Un tema en boga en estos días en el plano de la Iluminación es la Eficiencia Energética. En este sentido, se han generado nuevos desarrollos e innovaciones tecnológicas; sin embargo, a pesar de que muchos de estos productos satisfacen en un 100% los requerimientos de iluminación, descuidan en su diseño otros factores que los llevan a ser efectivos pero no eficientes. En el campo de la iluminación nos hemos paseado por diferentes tipos de lámparas, como las de Mercurio, Sodio de Alta Presión, Haluro Metal, LED, etc., y todas ellas han cumplido en un porcentaje importante su tarea de iluminar, pero a costa de generar otros problemas, como:
Generación de altas temperaturas por no contar con un buen disipador, lo que se traduce en: -Degradación de los componentes de la lámpara, como el cableado, partidores, etc., acortando su vida útil.
-Tiempos de espera en sus procesos de mantenimiento al tener que esperar que se enfríen antes de intervenirlas.
-Calentamiento del medioambiente.
Generación de contaminación armónica en las redes de alimentación:
-No sólo contaminan la instalación de las mismas, sino que también contribuyen a una contaminación de la red.
Lámparas con sistemas complejos de reposición de sus partes:
-Tiempos de mantenimiento extensos.
-Riesgo de daños en los componentes.
Lámparas con ahorro de energía:
-Mientras menos energía consuma una lámpara para generar una misma cantidad de lúmenes, mayor será la cantidad de emisiones de CO2 que estaremos evitando.
Componentes contaminantes de los bulbos lumínicos:
-No se degradan fácilmente y contribuyen con la contaminación del planeta.
-Mientras menos componentes contaminantes tenga un bulbo o ampolleta, será considerado como más eficiente, sumado obviamente al resto de las características requeridas.
Mal factor de Potencia:
-Generalmente las lámparas que requieren de un partidor tienen como consecuencia un mal factor de potencia, contaminando así las redes con Potencias Reactivas.
Estas son algunas de las características en las que hay que detenerse en el desarrollo de lámparas de iluminación al momento de fabricarlas y/o utilizarlas, procurando que no sólo sean efectivas (que entreguen la cantidad de lúmenes que se requiere para iluminar un sector), sino que también sean eficientes en otros aspectos, como energía, temperatura y emisiones de CO2.
Sin embargo, esto no es suficiente, ya que la tecnología y mejoras de un buen sistema de iluminación no contribuyen en un 100% a la eficiencia de los mismos si no se suma el grado cultural de la población que lo utiliza. En todos los ámbitos de uso de iluminación, existe un porcentaje importante de derroche de energía, manteniendo luces encendidas en lugares no habitados durante largos períodos de tiempo, iluminando edificios durante toda la noche, faltas de sistemas de control de lúmenes en edificios de oficina y/o corporativos en que se puede regular la cantidad de iluminación que entrega una determinada lámpara a distintas horas del día y así una serie de otros ejemplos.
Esto demuestra que los sistemas de iluminación del futuro serán Efectivos y Eficientes si sumamos la Innovación Tecnológica y la Educación de los usuarios al diseño de estos mismos, ya que Cultura y Tecnología deben ir de la mano para lograr lo anteriormente señalado.