Los desafíos de la nueva Ley de Eficiencia Energética Por Pedro Lagos e Ignacio Allende, abogados del Estudio Jurídico Arteaga & Gorziglia. La Ley de Eficiencia Energética, entre otros aspectos, permitirá que los ahorros de energía se traduzcan en una reducción de emisiones directas de CO2 hasta en 28,6 millones de toneladas al año 2030, aportando a la consecución de las metas propuestas en el compromiso de Chile de mitigación de gases de efecto invernadero para el sector energético. Lo anterior se suma a otras iniciativas públicas y privadas que desde el sector eléctrico están contribuyendo a alcanzar un desarrollo sostenible en nuestro país, como las cada vez más ambiciosas metas de descarbonización de la matriz de generación y el aumento sostenido en el desarrollo y construcción de proyectos en base a energías limpias.
La LEE, entre otras innovaciones, mandata al Ministerio de Energía a establecer Planes Nacionales de Eficiencia Energética cada cinco años que fijen objetivos de corto, mediano y largo plazo; incentiva la participación ciudadana en la elaboración de estos planes; obliga a los grandes consumidores de energía (“Consumidores con Capacidad de Gestión de Energía” o “CCGE”) a establecer sistemas de gestión de energía (“SGE”); establece el requisito de la clasificación energética para las nuevas construcciones de edificios y casas; establece incentivos y regulaciones a favor de la utilización de vehículos de propulsión eléctrica, y declara al hidrógeno como combustible.
Todas estas innovaciones no solo son buenas noticias desde el punto de vista ambiental. Estas medidas ayudarán a mejorar la productividad y competitividad de diversas industrias, mejorando la calidad de vida de todos los chilenos. Asimismo, es destacable que la LEE de flexibilidad tanto a los CCGE como a distintos organismos públicos para elaborar sus propios SGE, de acuerdo con la realidad particular de cada uno de ellos. Con esto, se garantiza que la eficiencia energética no sea una carga, sino que convierte a las empresas y a la sociedad civil en protagonistas en generar desarrollo sostenible, en estrecha colaboración con el Estado.
Con todo, la LEE plantea varios desafíos. En primer lugar, la LEE deja gran parte de los detalles de la nueva regulación a futuros reglamentos. Si bien se establecen plazos y criterios para su dictación, es de esperar que se conozcan cuanto antes los principales lineamientos que se tendrán en cuenta en su elaboración, garantizando la certeza jurídica a inversionistas y emprendedores.
Asimismo, es de esperar que el Estado y sus empresas den el ejemplo en esta materia, marcando una nueva pauta. Finalmente, es previsible que en el futuro se establezcan incentivos que lleven a empresas que no clasifiquen como Consumidores con Capacidad de Gestión de Energía para que voluntariamente se sumen al desafío de hacer más eficiente su consumo de energía. El Estado debe cumplir un rol no solo fiscalizador, sino que ser un activo promotor de una cultura de la eficiencia energética. En este aspecto, es fundamental que se establezcan los mecanismos que faciliten la adopción de medidas que impliquen un uso eficiente de la energía. Exenciones tributarias, subsidios y capacitaciones, entre otras, son algunas medidas que podrían ayudar a crear una verdadera cultura nacional en torno a la eficiencia energética, convirtiéndola en un objetivo conjunto del Estado y los particulares. |