Por Pablo Moysam, Director Comercial Ecuador & GTP Latinoamérica de GE.
Pablo Moysam.
La Revolución Industrial marcó un antes y un después en materia energética. Esto porque el consumo de gas aumentó de manera considerable durante este período, gracias a la expansión rural propia de la época. De esta manera, y en un mundo cada vez más globalizado, hemos aprendido a utilizar de forma eficiente este recurso, todo con el objetivo de mejorar la calidad de vida, además de impulsar el desarrollo de las diferentes industrias que utilizan esta fuente.
Su versatilidad, que lo ha convertido en un claro sustituto de otras alternativas energéticas más contaminantes, ya se vio en el siglo XIX cuando comenzó a aplicarse como combustible de iluminación y posteriormente como fuente de calefacción, agua caliente sanitaria y en la industria metalúrgica.
Y es que los avances tecnológicos y el Internet Industrial nos han llevado a desarrollar nuevos sistemas digitales para la detección, monitoreo, control y análisis de datos, que otorgan una visión única a futuro, generando una integración del mundo digital con el de las máquinas. Esto ha ayudado en la definición de nuevos componentes de la cadena de producción de gas, como son los compresores, válvulas, turbinas y motores.
Un creciente consumo de combustible
En la actualidad, la demanda global de gas es de 3,5 mil millones de metros cúbicos anuales (bcm), que equivalen al 70% del total del mercado mundial de petróleo. Los avances más interesantes se evidencian en la integración de sistemas que, por ejemplo, han permitido en EE.UU. desarrollar el gas no convencional de manera extraordinaria para el mercado. En 2025, consideramos que esta necesidad aumentará 1.300 bcm, lo que equivale a un incremento del 36% si lo comparamos con lo que se consume hoy. Esta necesidad hará que el consumo de gas, como combustible para energías primarias, aumente a su vez en un 26%.
Esta previsión en el crecimiento del consumo de combustible, obligará a redoblar esfuerzos en el desarrollo de infraestructura crítica en países de África y América Latina. Por ejemplo, en Chile, Argentina, México, Perú, Brasil y Colombia, vemos que se selecciona tecnología para generar electricidad con gas natural, producido localmente, así como también tecnología para convertir unidades existentes que operaban con diésel y que ahora lo harán con GLP. O, en países como Ecuador, en donde se está aumentando la eficiencia de centrales de generación existentes, con el cierre a ciclo combinado donde el calor residual se direcciona a una caldera que produce vapor para un turbogenerador adicional, sin consumir más combustible. Los mercados emergentes representarán más del 80% del crecimiento en el consumo eléctrico hasta el año 2025. Por eso, trabajando juntos -gobiernos, fabricantes, desarrolladores, constructoras, proveedores de gas y financistas-, se podrá implementar proyectos integrales de generación termoeléctrica basándose en el gas natural.
Y aunque estas cifras solamente son un panorama de lo que podría o no ocurrir en cuestión de recursos energéticos, las decisiones relacionadas con tecnología de combustibles que se tomen en los próximos quince años, definirán la estructura de la industria energética en las décadas por venir, mejorando la vida del 20% de la población mundial que todavía vive sin acceso.