Cuantificar el tamaño y la orientación de la industria electrónica en Chile, resulta casi todo un misterio en la actualidad. Así, al menos, lo señalan los protagonistas de esta industria, compuesta por diseñadores, ensambladores, integradores, proveedores, comercializadores y entidades académicas.

Si hay algo claro en esta área, es que existen dos tipos de perfiles de empresa: aquellas que diseñan los sistemas a nivel local, pero deben fabricarlos en el extranjero, y otras que poseen la capacidad para desarrollar y fabricar internamente estas aplicaciones; desde soluciones para el área de medicina, pasando por sistemas de control de acceso, y hasta controles automáticos.

“Las empresas son de diversa índole y tamaño. Es complejo hacer una estimación. Las cifras no están claras”, asegura Cristian González, Gerente de Producción de Axys. “La forma de hacer las cosas ha cambiado sustancialmente; hace cinco años el valor de los proveedores locales era relevante para resolver todos los problemas de fabricación, pero hoy en día se puede mandar un par de placas a China con los componentes puestos y listo”, añade.

En ese sentido, asegura, la apertura económica ha impactado fuertemente a la industria nacional. Por esa razón, resulta complejo tener referencias respecto a dos o tres proveedores estratégicos a nivel local. “Cualquiera puede hacer cualquier cosa en cualquier parte. Por eso, es importante desarrollar un mapa que nos permita identificar cuáles son las facilidades que hay en Chile”, añade González. Reportaje

Para Víctor Grimblatt, R&D Group Director y General Manager de Synopsys Chile, resulta absolutamente relevante partir definiendo qué se entiende por industria electrónica en Chile y cómo se debe categorizar. “Dentro de la cadena de valor, hay que diferenciar empresas que hacen sistemas embebidos, sistemas electrónicos o circuitos PCB, por ejemplo”, aclara.

Un aspecto que preocupa enormemente a Mario Fernández, Profesor Asistente de la Universidad de Talca, es que a nivel local existe un grupo alto de personas que lleva a cabo proyectos de electrónica sin tener los conocimientos profesionales requeridos para ello. “Hoy en día, sin saber mucho, con un par de tecnologías y trayendo los elementos desde afuera, se pueden hacer muchas cosas sin un estudio formal”, indica.

Rodolfo García, AIE; Mario Fernández, Universidad de Talca; Cristian González, Axys; Víctor Grimblatt, Synopsys Chile; Mario Sanhueza, Inacap.

Entonces, la pregunta que cabe hacerse es: ¿cuál es el desafío a superar para lograr el crecimiento y consolidación de la industria nacional? De acuerdo a Grimblatt, la respuesta pasa por aplicar la antigua Ley de Say, es decir, que no puede haber demanda sin oferta: “Hay que desarrollar el producto y luego buscar el mercado”.

La industria electrónica mundial no va atrás del mercado, al contrario, señala el profesional, siempre va a la vanguardia empujando al consumidor, contrariamente a lo que ocurre en Chile. “Uno de los saltos que debemos hacer es, justamente, pasar hacia adelante”, acota.

González complementa esta afirmación, agregando que es muy difícil que la industria chilena pueda abordar productos de consumo masivo por un tema de tamaño, por lo cual tal vez habría que centrarse en mercados de nicho y de uso profesional. Mario Sanhueza, Director de Carrera Electricidad, Electrónica y Automatización en Inacap Renca, manifiesta su preocupación por el escaso número de alumnos postulantes a este tipo de carreras (ver recuadro) y señala que, en general, las institución de educación superior deben tratar de “encantar” a los estudiantes y demostrar la relevancia que tiene la electrónica en el ámbito empresarial y como aporte a la sociedad.

“La idea es que vayan a conocer las empresas y vean lo que realmente se hace ahí, pero para eso se debe generar un acercamiento mutuo entre compañía e institución de enseñanza, generando, por ejemplo, más convenios laborales concretos”, acota. Los entrevistados coinciden en que estas carreras son calificadas como “duras”, y que los jóvenes optan cada vez más por alternativas como Ingeniería Industrial. A juicio de Fernández, hay factores desalentadores que vienen desde el colegio, y los menores no están preparados para enfrentar carreras científicas. “De hecho, los alumnos que vienen de escuelas técnicas, llegan a la universidad sin conocimientos de matemáticas y física, y terminan abandonando la carrera”, explica.

Grimblatt añade que uno de los grandes problemas de la industria nacional es que las empresas tampoco motivan a los jóvenes, ofreciéndoles escasas oportunidades laborales. Además, plantea, el crecimiento de los profesionales se da a nivel de jefaturas, no como ocurre en otros países donde el desarrollo pasa por los aspectos técnicos. “En otras naciones se puede ganar mucho dinero y tener un buen trabajo sin necesidad de ser jefe de nadie”, acota.

Otro aspecto de debate para los entrevistados tiene que ver con el tema de en qué ámbitos o sectores productivos se encuentra el destino de los desarrollos electrónicos “made in Chile”. De acuerdo a lo que plantea González, concretamente a nivel de la industria minera, se están ejecutando desarrollos para hacer análisis de vibraciones y fallas con sistemas inteligentes que permiten apoyar las operaciones de grandes maquinarias. “Esos son sistemas de punta y se llevan a cabo porque los fabricantes de dichos equipos no incorporan tecnología de ese tipo”, afirma.

Por otra parte, a nivel de sistemas más masivos, se están ejecutando algunas aplicaciones para mejorar las utilidades de las empresas eléctricas por medio de aplicaciones de telemetría y teleoperación. “Nuestras empresas compiten con firmas extranjeras en este ámbito”, aclara González.

Las ventajas de Chile en esta materia, agrega Fernández, se basan en que a nivel local se pueden hacer soluciones o sistemas muy específicos que nadie más puede preparar, porque son propias y características del mercado nacional. “Se pueden hacer cosas distintivas para nuestro país, porque efectivamente nadie más puede hacerlas. El tema es darse cuenta que las capacidades están y que se puede llegar a competir eficientemente”, señala.

Grimblatt plantea que estos mismos desarrollos locales, si cumplen con las normas y requisitos indicados, sin duda pueden tener buena acogida en mercados internacionales. “Si se fabrican herramientas para la industria del vino chileno, es perfectamente posible exportar estos productos porque los problemas pueden ser similares, por ejemplo, en Francia. Lo mismo podría ocurrir en otros ámbitos como la minería”, concluye.