Los hechos han mostrado los efectos de la aplicación de las inconsistencias expuestas y, por ello, se han activado paulatinamente mecanismos de control, como revisiones de proyectos o inspecciones de obra terminada, definidas por sorteo u otros mecanismos, que de ninguna manera han ido al fondo del problema y sólo han significado arreglos cosméticos irrelevantes. Su mayor defecto es su extemporaneidad: al emprenderse estas acciones en la etapa de obra terminada, se impide una evaluación real de la magnitud de las faltas cometidas y una corrección sujeta a una lógica técnica. En otras palabras, todo conduce a que se termine barriendo la basura debajo de la alfombra.
De acuerdo a los defensores del sistema, el concepto de autocontrol se habría tomado de algún modelo europeo; de ser así, se revelaría superficialidad en el análisis del contexto histórico. En Europa, este concepto nació durante la Alta Edad Media, con los gremios (organizaciones que controlan a sus integrantes), de modo que el autocontrol es el control de un gremio con una actividad particular (por ejemplo, los albañiles) sobre cada uno de sus miembros individuales, jamás entendiéndose como el control de un individuo sobre sí mismo.
Lo expuesto intenta demostrar lo antojadizo del manejo de la ley y la arbitrariedad de las disposiciones establecidas. En breve, algunos de los efectos que esto ha provocado:
Sin una razón técnica ni lógica, se eliminó la actividad de inspección técnica, que desarrollaba la Superintendencia hasta antes de la dictación de la actual ley en 1982. Ninguno de sus argumentos ha sido fundamentado, incluyendo acusaciones no demostradas sobre supuesta corrupción del antiguo sistema. Ello podría permitir el suponer que tras esto actuaron intereses sectoriales beneficiados por esta supresión.
Se degradó la actividad de proyecto eléctrico, transformándolo en un descarado copiar y pegar, sin por lo menos molestarse en verificar si lo pegado es atingente a la solución del problema específico. Además, se transformaron las memorias y especificaciones en una colección de lugares comunes y notas, descargando en el futuro ejecutor (el Contratista) toda la responsabilidad de desarrollar un proyecto medianamente coherente. Incluso así se cobra por servicios profesionales, entregando un producto que, como se dice popularmente, regalado, estaría caro.
El establecimiento de un sistema de autocontrol individual también ha conducido a una degradación continua de la actividad profesional de construir instalaciones de consumo. Como resultado de esta degradación, se aprecian las siguientes consecuencias:
Caída sostenida de la seguridad y calidad de las instalaciones nuevas y un abandono del mantenimiento de las instalaciones existentes. A esto se agrega que la ocurrencia de accidentes eléctricos con resultado de muerte creció en un 2500% (es decir, 25 veces) entre 1986 y 2000; según estadísticas elaboradas por uno de los grupos de estudio antes aludidos, las que han sido entregadas a la autoridad en varias oportunidades con una nula reacción. Asimismo, de acuerdo a estadísticas del Cuerpo de Bomberos, los incendios con origen en fallas eléctricas parecen haber aumentado en una proporción similar.
Notorio aumento de la informalidad del área, originado en la aparición de rifleros con nula preocupación técnica, a los que se le ofrece la oportunidad de desarrollar su actividad sin control y, por lo tanto, irresponsable (creando además el vicio de la venta de firmas). Estos rifleros no necesariamente son unos aprovechados ignorantes en la materia, según se desprende de los ganchos comerciales de algunas empresas de distribución. De acuerdo a estos avisos, un plus de los servicios de estas empresas, en caso de ejecutar una instalación eléctrica, es que ésta no quedaría sujeta a la declaración ante la SEC.
Abandono del estudio de nuevas normas y actualización de las existentes, pareciendo que en el mundo autocontrolado no se necesitan. No obstante, en 2004 se publicó una actualización de la norma NCh 4, pero fue una iniciativa personal, ajena a la política institucional, de un jefe que pasó por allí y que rápidamente migró al sector privado, de modo que allí murió el intento. Además, la NCh 4 no es la única norma aplicable a esta actividad y de las pocas restantes (5 y 6), que son muchas menos de las necesarias; ni siquiera se han hecho anuncios de estudios en tal sentido.
La inspección técnica establece marcos de referencia para una actividad.
Desaparecida la inspección, estos marcos se mantienen por inercia por algún tiempo; esto sucedió en los lejanos 80s, pero terminó por desdibujarse y desaparecer, como lo estamos comprobando hoy.
Esto tiene un efecto devastador sobre la formación de los nuevos profesionales que se incorporan a la actividad: muchos de los aspectos específicos necesarios para una correcta ejecución de una instalación no son parte de la malla curricular de las casas de estudio y se aprenden en terreno; si en terreno estos aspectos no se respetan, el nuevo profesional los desconocerá y seguirá ejecutando cada vez peor las instalaciones. Para complicar aún más el tema, más de alguno de estos profesionales ejercerá como docente especialista, con lo cual se cierra un círculo vicioso que degrada en forma ascendente esta actividad profesional.
Como un daño colateral lógico, pero no reconocido, se ha logrado echar a la basura gran parte de los esfuerzos por conseguir la eficiencia energética planteada como meta nacional, pues el porcentaje mayoritario de ésta se debería obtener en el consumo. ¿Cómo lograr eficiencia con instalaciones deficientes, mal proyectadas y peor construidas con materiales y equipos baratos, de dudosa calidad, con metodologías de trabajo ilógicas y la ausencia total de responsabilidad, al no existir un procedimiento de control efectivo sobre sus acciones y resultados?
Se desprende que las diversas alternativas ofrecidas en la encuesta tienen un origen común y son interdependientes, por ello se estima que no pueden analizarse por separado y menos con un mecanismo de votación.
Por último, es necesario destacar la total indiferencia con que han sido recibidos los anteriores llamados de atención sobre esta materia, aún cuando se han producido efectos muy notorios que los refuerzan. Por sólo citar un ejemplo reciente, recuérdese la explosión en calle Serrano, en el casco histórico de Valparaíso (orgullo nacional por su declaración de Patrimonio de la Humanidad), la cual podría haber sido evitada. ¿Qué se espera para reaccionar? ¿Una hecatombe?.