Claudio Huepe.

Durante la última década, el sector eléctrico se ha visto constantemente envuelto en contextos complejos, con dificultades en el desarrollo de proyectos, debates técnicos, costos altamente variables y ajustes regulatorios. La presión y urgencia de la contingencia, ha quizás redundado en miradas que tienden a esquivar los desafíos de largo plazo del sector.

De ese modo, no se ha puesto suficiente atención al hecho de que en el mundo (y también en Chile) se está dando actualmente un proceso de transformación muy profundo que escapa a las contingencias particulares, llevado tanto por cambios tecnológicos como sociales y económicos. Se trata de un contexto emergente que se manifestará con plena fuerza en las próximas décadas y que causará una disrupción mayor en el mercado, en particular en el segmento de generación. No se trata de la aparición de un fenómeno en particular, sino de un conjunto de fuerzas que están en pleno desarrollo y que actuarán sobre los mercados eléctricos directa e indirectamente, obligando a las empresas a alterar de manera fundamental la forma en que han actuado hasta el presente.

Reconocer estos procesos y mirarlos con anticipación, permitirá enfrentar mejor los riesgos que conllevan y también aprovechar las oportunidades que se abren. Se trata de anticipar para estar mejor preparados y por ello,universidades, think tanks, empresas, y gobiernos en muchas partes, reflexionan sobre los cambios que vienen mirando más allá de la próxima década. Como ejemplo, la reciente Hoja de Ruta de Energía es un aporte relevante a este proceso de análisis en Chile, marcando una referencia importante para el debate nacional.

¿Cuáles son algunas de las principales fuerzas que se encuentran en movimiento y que conforman el emergente contexto disruptivo? Por una parte, hay algunos elementos de entorno que deben ser considerados: en particular, las mayores exigencias respecto al medioambiente local y global, las complejas posiciones y percepciones sociales frente a los proyectos, una mayor descentralización de importantes decisiones políticas y, como consecuencia, proyectos con mayores costos y riesgos económicos. Por otra parte, dentro del mismo mercado, hay cambios muy significativos en proceso, como el desarrollo de las tecnologías de generación distribuida, los cambios en los patrones de consumo y cambios tecnológicos (especialmente, por la introducción de tecnologías de la información), pero también por mejoras de eficiencia en todas las formas de generación.

Entre los principales desafíos externos,se deberán contar los relacionados con el medioambiente,en particular aquellos vinculados al cambio climático. No solo se tratará de una mayor generación con fuentes no emisoras y de mayores exigencias para las fuentes basadas en combustibles fósiles, sino también de los impactos por la frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos y una demanda que experimentará transformaciones ante los cambios en las condiciones del clima.

Al sumarle a estos desafíos ambientales la creciente complejidad social y política, tanto a nivel nacional como local, se tendrán costos de generación bajo presión por las crecientes exigencias sociales, técnicas y regulatorias, así como mayores riesgos en los proyectos.

En el sector eléctrico mismo, las nuevas tecnologías demandarán nuevas respuestas a la generación. En particular, la generación distribuida, tensionará la forma en que se responde a la necesidad de electricidad. El desarrollo que han tenido las empresas, basado en grandes unidades de producción que aprovechen las economías de escala se verá cuestionado. Los patrones de consumo se verán alterados en la medida que con nuevas tecnologías se pueda hacer más gestión de demanda,pero sobre todo si el sector transporte se vuelve significativamente hacia la electricidad.

Se han esbozado algunos de los elementos centrales de este contexto emergente para relevar cómo estos desafíos están profundamente imbricados y significarán en el largo plazo cambios ineludibles. Por ello, se debe recalcar el rol fundamental que tendrá la política pública articulando soluciones para una mayor sustentabilidad. Pero no solo las políticas deberán ajustarse, también las empresas deberán revisar la forma de organizarse y enfrentar los problemas y, de igual modo, la formación de profesionales y la investigación deberán adaptarse.

La escala del desafío que se está gestando es tal que se debe mirar más allá de la contingencia: poner el tema del largo plazo en un lugar justo dentro del debate, desarrollar capacidades prospectivas y abrir espacio a un nuevo tipo de desarrollo eléctrico que refuerce el rol del sector en el desarrollo sustentable del país.