Así como la competencia, la asociatividad es parte de la condición humana; es decir, nos desenvolvemos en un continuo entre plena competitividad y plena asociatividad. Pasa a ser, entonces, el mundo de las asociaciones un terreno fértil para el crecimiento y desarrollo del mundo empresarial, con el valor agregado de ser un camino entretenido de recorrer y que lleva a los asociados a crecer juntos en este viaje.

En las asociaciones, convergen variados actores que poseen objetivos comunes, que acrecientan sus capacidades y fortalezas, y disminuyen asimetrías con respecto a otros actores de un sistema. Todo ello fundado en el principio de "la unión hace la fuerza". Entonces, son fundamentales estos objetivos tan estratégicos, que están por sobre aquellos objetivos tácticos de crecer y ganar mercado solamente. Son estos valores estratégicos los que permiten la unión entre competidores de un mismo rubro.

Uno de los factores pendientes a nivel nacional para el completo desarrollo de una economía pequeña como la nuestra, es el fomentar, promover y aumentar los incentivos y disposiciones relativas a generar y consolidar una verdadera cultura de la asociatividad. Existe un tremendo abismo si comparamos nuestra cultura respecto a la asociatividad, con la de países o economías más desarrolladas.

Ahora bien, para integrar, participar y aportar en una asociación gremial no basta poseer ciertos objetivos estratégicos comunes. Como en cualquier organización, los partícipes deben tener un mínimo común denominador, que no es otro que la batería de principios y valores que comparten sus asociados. Estos son los que les facilitarán construir una cultura, les allanarán la ruta y les abrirán espacios que garanticen a otros actores del sistema que aquella asociación no es una cofradía ni un cartel.

En AIE, estamos construyendo una cultura fundada en preciados principios y valores que todos guardamos, promovemos y cautelamos celosamente, como honestidad, probidad, seriedad, veracidad, oportunidad y calidad de los bienes y servicios que nuestros asociados entregan, así como también la seguridad y desarrollo profesional de nuestros trabajadores. Aquellos que no los observen nunca podrán plantearse formar parte de esta asociación.

En otras palabras, no tienen cabida empresas con una visión cortoplacista, profundamente errada y torpe, ni "pseudo-empresarios" que, valiéndose de malas prácticas y abusando de asimetrías de información, entregan productos alterados, modifican atributos de catálogos, "apuestan" al azar, engañan a los clientes, confiados en que no tendrán un evento que los deje al descubierto. Ese tipo de actores, que los hay, no tienen la menor posibilidad de ser parte de una asociación profesional como AIE.

Para agregar valor a nuestra institución, y principalmente al mercado donde están nuestros clientes, este Comité de Equipamiento Eléctrico se ha planteado como tarea para este año el crear un Sistema de Calificación de Empresas Proveedoras que, bajo ciertos criterios y parámetros, establezca condiciones y estándares mínimos a cumplir. Asimismo, apoyamos también con tal fin la iniciativa de AIE que, junto a otras organizaciones sin fines de lucro, trabaja ya para instaurar en Chile la norma internacional IEC. De esta forma, las empresas de nuestros asociados serán calificadas y sus productos, normados, escalando en esfuerzos para mejorar su calificación.

A su vez, iniciaremos las gestiones como Comité para poder establecer acuerdos con las mayores empresas mandantes, de tal forma que no sólo incorporen las empresas asociadas en sus Registros de Proveedores, sino que lo hagan en la categoría de excelencia con que nos distinguirá el sello de pertenecer a AIE. Mostraremos al mercado que hay distintos tipos de empresas.

Por lo anterior, y para agregar valor al mercado, nuestra institución estudiará al más breve plazo constituir una unidad de certificación interna que garantice al mercado que los bienes y servicios que entregan los asociados cumplen ciertas características, condiciones y estándares, todos basados en los principios señalados anteriormente.

Competir y cooperar hace bien, especialmente cuando se trata de proteger a nuestros clientes y al mercado de "oportunistas" inescrupulosos y carentes de ética.