Un disturbio no resuelto adecuadamente inicia una cadena de acontecimientos que pueden conducir a un apagón generalizado de grandes proporciones. Una vez que se de-sencadena, resulta difícil determinar la problemática inicial; dificultad que crece con el paso de los minutos hasta que resulta imposible y el desastre está asegurado. Se produce el "Blackout" que puede llegar a ser de varias horas y, en el peor de los casos, de más de un día.

Valor de la información

Este escenario es el típico de un sistema complejo sobre el que se dispone de información insuficiente o poco organizada. A pesar de lo que se puede leer y escuchar en los medios de información, cuando ocurre un desastre de este tipo, el sistema eléctrico tiene un grado muy alto de fiabilidad y solidez. No olvidemos que se trata de un sistema que, por ejemplo, en España transporta cada día la energía equivalente a 40 bombas atómicas (más de 600 en EE.UU.) y, aun así, permanece en equilibrio dinámico. Es un sistema expuesto, en gran parte de su extensión, a todo tipo de agresiones: climáticas (rayos, vientos, tormentas, etc.), ambientales (humo de incendios, árboles próximos a las líneas, aves, etc.), accidentes derivados de la actividad humana (excavadoras, grúas, vuelos a baja altura, etc.), entre otras.

Los pilares sobre los que se soporta la solidez del sistema eléctrico son varios y de diferente tipo:

• Diseño, en el que se han tenido en cuenta las posibilidades de fallo, con un alto grado de redundancia.

• Mantenimiento adecuado con especial dedicación a los aspectos preventivos que minimizan la posibilidad de fallo.

• Sistemas de supervisión en tiempo real que, con las más avanzadas tecnologías de comunicación y procesos de información, permiten el conocimiento del estado del sistema y la actuación inmediata de los operadores y/o automatismos para corregir o compensar las anomalías que se produzcan.

• Sistemas de protección encargados de detectar las fallas instantáneamente y tomar acciones necesarias para su aislamiento, minimizando el daño producido y el sector de red afectado.

El sistema de protección vigila el estado de la red en condiciones normales de operación, pero, al producirse una falla, pone en marcha no sólo sus funciones automáticas para decidir en milisegundos qué interruptores deben operar para garantizar el equilibrio del sistema, sino un sofisticado sistema de captura y almacenamiento de información sobre la evolución de la red inmediatamente antes, durante e inmediatamente después de la aparición del disturbio.

Esta información es de vital importancia, ya que describe la reacción del sistema real en condiciones de falla real y almacena información de la reacción del propio sistema de protección y control. Estos datos son de una utilidad muy importante para, por ejemplo, conocer la red en detalle y detectar defectos en su diseño y fiabilidad, en los sistemas de operación o en el sistema de protección, y posibilita acciones de mantenimiento preventivo y diseño de automatismos de alta velocidad que ayudan al operador humano en las tomas de decisión y al inicio de acciones correctoras. En fin, decisiones y acciones que ayudan a mejorar la solidez del sistema y a que no se produzcan desastres en su operación.

Una vez que el desastre se ha producido, aparecen voces ofreciendo alternativas a la topología, operación y gestión de las redes eléctricas. Hoy, la tecnología ofrece posibilidades de mejora en cualquiera de estos aspectos, desde la introducción de generación distribuida e inteligente hasta la modernización de los dispositivos y sistemas de protección y control, pasando por la construcción de nuevas líneas, mejorando el tendido de líneas y la redundancia topológica de las redes.

Por supuesto, todas ellas son soluciones posibles y aplicables; cada una de ellas con diferentes resultados potenciales y muy distintos niveles de inversión, en un mercado en el que, por sus condiciones actuales, precisamente la inversión no resulta, por muchos motivos, suficientemente atractiva. Resulta cierto, además, que cualquiera de las alternativas, sobre todo las que recomiendan cambios drásticos en la concepción de la red, debe ser analizada a fondo para conocer los efectos que a mediano y largo plazo tendrá sobre la eficiencia y fiabilidad global del sistema eléctrico.