El problema es que el riesgo no se ve ni se palpa, sino que es una ponderación numérica del peligro. Peligro y riesgo no tienen el mismo significado. El factor de riesgo es el resultado de la severidad multiplicado por la probabilidad de la ocurrencia. Frecuentemente, no se pondera la gravedad porque la probabilidad que el accidente ocurra es baja. Y cuando el accidente ocurre, es decir, cuando ya no es un riesgo sino un hecho, la seguridad es la primera candidata en llevarse la culpa. Cuando se escucha que "era evidente que iba a pasar...", sólo podemos preguntar: "si era tan evidente, ¿por qué no se previno?".
La incómoda seguridad
La seguridad puede arruinar los planes de corto plazo, exigiendo cambios en la política a aplicar, el rediseño de un procedimiento, el retraso en el lanzamiento del proyecto, el cambio en el pedido del equipamiento, entre otras modificaciones. En otras palabras, puede representar un aumento de costos que muchas veces se perciben como un estorbo, y no como una exigencia orientada a la protección del activo más importante con que la empresa cuenta: sus empleados. Además, todo cambio provoca incertidumbre y discusiones que llevan a dudar del camino a tomar, provocando "inseguridad".
Las organizaciones que desarrollan normas trabajan en la edición y revisión permanente de éstas con el fin de poder resolver las necesidades crecientes de procesos cada vez más seguros.
Muchas veces los accidentes ocurren por errores o ignorancia, por lo que es fundamental el entrenamiento, la supervisión y el planeamiento a corto y largo plazo. Se debe conocer la normativa vigente a través de sistemas de fácil acceso que aseguren contar con el texto completo de las normas vigentes en el momento que se requiera, para que las decisiones no solamente sean las más efectivas en cuanto a costo, sino también las más seguras para todo el personal relacionado.