Rodrigo Castillo.

A su juicio, ¿cuáles han sido los principales hitos que han marcado el desarrollo de Empresas Eléctricas y del sector en estos 100 años?
Me parece que, sin lugar a dudas, el hecho de haber sobrevivido como gremio durante 100 años es el gran hito de esta institución. Sin embargo, me parece digno de destacar la introducción de Corfo en este sector durante los años ‘40, como parte del Plan de Electrificación, que fue el gran impulso a la industrialización eléctrica. A esto se suma también como un hecho relevante la privatización del sector en los años ’80, que dio pie al sistema que se mantiene hasta la fecha. Hoy se da la convivencia del sector privado, que tiene a su cargo las inversiones, la gestión y la administración de la industria, con el Estado, que planifica y se hace cargo de la gran mayoría de las decisiones estratégicas, como calidad del producto, servicio y tarifas.

En lo personal, ¿cuál es la evaluación que hace usted en su cargo?
Actualmente, estoy cumpliendo 10 años en el puesto de Director Ejecutivo de EEAG, período que ha estado marcado por grandes cambios. A partir de 2005 se han dictado algunas de las leyes y reformas más importantes del sector eléctrico, como la Ley Corta y Ley Corta 2, y próximamente se espera la aprobación de una gran reforma al sistema de transmisión que se convertirá con toda seguridad en un gran hito. Han sido años muy desafiantes, pero con una evaluación altamente positiva. Finalmente, como organización también hemos logrado coordinar y conciliar los puntos de vista de muchas empresas y nos hemos erguido como una contraparte constructiva y propositiva.

¿Cuáles han sido los momentos más complejos y las enseñanzas más valiosas durante este centenario?
Tal vez el período vivido después de la crisis energética del gas argentino ha sido uno de los momentos más complejos para el sector eléctrico, la industria y la ciudadanía. Nunca antes habíamos estado en una situación tan abiertamente hostil, desde el punto de vista de las alternativas. El problema fue que habíamos hecho una apuesta muy profunda como país por el gas natural. La reconversión es algo que arrastramos hasta el día de hoy; de hecho, la historia del sistema eléctrico chileno se escribe con un antes y un después de este lamentable episodio. Por otra parte, probablemente, la mayor enseñanza está dada por las discusiones de política pública que llevamos adelante, que necesariamente deben ser hechas con un enorme y amplísimo nivel de participación.

¿Identifica algún episodio en el que, como sector, debieron haber actuado de forma diferente?
El trauma de lo que significó la crisis del gas argentino, unido a una mayor dificultad para desarrollar los proyectos que teóricamente iban a venir a reemplazar el suministro de dicho país, significó en conjunto un desafío que probablemente ningún gobierno hubiese estado capacitado para enfrentar de buenas a primeras con total éxito. Prefiero no hacer un juicio negativo del pasado; es más, dicho pasado fue lo que nos permitió hacer los análisis que dieron lugar a los resultados que estamos viendo hoy en día. Lo que se hizo en conjunto en materia de agenda energética fue tomar todo el trabajo que se venía desarrollando con anterioridad en distintos gobiernos e identificar que dichos diagnósticos, en términos generales, eran correctos, motivo por el cual nos pusimos a trabajar íntegramente en definir las soluciones.

¿Cuáles son los desafíos más relevantes que enfrenta hoy en día el sector en materia de transmisión y distribución?
La forma de producir energía en Chile está cambiando de manera profunda; hoy en día existe una gran cantidad de pequeños y medianos proyectos con ERNC en diferentes lugares del país que requieren un nivel de flexibilidad del sistema de transmisión muy diferente a la época en la cual teníamos una mayoría de energía hídrica muy acotada y otra gran cantidad de energía térmica. El gran desafío es poder llegar a tiempo con la transmisión y poder adelantarnos a las necesidades que va a tener este sistema. Además, es necesario avanzar en esta materia hacia mayores niveles de robustez y seguridad; lo más costoso es tratar de ahorrar en transmisión.

En distribución, en tanto, la agenda política energética de largo plazo tiene dos metas muy altas: lograr un máximo de interrupciones por hora por cliente de 4 horas a 2035 y de 1 hora a 2050. Llegar a esos niveles de calidad de servicios y fiabilidad significa que tenemos que comenzar a trabajar ahora mismo. La discusión de una ley de Eficiencia Energética también es una prioridad y queremos poner a Chile a la vanguardia mundial en términos de normativa.

Ud. ha destacado avances como las licitaciones y las líneas de transmisión. ¿Qué faltaría, entonces, para llegar a un escenario “ideal”?
Lo primero que necesitamos es tiempo para poder ejecutar todos los planes y proyectos diseñados tanto por la normativa como por las propias empresas para ponerse al día respecto a este tema. Incluso, aunque lográramos hacer todo perfectamente bien, antes de 5 o 10 años no vamos a poder terminar los desafíos más urgentes que veníamos arrastrando desde la crisis del gas argentino. En segundo lugar, necesitamos mantener este mismo nivel de diálogo e interlocución entre todos los sectores interesados, de forma tal que sea algo inmediato y rotundo que el desarrollo del sistema eléctrico es, en primer lugar, un servicio público respecto del cual todos tenemos un compromiso.