Le pedí unos minutos antes de intentar nuevamente responder a su inquietud. Lo primero que hice fue mirar el concepto de crisis en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Quedé impresionado ya que había al menos siete conceptos distintos, sobre cómo los latinos entendemos esta palabra. Replico aquí dos de ellos: 1. Escasez, carestía. 2. Situación dificultosa o complicada. Luego, busqué en Internet el significado chino de crisis y me di cuenta que el ideograma de esta palabra se compone a su vez de dos símbolos: uno que significa amenaza y el otro, oportunidad. Quedé atónito. ¿Cómo el ser humano puede ver un mismo fenómeno tan diametralmente en dependencia del medio en el que se desarrolla y de su comprensión del universo? El mundo es dinámico, está en constante cambio y si la crisis es cambio de un statu quo a otro, entonces siempre hemos estado en crisis. Lo único que varía es la magnitud de la misma, donde no tenemos otra alternativa que aprender a vivir con ella y sacarle el mejor provecho, con actitud positiva y emprendedora. Hay que mirar la crisis según el concepto chino: como verdadera oportunidad para innovar, para romper paradigmas que nos saquen de las ortodoxas maneras que usamos para enfrentar los problemas. En cuanto a las amenazas, hay que verlas como señales, que nos orientan en la oscuridad de la situación, con la seguridad de que, como dice el adagio popular, "mientras más oscura está la noche, más cerca está el amanecer". Dejemos de lado esa visión derrotista y negativa, que cuánto daño nos ha hecho y que no nos ha permitido integrarnos especialmente entre latinos. ¿Cuál es la diferencia biológica entre un latino, un anglosajón o un asiático? Ninguna. Todos somos seres humanos iguales, es decir, el hardware es idéntico, sólo que venimos en varios modelos y para todos los gustos. La diferencia real está en el software, en lo que tenemos adentro, en nuestra actitud y en eso, la sociedad, la familia y el ambiente de trabajo, juegan un papel importante. Debemos ser capaces de inculcar en nuestros colaboradores una mentalidad ganadora, positiva, de pro hacia el trabajo en equipo, a mirar el liderazgo como una oportunidad de servicio a la humanidad y no sólo como un fin para aumentar nuestra cuenta bancaria. Y esto es una tarea que debe hacerse desde pequeños para lograr un mayor impacto. No dejemos que en la mentalidad de nuestros hijos se exprese el "no puedo", frase bandera de los que se rinden sin ni siquiera intentarlo. Esa expresión no debería existir en el léxico español; sólo existe el "no quiero" y ésa sí es potestad del ser humano. Así, evitaremos que futuros "posibles emprendedores" caigan en el facilismo y la mediocridad o que se rindan a la primera dificultad, esperanzados en la suerte porque ésta no es más que una ecuación matemática: S (Suerte) = O (Oportunidad) + C (Conocimiento). En la medida que estas dos variables se crucen tendremos "buena suerte". La variable del conocimiento la podemos controlar, depende de nosotros mismos, de cuanto nos preparemos en la vida; pero la oportunidad aparece en nuestro camino como resultado de algunos eventos coincidentes en el tiempo y el espacio. Esta no podemos controlarla y, si se presenta y no tenemos el conocimiento, diremos que tuvimos mala suerte. Luego de esta reflexión regresé con mi hija y le expliqué cómo los latinos entendemos la crisis y cómo la cultura china la simboliza, exponiéndole que entre esas dos visiones yo estaba muy de acuerdo con la visión oriental. Entonces me dijo: "Papá, también estoy de acuerdo con los chinos". "¿Por qué?", le pregunté. "Es que si aplicamos el concepto latino de crisis, no iría al concierto de mi artista favorito, ya que al haber escasez y carestía de buenas notas mías en matemáticas, estaría en una situación complicada. Pero si lo vemos desde el punto de vista chino, si bien hay una amenaza de que no vaya al concierto por mis notas, al mismo tiempo se nos presenta una gran oportunidad entre padre e hija de que compartamos juntos una noche de música y fantasía". |