementando la frecuencia, los tiempos de ventilación o el caudal volumétrico de aire.

La calidad de la ventilación se puede comprobar con una medida de la concentración de CO2. La OMS recomienda un valor reducido por debajo de 1.000 ppm.

El aire exterior contiene aproximadamente un 0,04% de CO2 generalmente expresado en ppm (partes por millón), es decir, 400 ppm. En un ambiente interior, la actividad humana (la respiración) puede elevar rápidamente esta concentración y alcanzar valores superiores a 1.500 ppm (salas de reunión o aulas, por ejemplo). Un sistema de ventilación correctamente dimensionado permite reducir la concentración de CO2 y la concentración de aerosoles en el local, garantizando una buena calidad del aire. Por ello, un excelente indicador de la eficiencia de renovación del aire es controlar el nivel de CO2.

Para comprobar la calidad del aire ambiente regularmente, puede usar un registrador de calidad de aire, como el AEMC 1510.

El instrumento se coloca de preferencia a una altura con respecto al suelo de entre 50 cm y 2 metros. En la práctica, se coloca en un lugar seguro y cerca de una toma de corriente por si fuera necesario alimentarlo de la red eléctrica. Debe estar al menos a 50 cm de distancia de las fuentes de calor intenso (emisores de calor) y de la radiación solar directa.

El instrumento no debe colocarse en el flujo directo de aire que viene del exterior (ventanas), ni cerca de la puerta de acceso. El nivel de CO2 fluctúa en el transcurso del día, dependiendo de la tasa de ocupación de las instalaciones, las actividades realizadas y la eficiencia de la renovación del aire. Por estas razones, las funciones de registro y las indicaciones de superación de los umbrales son esenciales.